Prólogo

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—Te amo.—

Un espasmo recorrió todo su cuerpo, ¿Qué clase de broma pesada era esta? La chica más alta  se quedó a medio movimiento, como instinto retrocedió confundida.
Un momento venia aquí con sus amigos para desquitarse con esta chica y ahora se hallaba congelada retrocediendo como si de un animal peligroso se tratase.

—Q-que estas…— susurró.

La otra, más pequeña y semi-arrodillada en el suelo rió con ganas, poco le importaban su ropa de colores claros y pulcra ahora estuviese llena de lodo y demás porquerías, mucho menos le interesaba la humillación, el dolor, la impotencia…

—Siempre me subestimaste ¿No? Jamás te importaba el dolor que me provocabas, la humillación que pasaba todos los días gracias a ti, jamás te detuviste a pensar...— se interrumpió a si misma en un hilo de voz -Y sin embargo nunca me importo, veía algo en ti que los demás no— tomó una pausa, para frotarse los ojos ya enrojecidos- y aun así no pude evitarlo, me enamoré.

Hubo un silencio incomodo, para la chica en pie el mundo empezaba a girar dolorosamente. Le faltaba el aire, ni una sola palabra salió de su boca. Trato de recomponerse, avanzó pero el paso le temblaba. No sabía que haría, ¿golpearle o acaso algo más? Esto era inesperado, tenía sentimientos encontrados.

—Jajá ¡Pero mira que ridícula!— Se adelantó una de las integrantes del grupo que se arremolinaba detrás lanzando risillas —¿No te parece Jenny?—

La aludida aún se encontraba estupefacta, reacciono un poco mirando la situación de nuevo cabizbaja. —Si, supongo que si…

Si su compañera detecto el desgano, le dio la mínima importancia ya que le parecía mucho mejor seguir con la diversión.

—¡En serio! ¿Quién diría que resultarías con esos modos?— le dio un fuerte empujón haciendo que cayera de lleno al lodo de nuevo. La tomo de un brusco agarre del cabello color canela atrayéndola hacia sí misma. —Qué asco me das.— Le susurró en la oreja lanzando risotadas.

Esto animó al resto de la pandilla, sin esperar empezaron a hacer lo mismo, entre empujones, golpes, estirones pero podría jurar que por un instante, por una fracción de segundo vio algo parecido a una sonrisa venir de la chica.

—¿Haces los honores?— Le dijo alguien, sosteniendo de forma cruel a una chica bastante maltratada. Ella dudó, no había hecho más que ver todo fríamente; no estaba ya tan segura de seguir con esto.

Sin embargo, la pandilla era como era.

Y como líder, ella era la viva imagen de todo ello.

Fingió la sonrisa más natural que pudo y se encargó del resto. Uno que otro golpe menor, algo de humillación, lo de siempre.
Quería acabar con ello rápido, encontró el charco más grande y sucio que hallo dejando caer a la chica en él.

Algo no estaba bien con ello, las facciones de esta se veían lastimosamente derrotados, sin motivación. No dio nada de pelea.

Los demás sonrieron complacidos, su allegada le rodeo los hombros con confianza llevándosela lejos a grandes pasos con gritos y risas.

Miró distraída sobre su hombro, solo un breve momento. Y sus miradas se encontraron; jamás sabría decir que decía su propia mirada. Pero sí que veía la de ella.

Vio dolor y decepción. Unos grandes ojos vacíos que le reprochaban.

Un sentimiento que le perseguiría por un largo tiempo después,  sin embargo giro la mirada olvidándose aquello.
Después de todo era lo de siempre, no importaría mucho a la larga.

Hate Me, Fight Me, ¿Love Me?Where stories live. Discover now