Capítulo Trece

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Thiago Miller

Besaba sus suaves labios mojados por la lluvia y mi saliva. Hasta que empecé a sentir algo fuerte en el pecho. Mi cuerpo empezó a temblar. No sé el porqué quise hacer esto. Supongo que tenía la curiosidad de volver a sentir sus labios con los míos.

Volví a temblar.

—¿Thiago? ¿Qué pasa?

Seguía temblando muy fuerte hasta que mi cabeza dio un giro y estaba mareado. Mi cuerpo se tambalea y caigo al suelo. Todo se puso oscuro y escuché a Hanna gritar mi nombre.

***

Era lunes por la mañana. Recién me había levantado y me había duchado.

Un día sin saber de Hanna me había hecho sentir mejor. Mi madre me había contado que había salido con su padre a un domingo familiar o algo así. Creo que es una costumbre de padre e hija. Y eso me hizo pensar en la madre de Hanna. ¿Qué pasaría con ella y por qué no vive junto con su hija y su esposo?

Después decidí bajar a la cocina. Tenía un poco de hambre y debía hacer algo de desayuno. Mi madre se había ido al hospital y me tocaba a mí mismo preparar algo de comer. Me vestí con unos shorts verdes oscuros y una camiseta con mangas cortas de color gris. Iba bajando las escaleras cuando escuché que alguien que cocinaba. ¿Mamá había regresado ya?

—¿Mamá? ¿Ya estás aquí?—Fui hasta la cocina y la vi allí de pie delante de la estufa cuando se giró hacia mi.

—Buenos días—dijo con una sonrisa.

—¿Qué haces aquí, Hanna?

—Vine a hacer el desayuno. Tu madre no estaría hasta la tarde y me pidió hacer algo para ambos. Mi padre tampoco está en casa.

—Pues debiste hacer desayuno para ti en tu casa ¿no crees?—dije cuando empecé a caminar hasta la encimera en el centro de la cocina.

—No. Tu madre me pidió que viniera y aquí estoy. Solo espero que me hayas perdonado de verdad.

—¿Y si no hablamos de eso?—dije cuando me senté en un taburete—Ni de todos lo demás. Ni de...

—¿El beso? ¿Del desmayo bajo la lluvia?—me interrumpió.

—Sí. De eso. Y lamento lo del beso.

—No lo lamentes—dijo colocando un plato con wuaffles en frente de mi, encima de la encimera. Tiene buen aspecto y miel de maple por encima y un tener al lado del plato—. Deseaba que lo hicieras de todos modos. Sino lo hacías, lo haría yo otra vez.

—¿Estás bien?

—Sí, ¿por qué?—dijo con un sonrisa. Dio una vuelta y apagó la estufa para volver a sentarse a mi lado en un taburete y con un plato de wuaffles.

—Estás... extraña. Muy sonriente.

—Y cómo no estarlo si estamos bien.

—Aún no te perdono todo lo que me haz hecho.

Llevó un trozo de wuaffles a su boca con el tenedor—Sí. Quisiera hacer algo para que me perdones por completo.

—Con que no hagas nada, haces mucho aunque no lo creas—miré la encimera y vi dos vasos de zumo. ¿Y cuándo los colocó allí?

—Come—dijo masticando y señalando mi plato con su tenedor—. No cocino tan mal—hace una pausa—. Espera... ¿No te gustan los wuaffles? Mierda. Puedo hacerte otra cosa—hizo ademán de levantarse del taburete y la detuve con un brazo.

A Través De Tu Ventana ®© #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora