ᴄɪɴᴄᴏ

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Un vehículo oscuro se detuvo frente a una amplia construcción. Natasha y el doctor Erskine bajaron dejando que el soldado que estaba conduciendo llevara el automóvil hasta la cochera. 

-Parece un lugar tranquilo -comentó la mujer. 

-Eso es porque no has visto nada -sonrió el científico-. Vamos, hay que acomodarnos. 

Romanoff lo siguió de cerca. Los pasillos parecían todos iguales, con paredes grises y altas, lo que hacía fácil que alguien pudiera perderse. Bajaron las escaleras hasta donde la luz natural ya no podía ingresar. 

-Bienvenida al área de Ciencia y Estrategia -habló su jefe, entusiasmado. 

Natasha tomó el sombrero y el maletín que Erskine le pasó. El hombre le enseñó una sala grande que tenía todos los implementos de un laboratorio. Máquinas desconocidas, cristales con fluidos de colores y largas mangueras de diámetro pequeño. También había un escritorio pequeño en un rincón cerca de la entrada. Ese era su nuevo espacio de trabajo. El científico ahora tenía una mesa de hormigón muy larga con una pequeña grada en el centro que se extendía de un extremo a otro. 

-No hay mucho que arreglar aquí, pero te iré mostrando los cuidados básicos a tener en cuenta. 

Había batas blancas colgadas en un perchero, así como otros elementos de protección.

-Dr. Erskine, es un placer verlo aquí -habló un hombre de estatura media, cabello corto y bigote cuando atravesó el umbral. 

-Stark, déjame presentarte a Natasha Romanoff, mi asistente. 

El hombre le pasó la mano a la rubia. Ella le saludó con una sonrisa que fue correspondida por el millonario. La expresión risueña del científico la desconcertó un poco. En las fotografías que había visto, Howard Stark tenía varios años más encima y su mirada era severa. Algo debió suceder para cambiarlo de esa forma. 

-Yo me encargo de construir la máquina que ayudará a activar la fórmula de Erskine, así que estaremos en contacto frecuente -comentó el hombre-. Más tarde puedo darte un recorrido privado por mi laboratorio -Howard le guiñó. 

-De acuerdo -dijo antes de regresar a su escritorio.

Su jefe le enseñó todas las instalaciones. A unos pasos del edificio científico había dos tinglados separados por un pasillo. El primero sería el lugar donde dormirían los soldados reclutados  y el segundo era el ala médica. A la mañana siguiente llegarían los veinte hombres que serían entrenados como posibles sujetos viables para el Proyecto Renacimiento.

-¿Algún problema? -inquirió Abraham al ver que Natasha fruncía el entrecejo. 

-No hay nada que indique que Steve Rogers pueda sobrevivir a todo el entrenamiento militar -comentó cerrando el expediente. 

El hombre mayor se sentó frente a ella. 

-Tengo una corazonada ¿sabes? El joven Rogers logró convencerme de ingresar. Quiere hacer algo por su país, tiene convicción -soltó una carcajada-. ¿Sabes que ha intentado enlistarse en varias ocasiones? Se arriesgó a ir a prisión porque quería servir. 

Ella suspiró y luego asintió. Erskine debía estar cansado de exponer sus motivos para elegir a ese hombre pequeño y enfermizo. Él no tenía la obligación de explicarle nada a ella, pero era amable y trataba bien a todos los que estaban a su alrededor. 

-Bien, nos veremos mañana temprano. Quiero estar presente cuando comiencen a entrenar -dijo el hombre. 

Romanoff guardó todas sus cosas, apagó las luces y fue hasta su habitación. Las mujeres del campamento habían sido ubicadas en parejas. No había espacio suficiente para asignarles espacios privados como a los militares de mayor rango.

Target | Romanogers ♥️Where stories live. Discover now