Capítulo 26

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La mamá de Charlie me llevó a casa, puesto que el amargado de su esposo argumentó que estaba cansado. Me hizo más un favor a mi que a él.

La señora Benson me dejó en la avenida porque le dije iba a comprar algo para mi casa y ella llevó a Julio a la suya contra su voluntad, para saber dónde vive. Me pareció todo excelente, así no se entera donde vivo.

Como todas las mañanas de clases, Stephanie me espera camino al colegio donde nos encontramos para ponernos al día. Antes solo hablábamos de series, película o cualquier otra estupidez. Ahora hablamos de chicos.

—Yo sufría tanto tiempo en silencio por no tener una amiga con quién conversar sobre chicos y tú siempre has estado allí, viéndome sufrir en silencio sin hacer nada a cambio —confiesa, con algo de drama.

—Igual no había chicos de los cuales hablar.

—Cuentame de... es que no sé por dónde quiero que empieces.

—Te lo voy a ordenar como sucedieron las cosas...

Mientras avanzamos, le voy dando detalles de lo sucedido a mi amiga quien, cual cum laude en chisme, presta atención y no deja de hacer caras graciosas cuando avanza mi historia.

—¿Nada de nada cuando el tal Charlie te besa? —insiste.

—Solo un poco; me da como un cosquilleo —admito—. Pero desde que ya...

Me callo. No estoy seguro de querer contarle que ya no soy virgen.

—¿Desde que ya qué?

—Nada, olvídalo.

—Jonah, dime —insiste.

—No.

—Dímelo, Jonah o le diré a tu mamá que no pasaste el viernes en la noche en mi casa —amenaza.

—Eres una sucia —le digo con los ojos entrecerrados, deteniéndome.

—Hay que jugar sucio en la farándula.

—Stephanie, esto que te voy a decir, te lo voy a decir en confianza. A ti porque eres mi amiga de toda la vida y la única con la que puedo hablar estos temas. No lo vayas a divulgar, por favor. O no te hablaré más.

—Prometido —levanta su meñique y me lo extiende.

Aún es una niña.

—Kelvin y yo...

Bajo la cabeza y ella la baja también para verme a los ojos.

—Kelvin y tú...

Me hace un ademán para que continúe.

—Tuvimos relaciones —confieso, finalmente.

Ella se queda en silencio unos segundos, luego suelta una escandalosa carcajada que muchas personas se nos quedan viendo.

Que se ría de esa forma de algo tan íntimo que le estoy contando, me molesta. Por lo que la rodeo y continuo mi camino con ganas de querer golpearme por habérselo contado. Después de que deja de reírse, llega corriendo a mi lugar.

—Lo siento, amigo. No quiero que pienses me estoy riendo de ti o de que hayas tenido relaciones —suelta otra risita—. Es solo que, no esperaba que creyeras que yo me comería ese cuento de que pasarías la noche en casa de tu novio e iban a ver La Rosa de Guadalupe. Sabía que ibas a tener sexo duro, salvaje. Lo que sí espero es que se hayan cuidado.

¡Dios! Stephanie tiene unas maneras de decir las cosas.

Llegamos al colegio, que ahora se ha convertido en el último sitio donde quiero estar. Extrañamente, Kelvin no me ha escrito hoy a pesar de que cuando desperté le envié un texto con los buenos días. En vista de que no tengo aviso de su parte, entro al lugar con Stephanie y nos detenemos en la fila del ascensor.

Enséñame a SoñarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora