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“Muhammad Bin Yamen, por favor permítame presentarle a mi hija, Lena Luthor. Ella es una excelente jinete y le demostrará cuán buenos son los caballos aquí en Mykonos”. Lionel Luthor parecía un poco nervioso cuando hizo las presentaciones.

Yamen y sus secuaces fueron muy amables al presentarse con Lena. A sus ojos, ella era una mujer y era vista como si fuera nada, pero ellos habían aprendido a convivir con los modales de otros países y con las mujeres que habían obtenido cierta posición. Sin embargo, la mujer alta y de apariencia amazónica que los observaba les preocupaba.

“Y, ésta es Kara Danvers, mi mano derecha”, finalizó Luthor.

Los visitantes libios no hicieron ningún intento de estrechar la mano de la Kara, pero Kara nunca retrocedió o giró sus ojos hacia las obstinadas miradas. Ella casualmente cruzó sus brazos sobre el pecho y miró hacia atrás, con un permanente ceño fruncido en su rostro. Ella estaba muy acostumbrada a este tipo de situaciones, hombres del Viejo Mundo que se sentían ofendidos ante la idea de trabajar con una mujer. Como retribución, Kara simplemente se enderezaba en toda su estatura, un metro ochenta y ocho con sus botas de montar y miraba hacia abajo, a los hombres más pequeños. Ellos siempre odiaban eso y la rubia apenas podía contener su alegría al ver a alguno de ellos enderezarse para tratar de igualar su altura.

Lena les dio a los hombres un recorrido por las caballerizas de la familia, brindándoles más información de la que probablemente querían saber sobre los caballos y la forma en la que habían sido entrenados para las carreras de obstáculos. Kara se quedó atrás y no sólo mantenía un ojo protector sobre su morena, también sobre su nuevo adversario, Yamen. La rubia escuchó como Lena hablaba y se sorprendió una vez más de su nueva amante. Ella sabía casi tanto de caballos como de las aceitunas. ¿Por qué demonios desentierra esas cosas muertas de su vida?

Ellos tomaron un pequeño descanso para almorzar, mientras que Eliza preparaba un verdadero festín en el patio. Lionel Luthor y Kara se sentaron con Yamen, el resto de los hombres en otra mesa, mientras Lena fue relegada a almorzar en la cocina con Eliza. Bajo otras circunstancias, Lena podría haberse sentido ofendida y probablemente habría tratado de hacer algo para demostrar esa actitud. Hoy a ella no le importaba en lo más mínimo. No le gustaba la forma en que esos hombres la miraban. La mitad de ellos, incluyendo a su líder, la miraban por encima de sus hombros como si ella no fuese más que un mueble fino o una alfombra bajo sus pies. La otra mitad, la miraban de reojo cuando creían que nadie los estaba observando. Sin embargo, Kara siempre estaba vigilando y ella se conformaba con este hecho.

Caía la tarde y la falta de sueño de Lena por la noche anterior conjuntamente con el gran almuerzo que disfrutaba, mantenía a la azabache bostezando profundamente mientras apretaba la gran correa del caballo castrado. El equino parecía un gran rascacielos al lado de la parada junto a él. Ella se puso un par de guantes de cuero ajustados, asegurando el casco en su cabeza, tomó las riendas en sus propias manos y subió al lomo de este. El caballo parecía asustadizo y Kara notó los músculos destacándose en los brazos de Lena, flexionando fuertemente los bíceps de los delgados brazos de la mujer cuando ella trataba de controlar al animal. Finalmente, la voluntad y mano firme de Lena convencieron al animal que aceptara la broca y éste negó con la cabeza, aguardando pacientemente.

Kara quedó impresionada de la maestría de su amante sobre la gran bestia, pero ella no pudo dejar de notar el gran bostezo que Lena dejó escapar. Ella caminó cerca, luciendo la preocupación escrita en sus rasgos.

“¿Estás segura que estás lista para esto?” preguntó Kara.

“Claro, sólo despiértame cuando todo haya terminado”. La morena la observó inexpresiva mientras se ajustaba los lentes sobre los ojos.

La hija de Luthor (adaptación Supercorp)Where stories live. Discover now