Capítulo 12

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Kelvin viaja hoy en la tarde y, a pesar de que estuvimos en contacto toda la semana, no nos pudimos volver a ver.

He matado el tiempo en pintar la casa con la pintura que mamá compró y la verdad es que prefiero hacerlo sin ella. Porque a parte que pone música que nada más a ella le gusta, todo tiene que ser a su ritmo. Si lo hago solo, me doy todo el tiempo necesario. Me levanto a pintar, como algo, me acuesto, me levanto de nuevo, es como un ciclo que hago en paz.

Kelvin me ha enviado fotos de todo el proceso de chequeo, espera, abordaje, con los padres y una nota de voz donde el papá me grita pajarito.

Con Stephanie pude hablar poco durante la semana y ella viaja en dos días, así que decidí visitarla hoy. No tengo ganas de caminar, así que tomo un taxi hasta su casa. Necesito una bicicleta.

La señora Carolina me abre la puerta y su cara es de pocos amigos. Se sorprende al verme, como que fuese la última persona que esperaría ver en su casa.

—¡Jonah! ¿Cuándo llegaste? —me invita a pasar.

¿Cuándo llegué de dónde? Stephanie sabe que odio diga mentiras y no me avise, porque entonces no estamos coordinados y siempre tengo que improvisar.

—Llegué esta mañana —respondo—. Deme un momento.

Llamo a Stephanie enseguida, antes de que me pregunte dónde estuve o algo parecido. Finjo estar hablando con otra persona, aunque mi amiga entendió lo primero que le dije, que estoy en su casa. No tarda ni dos minutos en bajar.

—Sube —invita, a mitad de escalera.

—Sabes que en cualquier momento subiré a hablar con ustedes, ¿no? —insinúa su mamá.

—Danos tiempo, que Jonah vino a contarme algo importante —me hala.

Subo casi corriendo las escaleras, con miedo a caerme. Me imagino que Stephanie estuvo de mal o poco humor en la semana y tal vez la mamá quiere preguntarme algo al respecto que Stephanie le inventó yo estaba de viaje.

—Si mamá llega a preguntarte qué tengo, le dices que tenía un novio secreto y me cortó —dice en voz baja, al cerrar la puerta.

—Yo creo que es mejor que le cuentes la verdad —sugiero.

—Mamá le contaría a papá, y él sería capaz de matar a Iván. Que por cierto, ya no pondré la denuncia.

—¿Qué? ¿Por qué no?

—El papá de Iván vino a hablar conmigo en la semana. Me pidió que no lo hiciera, o si no, no podría ir a la universidad, que ya su hijo ha sufrido bastante con la operación y eso. No puedo cargar con una culpa así.

—¿Por qué no me dijiste que ese tipo vino a verte? A mí no me interesa su futuro de mierda. ¿Acaso Iván estaba pensando en el tuyo cuándo intentó abusar de tí? Piensa cómo hubiesen sido las cosas si Kelvin no pasa por allí en ese momento. ¿Quién iba a creer que un deportista de buen promedio abusó de una chica que de broma sabe se llama Stephanie?

—Gracias por hacerme sentir peor —se lanza en la cama.

—Es la verdad, Stephanie —me acuesto a su lado—. Por eso los abusadores siguen sueltos en la calle y mueren miles de chicas al año, porque una no se atreve a denunciar.

—Me dijo que no lo intentara, porque él es quién toma la denuncia y la puede desaparecer —una lágrima corre por su mejilla.

Siento una impotencia ante la tristeza de mi amiga. Lo peor del caso es que el tipo no aprendió con la paliza que le dieron al hijo.

Enséñame a SoñarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora