Capítulo I

26 1 0
                                    

Adelaide.

Un minuto más y le arrancaría los brazos.

Lenta y dolorosamente.

Nos encontrábamos a solo un día para llegar al Palacio Ercildoune, uno pensaría que después de dos semanas de viaje estaría agradecida y aliviada. Pero no, ya no podía esperar para alejarme del guardia y su jefe, quienes eran mi compañía en esta larga y espantosa travesía.

Cuando mi padre, Rey Orson del Reino de Eildon me obligó a dejar mi hogar en el Palacio principal para encargarme de las ruinas de Veris, por supuesto que luché, argumenté y peleé con todo lo que tenía para que me permitiera quedarme.

Como verán, no funcionó.

En palabras de mi padre "debes comenzar con tus responsabilidades como la futura Reina de Eildon, y no hay nada mejor que aprenderlas mediante la restauración de una ciudad en tormento".

Así que ahora debía llegar a Veris y realizar mil tareas para levantar esa ciudad. Porque eso sí, era un desastre.

Como la ciudad más peligrosa de Aecor y con una taza criminalística que solo sube cada día, no podían faltar los robos y asaltos por los caminos (sucios, por supuesto), nos habían asaltado un total de siete veces. En dos semanas.

Y para alguien como yo, con cero entrenamiento y experiencia en la lucha salvaje, quedarme quieta contemplando como mi compañía se las arreglaba para salvarme era no muy entretenido.

Excepto cuando le atestaban algún golpe a Kayden, ahí sí que lo disfrutaba con creces.

Kayden es el subjefe de mi guardia real. Con tan solo 25 años, era impresionante su ascenso rápido y sin fallas (cosa que a él le encanta mencionar siempre). Creció en esa misma ciudad. Y se encontraba bastante emocionado, pues se iba a reencontrar con su familia que ha vivido ahí desde siempre. Sin embargo, me molestaba tanto que en ocasiones pensaba que el mundo podía mantenerse muy bien con un soldado menos.

En cuanto a Lars, o El Jefe, como a mí me gusta llamarlo. Pisaba ya los 40 y tantos años, sin embargo, se veía más joven. Supongo que es lo que te deja una vida sin matrimonio ni hijos.

En cuanto a mí, ¿cómo describirme? básicamente soy una pobre chica (y cuando digo pobre me refiero muy rica, pero pobre por estar viajando con dos gorilas como guardaespaldas), bastante bella y hermosa (opinión popular, no mía), con largos cabellos rubios, prácticamente blancos y unos ojos azules que son como mirar el cielo, pero el cielo de Dwarfie no el de Veris lleno de humo y palomas por doquier.

-Su Majestad, ¿me permite ofrecerle un pedazo de este miserable conejo que he cazado solo para usted? - interrumpió Kayden mis pensamientos.

-Si lo cazaste sólo para mí, ¿por qué estás comiéndolo tú también? - repliqué.

-Perdóneme princesa, se me olvidaba que tiene un hambre voraz y desea un conejo para usted sola, ¿debería ir en busca de un jabalí para que se lo coma de postre? –Dijo Kayden con una sonrisita sarcástica.

-Muy gracioso, por ahora con esto me bastará joven Kayden-. Tomé el pedazo de conejo que me ofrecía tristemente.

En sólo un día estaría comiendo manjares de nuevo y podría olvidarme de ingerir animales que antes vi vivos.

No es que no hubiéramos viajado con provisiones. Yo misma había empacado montones de golosinas y platillos. Pero al parecer, a los ladrones no solo les interesan las joyas, o los vestidos, o zapatos. No. Les interesa robar todo.

Le di un mordisco a mi comida. En realidad, no estaba tan mal, pero me gustaba molestar a Kayden.

- ¿El Jefe ya se durmió? – pregunté mientras comía.

Kayden me echo una mirada. –Si el pueblo supiera de qué manera come la princesa...-.

-Apuesto a que me imitarían-.

-Si tú lo dices-. Suspiró. –No, no se ha dormido, creo que está preparando su discurso para el día de mañana-.

Mañana. En unas horas estaríamos llegando a Veris y el Jefe y yo teníamos que comenzar con los muchos pendientes que nos esperaban.

-Supongo que debería hacer lo mismo-. Dije terminando mi comida y limpiando mis dedos con mi propia lengua.

Kayden resopló. –Lo juro, es como si te hubieras criado en una cantina, mi hermana de 9 años tiene más modales que tú-.

-Tu hermana que, te recuerdo, es mi mayor seguidora-. Contesté sonriendo.

-Nunca debí mencionarte eso-. Se paró, sacudiendo con sus manos la tierra que había quedado en su pantalón. –Ya duerme, Lars tomará la primera guardia y yo te despertaré mañana temprano-.

 -Uf, lo último que una chica quiere, ver tu rostro a primera hora de la mañana- Repliqué, aunque en realidad ni yo me lo creía. Aunque jamás lo admitiría en voz alta, Kayden era muy guapo.

-Sigue diciéndote eso Su Majestad-. Dijo mientras se metía a su pequeña tienda improvisada.

Con un suspiro, me metí a mi propia tienda. Necesitaba tanto un baño. Soñé que tomaba uno mientras dormía.

 

La Nueva CorteWhere stories live. Discover now