Capítulo 1

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Correr. Solo eso podía hacer. Escuchaba decenas, quizás cientos, de pasos detrás mío y tenía la sensación de que si llegaban a mí no querrían precisamente hablar. No sabía el por qué me perseguían, ni siquiera sabía que hacia allí, pero solo podía huir de aquellos extraños. Afortunadamente no había maleza que impidiera mi huida, pero si estaban las frondosas ramas, de aquellos arboles rojos que estaban en todo ese bosque, que se interponían en mi camino aleatoriamente, haciendo que me deslizara y perdiera velocidad por algunas milésimas de segundo. Y era gracias a estos que los pasos se oían cada vez más y más cerca, haciendo que el terror se empezara a adueñar de mi mente. Pero no podía parar, tenía que seguir corriendo. Tenía que vivir. Pronto el bosque rojo empezó a dejar de ser tan espeso y divise a lo lejos una gran llanura con altos pastizales que, por alguna razón, eran rojos también.

En el momento en el que entre en pastizal el ruido de los pasos desapareció y espere agachada unos minutos para comprobar que no había ningún peligro. Pero nada ni nadie llego. Solo hubo un inquietante silencio que me ponía los pelos de punta. Desafortunadamente la calma no duro, puesto que la tierra empezó a sacudirse y sentí como poco a poco esta se elevaba hasta que formo una gran montaña, dejándome en la cima, donde se había formado una meseta de considerable tamaño. Me acerqué a la orilla y pude ver que el bosque en el que había estado se extendía tanto que se perdía en el horizonte. Era una vista increíble.

Al darme la vuelta note que se había formado un gran montículo con una enorme puerta dorada en la parte inferior, a la cual me acerque para abrirla, pero esta se abrió, antes de que lograra tocarla, dejando ver una inmensa oscuridad que parecía que fuera a engullirme en cualquier momento. Sin embargo una fuerza desconocida me obligo a entrar y las puertas se cerraron inmediatamente cuando estuve totalmente adentro. Pronto varias antorchas se encendieron y un rayo de luz entro desde un vitral que había en la parte superior de aquella sala enorme. Había muchas puertas en cada pared, incluso en la de la entrada y en todo el centro del lugar se encontraba una estatua de gran tamaño, la cual era convenientemente iluminada por la luz del vitral. Aquella estatua representaba a una hermosa mujer sentada en un trono, junto a un águila, que debía de ser de plata, mientras que en los pies de la estatua había diferentes ramos de flores marchitas, armas y escudos oxidados y una que otra moneda. No sabía por qué pero los ojos de esa mujer imponían respeto, aun siendo de piedra.

Pronto empecé a intentar abrir aquellas puertas, incluso la gran puerta dorada, pero ninguna cedió. Estaba encerrada en aquel lugar. Me centre tanto en mis pensamientos que no note que había aparecido otra presencia en aquella sala, en las piernas de la estatua, observándome como iba de un lado a otro pensado en alguna solución o vía de escape.

—¿Quién eres? —pregunto la desconocida, haciendo que me sobresaltara.

—Si usted es la dueña de este lugar le pido disculpas por haber entrado sin invitación, pero mi vida corría peligro si me quedaba afuera —respondí nerviosa, a la vez que me giraba para mirar de frente a la extraña. Llevaba puesta una capucha que no me dejaba ver bien sus facciones, a pesar de esto podía apreciar un brillante par de ojos dorados.

—Todo aquel que se atreva a pisar estas tierras pone su vida en juego y, efectivamente, este lugar es mi hogar, pero eso no responde mi pregunta ¿Quién eres? —dijo firmemente la extraña.

—Mi nombre es Victoria. Victoria Ealdor —conteste mirándola fijamente—. ¿Y usted es...?

—En otros tiempos fui conocida como la Gran Bellaria, pero ustedes ya se han olvidado de eso con el paso del tiempo —exclamó Bellaria quitándose la capucha, dejando ver un abundante cabello rojo y una pálida piel blanca—. Te estaba esperando Victoria, mucho más de lo que te puedes imaginar.

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⏰ Last updated: Nov 18, 2021 ⏰

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