τέσσερα

8.2K 712 225
                                    

Sí. Estaba siendo dramática y horriblemente catastrófica, pero considerando que en su vida había estado en la cárcel, que la desquiciada emperadora de esta la había reclamado como su propiedad y que la tipa, era condenadamente caliente, se las había arreglado para provocarle un calor entre las piernas que aumentaba constantemente; estaba justificada.

—... ¿Alguien te drogó?

La expresión apabullada de Kara le demostraba que su confesión estaba completamente fuera de lugar. Lena tragó y negó con la cabeza.

—Eh, no. Creo que... no. No lo sé. ¿Cómo se siente cuando te drogan?

Kara enarcó ambas cejas y con un perezoso parpadeo recorrió a con Lena la mirada.

—Pues... ¿Qué ves?

—A ti. —La convicta asintió y lentamente comenzó a alejarse. Se empezó a vestir, sin quitarle la vista a la irlandesa. Lena agradeció mentalmente cuando Kara salió de la cama. El aroma corporal de la mujer prácticamente le daba nauseas. ¿Podría pedirle que se bañara?

— ¿Acabas de decir que te gusto? —preguntó Kara con brazos cruzados y el entrecejo arrugado. Se inclinó nuevamente en dirección a la irlandesa. No había más que una acusación férrea en la voz de Kara. Las mejillas de Lena se amoscaron en un tentador y acusador matiz sonrosado.

—No. —Sacudió su cabeza en negación incontables veces. Necesitaba que Kara tomara distancia o la demente podría escuchar las feroces pulsaciones de su corazón.

—Sí. Dijiste que mis besos te saben a puta gloria.

¡Venga! Que no era su culpa. Lena no era la persona más racional del mundo. Si lo fuera, no estaría en esa situación en ese preciso instante. Lamentablemente a veces su boca trabajaba demasiado rápido.

—No. No... Yo no...

Kara la tomó de la barbilla, relamiéndose una esquina de su labio inferior donde una pequeña cortada reciente se dejaba ver como una medalla de combate.

— ¿Me estás diciendo mentirosa?

—Uh. ¿No? Pero yo no, es decir... Sí dije, pero... —Mierda.

Kara entornó los ojos y ambas permanecieron en silencio unos agonizantes y eternos segundos. Finalmente, la mujer salió de la litera y se colocó de pie. Miró a Lena por sobre el hombro y chasqueó con la lengua.

—Zorra astuta—gruñó antes de salir de la celda.

Lena se sentó en la cama de golpe. Llevándose una mano al pecho y exhalando una profunda bocanada de aire. Demonios, eso había estado cerca... Y nuevamente Kara no se la había follado. Lo cual era muy bueno y a su vez, la hacía sentir incómoda. ¿Por qué Kara no podía ser una criminal normal? De esas abusivas y malditas, feas, sucias y con cicatrices en la cara. ¡Como en las películas! Así Lena podría odiarla. Arrugó la nariz y se tiró de espaldas, quejándose por la dura consistencia de lo que se suponía, era un colchón. Bien, al menos ya había sobrevivido veinticuatro horas más. Solo le quedaban cuatro años y más de trescientos días en Camp Alderson. Increíblemente, ese día se cumplían dos semanas desde su llegada a prisión y no, no estaba bien. Sentía que se quebraría en cualquier momento. Kelly le decía que debía dejar de preocuparse de lo que ocurría a su alrededor y enfocarse en mantener su propio pellejo a salvo. Lena lo intentaba, pero era su vocación ayudar a las personas y tener que ignorar los constantes abusos cometidos en aquella penitenciaría, estaba consumiéndole el alma.

Kara prácticamente la ignoraba. Eso era bastante bueno, o quizá no tanto... Al menos había dejado de perseguir su vagina como una animal hambrienta. La mujer de potentes ojos azules se la pasaba entrenando, Lena lo sabía porque en las mañanas la veía a escondidas mientras fingía dormir y en las noches, Kara llegaba con una expresión cansada. Estuvo a punto de felicitarla por encontrar una manera sana para descargar sus hormonas y su deseo sexual; por amor a su propia vida no lo hizo. Ya había comenzado a comprender algunas cosas de prisión que Kelly le iba explicando conforme los días pasaban. Como el hecho de que las peleas eran casi siempre semanales y que al ser invicta, Kara tenía bastantes privilegios en la prisión. Lena quiso mofarse, pero la realidad le pegó duro cuando comprobó que Andrea no mentía. Kara tenía acceso a licores, cigarrillos y productos de limpieza que Lena daría un ojo por obtener. Comía carne y pan fresco todos los días. Bebía café y tenía ropas limpias y nuevas que le eran suministradas por su mecenas.

PRISIONERA [SUPERCORP ADAPTACIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora