VII

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El viaje en ferry temprano por la mañana de nuevo a Mýkonos fue un asunto silencioso. Kara apenas dijo dos palabras a Lena después del incidente en el dormitorio de la morena. La asistente de Luthor volvió a usar la misma manera distante que tenía cuando llegó Lena a Grecia. La rubia parecía miserable y Lena lucía como si su corazón se rompiera. Fue un testimonio de lo bien que Lionel Luthor en realidad conocía a su hija, porque si el hombre pensó que había algo fuera de lo normal, desde luego lo guardó para él.

Lena ni siquiera tenía ganas de mirar a nadie y mucho menos hablar. Una vez de vuelta en la hacienda, dijo que tenía algunas cosas en las que trabajar sobre la preparación de la excavación que iba a comenzar en dos semanas. Cerró la puerta de su dormitorio y se quedó allí durante todo el día.

Llegó a tomar una taza de té cerca del mediodía, pero ni siquiera el Bougátsa de Eliza, un pastel de crema dulce espolvoreado con canela y azúcar, podía tentarla. Lena notó que Eliza y Kara parecían estar discutiendo en el patio exterior. Sus voces eran bajas, pero Lena observó cómo Kara señaló fuertemente con sus manos y se alejó hacia el despacho de su padre.

Cuando Lena se ausentó de la mesa a la hora de la cena, Lionel Luthor miró a Kara para que le diera una explicación. Más allá de decirle al hombre que su mano derecha acababa de romper el corazón de su hija, que no era algo que Kara estaba ansiosa por hacer, podría ofrecerle muy poco. Cuando Luthor le sugirió que vaya a ver a su hija y le lleve un té si ella se sentía enferma, había poco que Kara pudo hacer sino cumplir la voluntad de su empleador.

“Señora Luthor...” dijo Kara mientras golpeaba suavemente contra la puerta de la joven. "¿Lena?" Su voz llamó suavemente una vez se dio cuenta de que no había nadie alrededor.

"Entre".

El primer pensamiento de Kara fue decirle a la morena que moviera su culo hacia bajo por las escaleras o las dos podrían despertarse en el fondo del mar Egeo por la mañana. Su siguiente pensamiento fue sólo abrir la puerta y llamar a la joven a cenar. Ambos escenarios se alejaron cuando Kara vio a Lena en la banqueta frente a la ventana, con las rodillas dobladas y los brazos envueltos alrededor de sus piernas. El sol estaba empezando a ponerse y la ventana fue abierta, la brisa soplando delicadamente en los mechones de cabellos negros que enmarcaban su exquisito rostro. El color del sol dorado le dio a la mujer una imagen de una calidad etérea.

"Lo siento, Lena", fue todo lo que a Kara se le ocurrió decir.

"¿Qué es lo que sientes?" Lena parecía realmente sorprendida por las palabras de la Kara.

"Supongo que porque no puedo ser la mujer que deseas".

"Creo que ese es mi problema... eres la mujer que quiero" respondió Lena, mostrando una especie de derrotada media sonrisa.

"No dirías eso si me conocieras, me refiero si realmente me conocieras. Cambiarías de parecer, si entendieras la clase de persona que era... que soy. Si supieras la forma en que trato a las mujeres", sostuvo Kara.

“Y, como eres tan mala, ¿consideras que el mal haría que cambie mi corazón si conociera tus secretos?”

Las cejas de Kara se fruncieron juntas y por un momento de descuido Lena creyó ver un profundo e insoportable dolor arremolinado dentro de esas profundidades azules.

"Sí". Respondió Kara. "Yo no soy quien crees que soy, Lena. Soy una mujer horrible, tenías razón el primer día".

Pasando a estar detrás de Lena, la azabache nunca vio las manos que temblaban ligeramente cuando Kara quiso poner a sus emociones bajo control. Kara cerró sus ojos fuertemente. ‘Sólo te hará daño por un tiempo corto, pequeña, y entonces podrás volver a Estados Unidos y encontrar una chica con la que puedas estar siempre’.

"Yo no soy el tipo de mujer que se enamora, Lena. Utilizo a las mujeres., tomo lo que quiero cuando lo quiero. Puedo ser sádica y cruel, y puedo cogerlas por una noche y ni siquiera querer conocer su nombre, y, a la mañana siguiente, puedo echarlas de mi cama sin importarme un bledo sus sentimientos". Kara respiró hondo para esta última parte. "Eres hermosa Lena, pero sólo pasaste a ser la mujer que estaba frente a mí en el momento en que estaba caliente. No veas más en ello que eso, no creas que me detuve anoche por algunas nociones caballerescas que tengas sobre mí. Me detuve porque me gusta mi trabajo y tu padre me paga muy bien para ver que estés a salvo. La prueba de ello es que salvé tu vida el otro día, y, a cambio tu padre me dio lo suficiente para un buen pago inicial de una nueva embarcación".

Kara respiraba con dificultad, pero lo escondía bien. Ella sabía que la única forma rápida de olvidar a alguien era encontrar una razón para odiarlo, no pensaba que sería demasiado difícil sonar repugnante para la joven y le estaba dando a la pelinegra muchas razones para ello. Lena nunca miró a la mujer alta, mantuvo los ojos fijos en el sol poniente.

"Mi padre te paga extra... ¿es por eso que has estado pasando tiempo conmigo?" la pequeña voz temblaba.

"Sí," respondió Kara con los dientes apretados. "Lo siento, Lena".

"Hey", Lena echó la cabeza hacia atrás, con la tensión de su mandíbula, una indicación de lo mucho que estaba tratando de contener las lágrimas. "Actúas como si estuvieras rompiendo mi corazón aquí. Por el amor de Dios que todo lo que hicimos fue beso. ¡Si me enamorara de todas las mujeres que besé después de la cena y unas copas nunca me levantaría de la cama!"

Lena pasó los dedos por sus cabellos, dispuesta a no desmoronarse frente a esta mujer. Lo último que quería era que Kara la viera llorar. "Por favor, dile a mi padre que voy a estar ahí en unos minutos".

Kara levantó una ceja, sorprendida. ‘Dios, esta chica tiene más tenacidad de lo que yo le daría crédito’.

Kara asintió con la cabeza mientras caminaba por la puerta y salió al pasillo. En el momento en que la puerta se cerró, las dos mujeres sintieron un dolor como el empuje de un cuchillo, girando en lo profundo de sus corazones.

Lena atravesó el gran garaje que albergaba una docena de coches deportivos, pasando por el gran espacio que estaba destinado a la limusina. Su padre había tomado la limusina y se había ido durante la noche, citando un ‘club de hombres’ y mencionando que no era lugar para una joven. Rodeó el coche azul brillante, asegurándose a sí misma que no tenía arañazos. El coche acababa de llegar hoy y mientras se deslizaba en el interior de cuero estaba feliz de estar detrás del volante de su graduación universitaria, una vez más. El coche ronroneó cuando giró la llave en el encendido y lo sacó del garaje con rapidez, sin encender sus faros delanteros hasta que estuvo en el largo camino de entrada de la finca.

Lena sabía exactamente dónde quería ir. Aceleró el coche y giró hacia el camino que la llevaría hacia abajo en Venetía, o la Pequeña Venecia. Habían pasado años desde que había estado en esta ciudad y más a la parte de la ciudad a la que se dirigía. Su corazón se sentía vacío y tenía un único objetivo. Quería estar sola, lejos de las miradas indiscretas de la Kara y quería a alguien para hacerla sentir bien.

Cuando por fin se detuvo delante del edificio de dos pisos con su balcón pintado brillante y el letrero que decía: To Spilaio, The Cave, sabía que estaba en el lugar correcto. Encontró fácilmente el estacionamiento rodeando la esquina, no había cambiado mucho. Prometió al joven aparcador de autos una propina considerable si nadie se atrevía a respirar siquiera sobe su auto, luego respiró hondo e ingresó por la puerta trasera.

Algunas mujeres levantaron la vista de su juego de dardos, pensaron que debía ser uno de los clientes habituales que venían a través de la puerta trasera a esta hora. La noche era joven y la cueva estaba casi vacía, pero Lena sabía lo que las próximas horas podrían traer. Cada cabeza se volvió cuando la bella morena se dirigió directamente a la barra. Mantuvo los ojos sin entrar en contacto con cualquier persona, y con mucho cuidado siguiendo la tradición, en griego, ordenó una botella de oúzo y dos vasos.

Con la elección de una mesa contra la pared del fondo, la azabache se sirvió un vaso de oúzo y dio vuelta el segundo vaso. Una mesa de veintitantas mujeres sonrieron ante la acción de la morena y empezaron a sonreír y bromear entre sí. Finalmente, una de las más valientes de ellas se puso de pie y se enderezó la chaqueta de cuero. Ella se acercó y se paró frente a la mesa de Lena. Al parecer, las dos tuvieron una conversación por unos pocos segundos, pero Lena nunca entregó la segunda copa, por lo que la joven sonrió de buena gana, y volvió a su propia mesa. Unos pocos más de los primeros clientes habituales probaron suerte en impresionar a la mujer con el cabello de ébano, que obviamente era norteamericana, pero hablaba perfecto griego. Lena nunca entregó la segunda copa, pero la morena sonreía mientras se servía una segunda copa del fuerte licor. La noche era realmente joven.

Kara selló el último sobre y en su pausado garabato preciso, ingresó las cifras en los libros de Lionel Luthor que éste miraría a primera hora de la mañana. Cruzó la habitación hacia la gran caja fuerte negra, que era casi tan alta como ella, puso los sobres de dinero en efectivo en una bolsa de lona y colocó la bolsa en un estante en el interior de la caja fuerte. Giró la cabeza, con la mano instintivamente yendo a la pistola siempre presente en la parte baja de la espalda, cuando vio a Clark pasar dentro de la habitación.

“¡Casi vuelo tu puta cabeza, idiota!” dijo Kara entre dientes.

“Yo... yo no sabía que eras tú” tartamudeó Clark. “Yo creí que te fuiste con ella”.

"¿Con quién?" preguntó Kara, cerrando la puerta de la caja fuerte y girando el mango antes de que ella marcara una serie de botones en un panel computarizado.

"La hija de Luthor" respondió Clark de un modo confuso.

“¿No está ella en su habitación?”

"No, ella dijo..." Clark miró a los ojos de Kara cuando la comprensión inundó sus facciones. "Ella dijo que se llevaba el coche para irte a buscar... y que ustedes dos saldrían fuera". Acabó lentamente.

“¿Ella no iba a ir por ti, Kari?”

La ceja de Kara arqueó tan alto que Clark sólo pudo balbucear unas cuantas oraciones en la cabeza, rogando a la Virgen por la protección del carácter de su mentora.

"¿Me estás diciendo lo que creo que me estás diciendo?" Kara hervía.

"Se ha ido" dijo Clark con toda la resignación de un hombre muerto. Kara dio la vuelta, salió de la oficina y tomó las escaleras hasta el segundo piso de dos en dos. Sin molestarse en tocar, abrió la puerta para encontrar una habitación vacía. Cerrando la puerta detrás de ella, Kara bajó las escaleras hasta el vestíbulo, dejando una serie de maldiciones a su paso que incluso hicieron ruborizar a Clark, el joven estaba maravillado ante algunas de éstas.

"Iré a buscarla" murmuró Clark a modo de disculpa.

“Tú”, Kara tenía su puño cerrado, con el brazo doblado hasta la mitad y dispuesto a darle un golpe al fornido hombre. Ella se detuvo y respiró hondo para obtener el control de sí misma. Clark no era tonto, pero no siempre era inteligente. Él permitió que Lena escapara, pero Kara sabía que ella también estaba en el extremo final de la cuerda también. La morena era astuta cuando quería serlo. “Tú... quédate aquí por si ella aparece. Si lo hace, llámame al celular”.

"¿Y si no lo hace?"

"¡Entonces es mejor que reces como para que Luthor no quiera darle a su hija un beso de buenas noches al llegar a casa!" casi gritó Kara.

Kara realmente no estaba segura por cuál lugar empezar. Fue por las playas y algunas de las discotecas locales, pero ni rastro de la pelinegra. Tratar de pensar como una joven inocente no era muy fácil. Además de los lugares locales ella no sabía dónde más Lena se atrevería a ir. De repente, la rubia frenó de golpe y salió de la carretera desierta. ¿He dicho inocente?

Ahora que lo pensaba Lena era cualquier cosa menos inocente. Era una mujer con el corazón roto y estaba lastimada. ¿Qué es lo que Kara desearía en ese caso? Echar un polvo, por supuesto, conseguir una buena borrachera y luego encontrar a una mujer dispuesta a ayudar a olvidar su dolor. Kara giró el coche desviándose a Kástro. Si Lena no estaba allí por lo menos Kara era una experta dónde se encontraba cada bar de lesbianas en Mýkonos.

Era la una de la mañana y The Cave estaba lleno para su capacidad. Lena había sido el punto focal de la noche, pero ella sabía lo que estaba buscando y no iba a quedar con nadie en este momento, no por un par de horas por lo menos. Estaba cerca de la mitad de camino de su botella de licor, pero bebía despacio mientras disfrutaba de unos mezés y fue capaz de mantener su ingenio intacto. Algunas de las mujeres eran atractivas y algo encantadoras, pero la morena mantuvo el segundo vaso sobre la mesa al revés, una silenciosa invitación a aquellas que quisieran captar su afecto, ya sea para un corto tiempo o para el resto de la noche. Si la mujer que esperaba decidía unirse había un pequeño piso de entretenimiento arriba, entonces se giraba el vaso y se servía una copa. Una vez que ingería la bebida y giraba la otra copa se sellaba un acuerdo. Simplemente significaba que la mujer era la suya por el tiempo que las dos quisieran. Era una simple tradición, pero seguida rigurosamente y las reglas se aplicaban estrictamente. Una vez que tomaste la libación ofrecida, la mujer era tuya y sin el dolor de los que habían tenido su ocasión y no lo habían conseguido. Esta tradición tendía a eliminar la lucha y prestaba la ocasión de tener relaciones sexuales ocasionales en el lugar. Era lo que The Cave era todo después de todo. El segundo piso era un estudio grande, sillones, sillas, cajas, pero no había ninguna luz. Una vez ahí podías hacer todo lo que quisieras con la persona que elegías para estar en la gran sala a oscuras, mientras que te rodeaban otras que hacían lo mismo, a veces de pie o acostadas a tu lado. Todo estaba consentido y podría ser suave o rudo según el gusto preferido. No había nombres, ni luces, y la mayoría de todo sucedía sin complicaciones. No había absolutamente nada de responsabilidad en ello y eso era exactamente lo que quería Lena.

Una sombra cayó sobre la mesa de Lena y al levantar la vista, sonrió. Muy alta, muy elegante y musculosa, pelo corto rubio que caía un poco en sus ojos, y cuando ella sonrío a los ojos marrones la otra también sonrió. Ojos marrones... bueno, supongo que no se puede tener todo.

La joven mujer alta saludó en perfecto inglés. Lena sonrió, pero devolvió el saludo en griego. Lena indicó a la joven que debía sentarse, pero aún no vertía una copa a su nueva compañera.

"Estoy pensando que no eres griega" dijo la joven en voz baja.

Lena se inclinó hacia delante hasta que sus codos descansaban sobre la mesa. "¿Eso realmente importa?" respondió ella en griego.

Su compañera se rió y sacudió la cabeza hacia atrás y adelante pensando que sin duda podría llevar a casa esta noche a la hermosa americana y contárselo a sus amigas.

Kara estaba saliendo de Pierro's, lanzó al encargado un billete y se acomodó en su coche. Eran las doce y treinta y realmente estaba empezando a preocuparse. Empezó a pensar que Lena podría hacer algo estúpido. Recoger una chica griega en un bar era una cosa, pero ¿qué pasa si la morena no cuida mucho su vida en general? ¿Trataría de hacerse daño?

No, eso no es el estilo de Lena... pensó, Kara. ¿Si quisieras echar un polvo a dónde irías? ¿Prostíbulo? Es posible, pero Lena es la última mujer en el mundo que tendría que pagar por sexo. ¿Y si ella no quería nada más que un buen polvo... sin preguntas... sin complicaciones...

"¡Oh, mierda!" Kara maldijo en voz alta. Una vez más se hizo una de ciento ochenta grados y aceleró el coche hasta la colina de Venetía.

Lena y la joven hablaron durante unos minutos más, pero Lena no había entregado la copa. La decepción fue notoria en los ojos de su compañera.

"Tal vez debería irme". Dijo la joven, levantándose. El decoro dictaba que ya no se quedara si Lena no ofrecía la bebida.

"No, por favor, quédate".

La joven se sentó e hizo un gesto con la botella y el vidrio.

"Tal vez", Lena ofreció una sonrisa seductora, con su mano rodeando la base de la botella, sus dedos tocándola con suavidad.

La desconocida alargó la mano y acarició tiernamente la mano de Lena hasta llegar a sus dedos. La morena sonrió perezosamente y miró como el toque de la joven dejó un rastro de piel de gallina en su piel. Lena cerró los ojos un instante por la placentera sensación, pero cuando volvió a abrirlos ya no estaba mirando a los ojos marrones de una desconocida, su mente dejó evocar una imagen de una mirada azul cerúlea y piel bronceada. Lena pensó que no era probable conseguir nada mejor que esto esta noche mientras tomaba la botella de oúzo.

Giró el grueso cristal y más de un sinnúmero de sonrisas, así como de suspiros se hizo eco a lo largo de la barra. Llenó el vaso con un shot de oúzo y se sentó, mirando fijamente a los ojos que se habían tornado decepcionantemente marrones una vez más. La desconocida sonrió ligeramente mientras levantaba la mano para aceptar la bebida.

Unos dedos delgados se robaron el vaso justo cuando los dedos de la desconocida rozaron la parte exterior del mismo. Lena miró furiosa a Kara cuando se bebió el licor de un trago contundente, golpeando el cristal boca abajo sobre la mesa.

“Este bar está cerrado, ve a casa niña”. Ella susurró a la desconocida que ahora estaba de pie. "Tú, muévete" Kara señaló Lena.

“¿Qué demonios crees que estás haciendo?” gritó Lena, poniéndose de pie.

“¡Llevándote a tu casa!” gritó Kara.

“No suena como que tu mujer quiera irse a casa contigo, amiga”. Comentó la desconocida de manera uniforme.

“Me importa un carajo lo que ella quiera y ella no es mi mujer” respondió Kara con fiereza.

“Entonces ella es libre de quedarse si quiere”.

“Sobre mi cadáver” dijo Kara siniestramente mientras agarraba a Lena por el codo. Kara se detuvo por un momento y soltó la mano de Lena, alejando a la pelinegra para que no esté en el medio de nada. "¿Así que quieres jugar, ¿verdad?" Kara sonrió con una sonrisa completamente malévola.

La extraña se limitó a sonreír de nuevo, con la misma sonrisa funesta.

Lena se vio envuelta en una atmósfera cargada eléctricamente que de repente inundó la habitación. La cantidad de rumores que había simplemente desapareció mientras estaba de pie, como una piedra, completamente sobria, mirando como las dos mujeres se observaban una a otra con recelo. La desconocida bien podía haber sido Kara cinco o diez años antes. La misma altura y complexión, se medían la una como la otra, esperando a ver quién daría el primer paso. Sólo había un par de metros de distancia y Lena vio como la mano izquierda de Kara se movió tan rápido que casi era un borrón. La mano de la rubia llegó a su espalda, debajo de su chaqueta de cuero y sacó una pistola Glock, presionándola contra la frente de la desconocida.

"Supongo que sabes lo que esto significa". Le escupió Kara.

La desconocida no era una novata y al tener una pistola apuntando a su cabeza, arrojó su cuchillo sobre la mesa y le guiñó un ojo a Lena.

"Creo que significa que ganas" dijo la desconocida.

"Creo que significa que eres más inteligente de lo que pareces" respondió Kara.

La desconocida levantó las manos y Kara bajó el arma, y luego la guardó en su funda. Las dos mujeres se quedaron ahí tratando de decidir qué hacer. Lena vio que el fuego aún ardía justo debajo de la superficie.

"Está bien, suficiente. Kara, me voy, sola... por favor, las dos cálmense". Dijo Lena en voz baja.

"No tienes que tener miedo de ella" le dijo la desconocida a Lena.

"Voy a estar bien, gracias por una noche semi preciosa". La morena respondió con una sonrisa nerviosa.

La desconocida tomó suavemente la mano de Lena, manteniendo un ojo en la rubia cuyos labios se levantaron en una mueca amenazadora mientras observaba a la joven acercarse a Lena.

"Ella puede decir que no eres su mujer, pero sus ojos dicen otra cosa". La desconocida le susurró rápidamente al oído de Lena, sonriendo para luego liberar la mano de la sorprendida pelinegra.

Kara le tendió la mano a Lena, pero la morena se acercó bruscamente a ella y pasó por la puerta principal.

“Si fuera mi mujer", la extraña dijo a espaldas de Kara, "yo no le daría una razón para venir a un lugar como este".

La rubia nunca aminoró el paso, pero las palabras de la desconocida golpearon sorprendentemente cerca de su corazón.

Cuando Kara llegó a la playa de estacionamiento donde sabía que el BMW de Lena estaba estacionado, la morena había encendido el coche y se disponía a marcharse.

"Te voy a seguir para asegurarme de que llegues bien a casa" dijo Kara.

"Dije que me iba, no dije que me iba a casa".

"¿Qué demonios se supone que significa eso?"

“¡¿Qué parte no entendiste? ¿Necesito decirlo más lento?!” Lena le gritó a la mujer que se inclinaba sobre el coche.

Kara sintió una bola de fuego en ascenso en el fondo de su estómago y trató desesperadamente de empujar a la bestia hacia abajo. Ella no estaba acostumbrada a ser gritada o desobedecida, especialmente por las mujeres. Llegó rápidamente y sacó las llaves del contacto. Lena saltó del vehículo y cerró la puerta.

"¡Maldita seas, Kara! ¡devuélveme las llaves!" Lena le gritó a la mujer.

“¡No, hasta que dejes de actuar como una niña!”

“Oh, está bien, quédate con esas malditas llaves, yo me vuelvo adentro”. Lena hizo un movimiento hacia el bar.

"Olvídalo". Kara estaba elevándose sobre ella en un parpadeo, su mano se cerró con fuerza alrededor de la muñeca de la azabache.

"Oh, ya veo", Lena le gritó a la rubia. "Tú no me quieres, pero no quieres que nadie más me tenga, ¿es eso?"

Kara extendió la mano y agarró la parte delantera de la blusa de la joven, sus ojos se iluminaron como fuego azul, con la mirada estrecha.

"Así que, ¿es eso todo lo que quieres ahora... un buen polvo?" dijo lentamente Kara.

"¡Sí, eso es todo lo que quiero, sólo un buen polvo!" Lena devolvió caliente.

“Bueno, deberías haberme dicho eso, bebé” dijo Kara, tirando de la blusa de la morena, acercándola, hasta que sus rostros sólo estaban a centímetros de distancia. “Hubiera estado feliz dándote cabida, entonces no habrías tenido que hacer todo el recorrido hasta aquí, vamos”. Kara continuó tirando de la mujer hacia el BMW.

"Entra" dijo Kara que no esperó una respuesta antes de empujar a la mujer a través de la puerta del lado del pasajero.

Kara se deslizó detrás del volante y ajustó el asiento antes de mirar a la pelinegra.

“¿Que te pasa, bebé? Has dicho lo que quieres, bien, ¿sólo un poco de sexo sin complicaciones? Confía en mí, te voy a dar lo mejor que jamás hayas tenido”. Bromeó Kara burlándose al mismo tiempo, sin disimular el deseo evidente en ese instante en su cara.

Cuando Kara puso en marcha el coche y salió de la carretera a un carril a orillas de las colinas de Ano Merá, Lena lucía más asustada que Bambi y Kara sabía que ahora sí la tenía.

“No te preocupes, bebé, será mejor que lo que todas las niñas del bar te podrían dar” ronroneó Kara.

La intención amorosa de Kara era más que clara y Lena tuvo que tomar una rápida decisión. Actuar como la niña asustada que ella pensaba que era o defenderse.

Lena se armó de valor y se apoyó en la puerta para poder enfrentar a la rubia.

"No lo sé. ¿Estás segura de que tu cuerpo va a ser capaz de mantenerse al ritmo de esa boca tuya?", dijo Lena con un aire de confianza.

Kara clavó los frenos, tan fuerte que Lena tuvo que usar las dos manos para evitar estrellarse contra el tablero. La mujer de cabellos dorados se acercó y agarró a Lena por la parte posterior de la cabeza, tirando hacia ella el cuerpo de la azabache a medio camino a través de la palanca de cambios, sujetándola por el pelo. La boca de Kara aplastó los labios atónitos de la morena. Ella la besó largo y duramente, con su lengua forzando con avidez la entrada en la boca de Lena, hasta que escuchó un pequeño gemido de rendición escapar de la garganta de la hija de su jefe. Apartó a Lena un poco, con la mano todavía con en los cabellos de la joven.

"Ahora, cada vez que sientas que la boca o cualquier otra parte de mi cuerpo no está a la altura, sólo házmelo saber”. A continuación, Kara puso el coche en marcha nuevamente y salió a toda velocidad, sin mirar a Lena de nuevo hasta llegar a su destino.

La hija de Luthor (adaptación Supercorp)Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα