Universidad

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—No sé cómo vas a lograrlo—
—¡Oye! No seas tan grosero— dijo con el ceño fruncido una chica de 18 alta, de forma grácil y una vestimenta oscura como si viniese de un concierto de rock.
El aludido levanto la vista y sonrió levemente. —Lo siento, pero es que estos resultados no me convencen.— Le dijo mientras echaba otra ojeada a la hoja de la guía la cual más que nada se hallaba repleta de marcas en rojo.

—Sé que si me esfuerzo un poco más…
La mirada del chico mayor se suavizó, posó suavemente la mano en la cabeza de la chica dándole consuelo.
—Confío en ti Jennifer, puedes hacerlo. No te rindas, un poco más y ese examen será pan comido.— La cara de ella se ilumino con esperanza, como si de un niño en navidad se tratara, sonrió honestamente al desgarbado chico de 24 años.
—Gracias Al— dijo Jennifer melancólica. —No hay razón para que hagas esto, y sin embargo mírate, sigues aquí.

Alejandro estaba sorprendido, eran pocas las muestras tan sinceras y serias que venían de Jennifer. Involuntariamente rió con felicidad ante tal situación, aun cuando no era secreto para nadie que hacia todo esto por la petición del hermano mayor de Jennifer, a ese chico tan amable e inocente era casi imposible negarle ninguna cosa. Y más que nadie él era más vulnerable a todas esas peticiones.

—Tu hermano me lo pidió, y ya sabes— cerró los ojos y lanzo una breve sonrisa al aire. —No pude negarme.— Se acomodó los lentes de pasta con cierto sentimiento de vergüenza.
—Se ve que lo quieres mucho ¿eh?— La sorna se escurría entre cada palabra de Jennifer, sabía bien como provocar al chico. Y como esperaba, Alejandro pico fácil.

—¿¡Q-que estás diciendo!?— parecía turbado, había dejado aquella postura de chico serio para dejar paso a alguien que había sido atrapado en la jugada.
Estaba mal tomarle el pelo de aquella forma al chico, pero vaya que debía admitir lo divertido que era.
—Nada— dijo inocentemente, levantándose mientras recogía sus cosas. —Al fin y al cabo ya es hora de que me vaya.— Se acercó a darle un fugaz abrazo de despedida a Alejandro, sin embargo justo antes de separarse de él le susurró en tono serio.
—Si yo fuera tu actuaria rápido con mi hermano, si las cosas continúan sabes lo que sucederá.—

Sin esperar respuesta, Jennifer dio la media vuelta y salió del café donde habían estado hace poco, despidiéndose a lo lejos felizmente con la mano dejando tras de sí a un muy confundido Alejandro.

Le parecía bastante tierno la forma de actuar de Alejandro, aunque sacaba bilis al pensar en lo despistado que era su hermano. Era un chico muy parecido a ella en el físico y en el cabello bastante oscuro, pero con una personalidad irresistible para cualquiera, un chico en plenos veinte y tantos años amable, buena persona hasta lo inimaginable. El único defecto que parecía tener era lo poco conectado que parecía con su alrededor. Y eso siempre creaba una bomba de tiempo que terminaba explotando en manos de chicos como Alejandro.
Era bastante triste, pero solo ella parecía resentirlo de verdad, casi podía sentir algo, ¿envidia? No sabía explicarlo sin embargo era una melancólica opresión en el pecho.

Caminaba distraída, no habría podido darse cuenta a tiempo, y aun si lo hubiera hecho ni siquiera podría haberse detenido. El golpe fue seco y bastante duro, ambas figuras cayeron en direcciones contrarias aturdidas por el impacto. El dolor era punzante y bastante molesto, como pudo a través del dolor y el aturdimiento Jennifer se puso de pie.

Miro con furia recién nacida al culpable, para descubrir a una figura con capucha verde levantándose. “Maldito ciego” pensó con ira espontanea hirviendo en todo sí. Como los viejos tiempos.

La figura se irguió revelando ser por lo menos 20 centímetros más alta que Jennifer, de repente ya no se sentía tan segura…

Retrocediendo un poco ya sin tanto enojo, fulmino fríamente a aquella figura. Aquella capucha verde  se levantó, miró distraídamente a su alrededor con unos grandes ojos grises; la cara, cubierta con una gruesa bufanda roja.  Aquella fría mirada fue a parar en Jennifer quien aún seguía con cierto enfado, lo que reflejaban los ojos de la otra persona le sorprendió. Era como si le traspasaran, tan frio como un balde de agua.

Hate Me, Fight Me, ¿Love Me?Where stories live. Discover now