Capítulo 24: RIP Sawney y Bean

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Daira se removía en las sábanas

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Daira se removía en las sábanas. Con los ojos cerrados y la respiración agitada, mientras la oscuridad la rodeaba.

El capitán le había ordenado tratar de dormir toda la noche, y el precio ahora estaba siendo un recuerdo en sueños.

La agente Daira había entrado en una casa luego de volar la puerta con su poder. Al entrar un hombre tembloroso se lanzó hacia el suelo y se cubrió la cabeza.
-¡Por favor!- suplicaba.

Daira lo tomó del cuello para alzarlo y después arrodillarlo con fuerza. Pero el hombre seguía llorando.

Por el hueco de la puerta entró Olcroft, con una sonrisa triunfal.
-Ah, amigo mio- saluda
-No debiste tratar de alertar a la policía militar, aunque claro... ¿cómo ibas a saber que tenía dos infiltrados en la misma-

-Te lo suplico- susurra el hombre -¡Olcroft, hice lo que me pediste!-

Olcroft hace una seña hacia afuera y de inmediato entran varios funcionarios de la mafia que comienzan a tirar cosas en la casa del hombre. Sobre la mesa pusieron botellas y botellas de alcohol y unas cuantas pastillas regadas.

-Tranquilo, la escena de tu inoportuno suicidio está quedando perfecta... ante cualquiera eres un sucio alcohólico que probablemente alucinaba y ahora murió por mezclar su bebida con la medicina... Agente 13-

Daira alzó su mano hacia él y lentamente su poder comenzó a reflejarse dentro del cuello del señor. Su traquea estaba cerrada, pero le dolía mucho.

El pobre hombre se retorcía, haciendo ruidos dolorosos que ahogamiento y su rostro se ponía tan rojo como ña sangre dentro de ella. Sus pupilas se oscurecieron e irritaron y en un par de segundos más, murió.

Daira lo dejó sentado y recargado sobre la mesa, con la mano llena de pastillas.

-Bien hecho... otra misión cumplida- sonrió el jefe antes de acariciar el cabello negro de la agente que solo miraba seria hacia al frente.

Daira se despertó de golpe. El sol ya había salido. Respiraba muy rápido y una fina capa de sudor la cubría por completo.

Al levantarse, algo temblorosa, caminó hacia la puerta del baño para ducharse, pero sentir el agua sobre ella dió paso a un nuevo sentimiento, que la atacó, en los más profundo de su pecho y subiendo por su garganta.

Era como un golpe en el corazón, que presionaba su pecho.

Soltó un sollozó y luego dos. Sin poder evitarlo, comenzó a llorar en la ducha, mirando sus manos, tan culpables, tan manchadas. De un auténtico monstruo, una abominación asquerosa y ruín.

Ni siquiera se bañó bien, solo se quedó bajo la ducha un par de minutos más hasta que pudo dejar de llorar. Sentía un poco de vergüenza de que cualquiera supiera lo que había pasado, así que respiró profundo y cerró la ducha para salir y vestirse con el uniforme limpio.

C O N T R O L | Levi AckermanWo Geschichten leben. Entdecke jetzt