──𝑷𝒂𝒏𝒕𝒂𝒍𝒐𝒏.

231 61 22
                                    


El día de Lalisa podría decirse que iba relativamente bien. Se había levantado a buena hora, no había tenido sus peleas mañaneras con su vecina por cualquier mínima cosa que la anciana le culpara.

Llegó a su trabajo con una sonrisa. Saludó a su jefa y no fue ignorada como de costumbre. Suspiró y tomó su teléfono cuando éste vibró en su bolsillo.

──Rosé:

¡Lice, que tengas lindo día sis! Nos vemos a la hora de tu almuerzo para ir a comer juntas, no lo olvides, estúpida. Nos vemos, te quiero sis. ¡Suerte!

Sonrió al leer el mensaje de su mejor amiga.

──Lalisa:

Está bien, Rosie. Nos vemos más tarde.

Guardó su móvil cuando alguien entró a la tienda, era un cliente. Si le preguntaran a Manoban si la chica que acababa por la puerta era guapa, ella respondería con un rotundo sí, porque en realidad lo era.

─Hola, buenas tardes. ─ Hasta su voz es perfecta, pensó.

─¿Qué tal? Buenas tardes, bienvenida. ─ Regresó el saludo.

─Oye, ¿En qué pasillo están los gansitos?

─Es aquí derecho. ─ Lalisa señaló el pasillo.

─Gracias, gracias, ya vengo.

Cuando la chica llegó al pasillo gritó desde ahí; ─¡Hey!

─¿Qué pasó?

─¿Y los pingüinos?

─Ahhm... Búscale, por ahí deben de haber.

─No los, no los veo.

─Si wey, están ahí en la derecha.

─Dónd- ahh, ya. ─ La joven regresó a donde estaba ella. ─Ahí está, ¿Cuánto es?

─A ver son... Quince pesos por favor.

─Chido, ah por cierto, esto es un asalto. ─ Dicho ésto, la más baja sacó un arma.

─¿Ah?

─¡No te hagas wey, esto es un asalto!

─Entonces no quieres el gansito.

─Sí ahuevo.

─Pues cuesta quince pesos wey.

─Te crees muy graciosa animal, soy una asaltadora profesional, cabrona.

─Ya, ya, toma el dinero.

─Yo no vengo por tu dinero cochino.

─¿Qué quieres? Te puedes llevar el gansito también.

─No, no. Dame tu pantalón.

─...Qué we. ─ Lalisa estaba sorprendida.

─¡Dame tu pinche pantalón!

─Está bien, está bien. Ahí está. ─ Lalisa se quitó sus jeans negros, quedándose sólo con su ropa interior. Retiraba todo lo antes dicho, su día no podía ir más de la mierda.

La otra chica los tomó y sonrió.

La campana de la puerta volvió a sonar, alguien más había entrado. "Que no sea otra asaltadora, sólo tengo unos pantalones" Pensó Manoban.

─Hey, hey. ¿Por qué suena tanto ruido aquí?─ Su jefa Jennie había llegado.

─¿Usted quién piñas es?

─Soy la encargada de la tienda y... — La mujer había dejado de hablar al ver a su empleada. ─Lalisa, ¿Por qué no tienes tu pantalón?

─Hacía calor.

─Me vale madres quién sea usted ok, esto es un asalto. ─ Dijo Jisoo.

─Lalisa, ¿Ya pagó el gansito?

─No, todavía no.

─¿Y ya pagó por ese arma?

─¿Qué? No mames, yo la traía desde mi casa. ─ Ahora fue el turno de Jisoo de responder.

─A ver, cómo me prueba que no la agarró de aquí.

─No mames, no venden armas aquí puñetas.

─¿Pagaste por ella o no?

—Pos no.

─¡Pues págala!

─Eh, wey es mía.

─Tenemos cámaras de seguridad para saber si te la agandallaste o no.

─Pues míralas, no me la agandallé.

─Tons de dónde la sacaste wey.

─...Yo ya la tenía we.

─¡Lalisa, ponte el pinche pantalón!

─Ah, chale, se sentía bien rica la brisa veraniega. ─ Murmuró.

─Y tú paga el pinche arma, no te hagas pendeja.

─Te juro que es mía wey, mira, hasta tiene escrito mi nombre aquí abajo. ─ Jisoo le enseñó su arma.

─A ver si es cierto. ─ Jennie se inclinó y efectivamente leyó arma de Jisoo la asaltante. ─Ah no mames, sí cierto.

─Te dije imbécil.

─Bueno, ya. Todos se pueden equivocar.

─No wey, desconfiaste de mí.

─Tá bueno, perdón.

─No, no, wey. Tienes que demostrar que realmente lo sientes.

─A ver, ¿Qué quieres?

─El pantalón de esa vata y su número. ─ Jisoo apuntó a Lalisa.

─No mames pa' qué. ─ Dijo Jennie confundida.

─Oh... Pues es mi pedo wey.

─Pues bueno, Lalisa, dale el pantalón y tu número.

─Pos ahí te va. ─ Lalisa volvió a darle su pantalón y escribió ahora su número en un pequeño papel antes de entregárselo a la chica que le asaltó.

─Prrrfecto. ─ Habló sonriente.

─Hey, hey, son cien pesos.

─¡Chinga! ¡¿Por qué?!

─Esto es una tienda wey, ¿Qué esperabas?

Jisoo suspiró y sacó su billetera, después le dió el dinero a la mamona de la jefa. ─Ahí te va.

─Gracias, vuelva pronto.

─Sisi a la chingada. ─ Fue lo último que dijo Jisoo antes de salir.

─Ah, otro cliente bien atendido. ─ Jennie se relajó. ─Lalisa, ¿Y tu pantalón?

─Se lo acabas de vender a una asaltante.

─Pero pagó por él, ¿No?

─Pues sí.

─Ah pos todo bien.

🎉 You've finished reading ✧ 𝙟𝙪𝙨𝙩 𝙮𝙤𝙪𝙧 𝙥𝙖𝙣𝙩𝙨 ; 𝘭𝘪𝘴𝘰𝘰 🎉
✧ 𝙟𝙪𝙨𝙩 𝙮𝙤𝙪𝙧 𝙥𝙖𝙣𝙩𝙨 ; 𝘭𝘪𝘴𝘰𝘰Where stories live. Discover now