CAPÍTULO 9 | MEMORIA RESIDUAL

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Diario (#1)

No me gustan estas cosas, pero Ellin dijo que podría hacerme bien, así que lo intentaré...

Mi nombre es Afis, o por lo menos así fue como me llamaron mis padres adoptivos. Mis primeros recuerdos son de una mujer de avanzada edad tomándome entre brazos; sus orejas puntiagudas en la parte superior de su cabeza se perdían entre su aún abundante cabello blanco y rizado que reflejaba algunos destellos de la luz de la luna.

Me cubrió con una manta y me llevó a su hogar junto a su esposo, un hombre que, pese a verse viejo por las numerosas arrugas en la cara, tenía una gran musculatura. Ellos eran dueños de una pequeña granja donde se dedicaron a cultivar principalmente maíz, tomate, trigo, algunas bayas y frutas, entre otros; ahí fue donde pasé mis primeros años de vida.

Nuestra región es cálida la mayor parte del año, además de que los suelos son muy fértiles, consecuencias de vivir casi a un lado de la región volcánica de Faiste.

Mi crecimiento fue muy rápido a comparación de los otros Alepourias, raza de la que se compone la población de nuestro pueblo, con decir que para cuando cumplí mis primeros cinco años ya había pasado por mi niñéz y adolescencia, obteniendo una apariencia comparable a una chica de 16 años y digo comparable, por que en vez de cola y orejas de zorro, tengo pequeñas y finas plumas rojizas en mi espalda alta, hombros y parte de mis brazos junto a una grande del mismo color en mi cabeza, la cual hacía la función de cola reaccionando a mi estado de ánimo.

Fue en mi sexto cumpleaños cuando me confesaron que ellos me adoptaron al encontrar mi huevo abandonado a medio campo y que yo pertenezco a la raza llamada Aetora... no fue ninguna sorpresa para mi, para ese momento ya había aprendido a leer, con lo que aprendí muchas cosas en los pocos libros que conservaba mi familia , entre ello regiones, leyes y por supuesto razas, además ¿no se les habría hecho raro que nunca pregunté por que ellos tenían cola y yo no? ellos se veían muy preocupados al contarme ésto, pero simplemente me acerqué y los abracé, no me importó nunca mi origen, lo que me importaba era el presente, y en el estaban ellos como mi única y verdadera familia, por lo menos hasta ese día...

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Perspectiva de Diana

Diana - ¡Hasta qué hora vas a dormir! ¡Levántate!

Jalé la cobija de Mary hasta que la termine tirando de la cama, como se envolvió completamente en la gran cobija verde, parecía una oruga gigante mientras se retorcía en el suelo.

Marisa - No Lalo, no quiero lanzarme por esa rampa... ¿eh? ¿Que pasa?

Parecía desorientada, aún un poco sumergida en su sueño.

Diana - Dijiste que iríamos temprano a ver el espejo ese de las habilidades ¡Ya casi es medio día!

Me parece muy tierno cuando se talla los ojos ya que infla un poco sus cachetes mientras su pluma se agita de arriba a abajo. Torpemente comenzó a moverse para salir de su capullo: una pijama de una sola pieza de color blanco con pecas verde olivo cubría su cuerpo y su pelo suelto estaba hecho un desastre; tenía un libro viejo y muy maltratado en su mano izquierda, el cual colocó dentro de un cajón en un mueble sobre el cual estaba una lámpara mágica apagada pero aún caliente.

Marisa - Perdona, me quedé leyendo el diario de la cabaña...

No me había fijado, pero sus ojos estaban un poco rojos. Su mirada mostraba preocupación con un poco de intriga.

Aquella vez en que me convertí en una mestizaWhere stories live. Discover now