ᴠᴇɪɴᴛᴇ

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Romanoff tenía la cabeza abajo y sus extremidades estaban amarradas a la silla en la que yacía. Tenía el labio roto después de las bofetadas que le habían dado. La habitación estaba poco iluminada y un hombre asiático muy corpulento la observaba desde un rincón de la habitación. 

-Vaya, vaya, miren el pequeño regalo que me han enviado -Un hombre castaño y con grandes anteojos ingresó a la sala. 

Natasha no dijo nada, siguió con la mirada baja. El recién llegado se detuvo frente a ella, dejándole ver sus impecables zapatos italianos y la zona baja del pantalón del traje gris. Con una mano, la tomó del mentón para levantar su cabeza y observar su rostro. 

-Repíteme lo que le dijiste a mis hombres -llevó un dedo hasta su cortada en el labio de la mujer para hacerla arrugar el rostro. 

-Andon Vasilev me envió para que le entregue el paquete que traje -explicó fingiendo una mirada aterrada. 

Frente a ella, Alonzo Ricci, el hijo de una de las seis cabezas de la mafia europea, sonrió mostrando sus dientes. El hombre olía a alcohol y a cigarrillos. Había abandonado un show privado en el club para adultos que administraba. Ricci se acercó para tomar el paquete que había estado custodiando el hombre del rincón. Sacó una navaja para romper la envoltura de color ocre. Adentro había una bolsa de tela aterciopelada negra. 

-Suponiendo que son reales -dijo enseñando los pequeños diamantes que había recibido-, esto no completa la cantidad que me debe Andon. 

-No me robé nada. 

El italiano soltó una carcajada. 

-Lo sé, querida. No estoy diciendo eso... -guardó los diamantes de vuelta en la bolsa y arrojó esta hasta el otro hombre-. Creo que mi querido Andon te ha enviado como parte de pago. Sabe de mi debilidad por las pelirrojas voluptuosas -hizo una señal para que los dejaran solos. 

La mujer cerró los ojos al sentir que el hombre se inclinaba en su dirección para olisquear su cuello. El italiano comenzó a bajar el cierre frontal del vestido. Natasha esperó a que se acercara más para golpearlo con su cabeza y liberar sus manos. Ricci retrocedió aturdido y buscó su navaja para hacerle daño, pero era fue más rápida y lo golpeó con el codo, haciéndolo caer en el piso. Liberó sus piernas para levantarse y comenzar a revisar los bolsillos del millonario. Encontró su celular en uno de los bolsillos y acercó la pantalla al dedo del hombre para desbloquearlo. Rápidamente fue hasta la opción de ajustes y volvió a utilizar la huella digital del italiano para desbloquear de forma permanente el dispositivo. Recogió sus tacones que estaban contra la pared y abrió la puerta. 

En un puente peatonal cercano y con poca iluminación, un hombre estaba recostado contra el parapeto de ladrillo visto mientras fumaba un cigarrillo. Estaba vestido con un saco negro y largo. Observaba el movimiento de los automóviles debajo suyo muy pendiente del cronómetro que estaba encendido en su celular. Los pasos apresurados de una mujer lo llevaron a detener el conteo.

-Cuarenta minutos y siete segundos -habló el castaño antes de apagar su cigarrillo contra el ladrillo.

Natasha rodó los ojos y le entregó el celular.

-¿De verdad estabas contando el tiempo? Creí que el hecho de que pudiera conseguir acceso en menos de los tres días que implicaba tu plan ya sería suficiente, Barton. 

-Apenas es el inicio, así que para futuras referencias es bueno llevar un registro de cada avance. ¿No te parece? 

-Es una buena idea. Vayámonos de aquí. 

 

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