U N O

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Pase lo que pase, no sueltes mi mano.

No fue hasta que cumplió catorce años, que Elsa supo que no era como las demás niñas de su escuela y no fue hasta su décimo quinto cumpleaños, que sus padres le explicaron el por qué.

De pequeña, siempre pensó que todas aquellas personas con un semblante tan blanco como el mármol y con rostros que siempre figuraban estar tristes, eran simplemente personas enfermas y que quizá estaban siempre tan deprimidos por que nadie más, aparte de ella, podía verlos.

Jamás había sentido miedo de lo que sus ojos le mostraban, más bien, sentía una tremenda curiosidad de saber por que los demás no podían ver lo que ella veía.

Por que nadie podía ver a aquellas personas casi transparentes, unas más bonitas que otras, pues varias de ellas tenían aspectos de lo mas terroríficos, con gruesos cortes en cualquier parte de su cuerpo o chorreando sangre a través de sus desgastadas prendas.

Ella no entendía nada ni era consciente del don que poseía, pero conforme fue creciendo, supo que aquello no era normal.

Y a partir de ahí, su vida cambio por completo.

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El sonido de la alarma de su celular hizo que su cabeza se separara bruscamente de la almohada de donde segundos antes, la tenía recostada; su mano se levantó en un movimiento perezoso e intentó apagarla presionando su dedo en cualquier parte de la pantalla, no tuvo éxito alguno hasta después de un par de segundos y después se desplomó de nuevo en su cama mientras soltaba un largo bufido.

La tentación de dormir otros cinco minutos más le vino a la mente, pero recordó que ese día tenía cientos de exámenes que la sola idea de ir a la escuela le parecía algo horrible.

Reunió toda la fuerza de voluntad que pudo y se levantó de su cómodo colchón de un salto para posteriormente caminar hacia la ducha, que no tardó mas de diez minutos y en menos de veinte ya estaba completamente vestido y con los tenis puestos.

Se miró en el espejo de cuerpo completo y sus ojos se posaron en su húmeda y blanca cabellera, la sacudió un poco con su mano y sonrió satisfecho, le gustaba que su cabello estuviera de manera desordenada, pues le daba un aspecto rebelde y en definitiva era más su estilo.

Recogió las llaves de su auto junto con su celular y se dispuso a bajar las escaleras para ir a la cocina, donde ya se encontraba sentada su pequeña hermana y su padre estaba de pie frente a la estufa terminando de servir el último plato.

—Buenos días —saludó mientras se sentaba en la silla a lado de su hermana.

—Buenos días hermano —respondió alegre la pequeña castaña

—Buenos días hijo —el mayor depositó el plato justo al frente del muchacho—. Será mejor que desayunes rápido o se te hará tarde.

El peliblanco solo asintió con la cabeza, no le preocupaba llegar unos minutos tarde a su primera clase del día, Historia no se le hacía muy interesante y el profesor Milo ya estaba más que acostumbrado a su constantes retrasos, por lo que no le encontró sentido estresarse por llegar a tiempo. 

Una vez acabado su desayuno de despidió con un beso de su hermana y con un movimiento de manos de su padre, caminó la corta distancia que había de la puerta de su casa a su modesto Spark color negro. No era el mejor auto de todos, pero que estuviera completamente pagado ya lo convertía en uno.

Pero antes de abrir la puerta del conductor, algo llamó su atención. Había mucho movimiento afuera de una de las casas cercanas a la suya, al parecer una nueva familia se estaba mudando, pues reconoció el camión de mudanzas del pueblo y el letrero de "SE VENDE" que habían colocado en el jardín había desaparecido.

❝Sempiterno❞ |CLJelsa4|Where stories live. Discover now