Capítulo 4. El mundo es un pañuelo

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JON

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JON

Me despierto cuando unos tímidos rayos de luz, que se cuelan entre las cortinas, inciden en mi cara. Me tapo la cara con la sábana y me doy la vuelta para mirar hacia la pared y seguir durmiendo. Segundos más tarde, caigo en la cuenta que el sol no sale antes de las 7:00, hora a la que me tenía que despertar. Con gran rapidez, busco mi móvil y miro la hora. Son las 7:56. Mierda, me he dormido.

Me levanto de la cama de un salto, haciendo uso de la poca coordinación que puedo tener minutos después de abrir los ojos y vuelvo a notar una leve molestia en la rodilla. Doy por perdida la primera clase porque es imposible que a las 8:00 esté en la universidad. Me dirijo al baño para darme una ducha que consiga despejarme y me visto con una camiseta blanca y unos vaqueros.

Después de admitir que apareceré en la universidad para la segunda clase, preparo mi bolsa de deporte para el entrenamiento de esta tarde.

El tiempo se me pasa volando y cuando me quiero dar cuenta, ya estoy en el coche conduciendo hacia la universidad. Vivir a unos quince minutos de distancia en coche supone que no haya sido necesario mudarme a otra ciudad e independizarme, por lo que sigo viviendo en casa de mis padres.

Aparco el coche en el parking de la facultad. Cojo mi mochila y camino hacia el gran edificio con la fachada de color blanco. Antes de entrar, paso por la cafetería y me tomo un café, indispensable para activarme y no dormirme en clase.

Cuando faltan diez minutos para el comienzo de la clase, accedo a la facultad por la puerta que conecta el edificio con la cafetería. El aula está vacía, exceptuando un pequeño grupo que está charlando animadamente en una de las primeras filas. Sin embargo, me siento en una de las mesas al final de la clase y saco el móvil para matar el tiempo.

A medida que van pasando los minutos, mis futuros compañeros van ocupando los asientos que quedan libres.

El profesor de Psicología del Desarrollo aparece por la puerta un par de minutos antes de lo esperado. No obstante, no es eso lo que me sorprende, sino la chica de pelo castaño, que entra riéndose detrás de él, acompañada de otra varios centímetros más alta que ella. Es ella. La chica de las mil teorías con su amiga, la que discutió con aquel chico en la fiesta de junio.

Ambas se sientan en el otro extremo del aula y no puedo evitar mirar a Claudia. Podría haber imaginado coincidir con ella en cualquier lugar y situación, pero en la misma clase de la universidad no era uno de ellos.

—Buenos días, la hora de clase de hoy la dedicaré a hacer una breve presentación de la asignatura y el próximo día empezaremos con la explicación del temario. Antes de empezar voy a pasar lista, cuando diga vuestro nombre no levantéis la mano como los del otro grupo. —Suspira—. Contestad sí, yo, aquí o cualquier cosa así.

Acto seguido, alza el tono de voz para pronunciar el primer nombre de la lista y seguir con los demás por orden alfabético.

Cuando dice mi nombre en voz alta, Jon Núñez, y respondo, al igual que las veces anteriores, todos se giran para saber de donde proviene la voz. En la parte izquierda, veo una cabeza asomarse entre otras y no me hace falta más de un segundo para reconocer a Claudia Moreno. En el momento que nuestros ojos se encuentran, cambia la expresión de la cara y su boca se abre de forma muy sutil, como si estuviera sorprendida por verme aquí.

Entre mis labiosWhere stories live. Discover now