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—¿Srta Dorothy? —Preguntó el caballero con cortesía.

—Soy yo —se adelantó Dorothy, mirando al hombre canoso, de traje impecable.

—Fui instruido por su alteza, la duquesa de Claremont, para llevarla a su casa. ¿Dónde está su equipaje?

—Allí.

Él sólo tuvo que mirar por encima del hombro para que dos criados también impecablemente uniformados, salieran del lujoso carruaje negro, con un escudo dorado pintado en la puerta, y corriesen hasta donde se encontraba el baúl.

—En ese caso, creo que podemos partir —volvió a dirigirse a Dorothy.

—¿Y en cuanto a mi hermano? —Preguntó Dorothy, apretando la mano de Yoongi con evidente pavor.

—Tengo la certeza de que los encargados de trasladar a su hermano no tardarán. Su barco llegó cuatro días antes de la fecha prevista.

—No se preocupe por mí —declaró Yoongi, con una confianza que no sentía—. El carruaje del duque debe llegar en cualquier momento.

Mientras tanto, el capitán Gardiner permitirá que espere a bordo.

Dorothy abrazó a su hermano.

—Yoonie te prometo convencer a nuestra bisabuela para que te invite a quedarte con nosotras. Estoy asustada. ¡No te olvides de escribirme todos los días!

Yoongi se quedó donde estaba, observando alejarse al carruaje, mientras Dorothy gesticulaba por la ventana.

Rodeado de marineros ansiosos por algunas dosis de bebida y por la compañía de mujeres de reputación dudosa, se sintió más solo de lo que jamás se había sentido antes.

Pasó los dos días siguientes solo en su cabina, interrumpiendo las largas horas de tedio sólo para dar breves caminatas en cubierta y comer en la compañía del capitán Gardiner, un hombre afable y paternal, que parecía apreciar la compañía de Yoongi, inmediatamente pasó a considerarlo un nuevo amigo.

Cuando a la mañana del tercer día, ningún carruaje llegó para llevar a Yoongi hasta Wakefield Park, el capitán asumió el control de la situación y alquiló uno.

—Llegamos antes de la fecha prevista, lo que es un raro acontecimiento —explicó—. Su primo puede tardar días en mandar a alguien a buscarlo. Necesito resolver asuntos importantes en Londres y no puedo dejarlo a bordo, desprotegido. El tiempo que un mensaje tardaría en llegar es el mismo que lo que duraría su viaje.

Durante horas, Yoongi apreció el paisaje de los campos ingleses en todo su esplendor. Flores coloridas cubrían valles y colinas. A pesar de los baches provocados por las piedras y raíces en el camino, el ánimo de Yoongi se elevaba en cada kilómetro recorrido.

El cochero apareció en la ventana delantera.

—Estamos a menos de tres kilómetros de la propiedad. Si quisiera...

Todo ocurrió muy deprisa. La rueda alcanzó una gran raíz, el carruaje fue tirado hacia el lado, el cochero desapareció de la ventana y Yoongi fue tirado al suelo. Un minuto después, la puerta se abrió y el cochero lo ayudó a levantarse.

—¿Está herido? —Preguntó, preocupado.

Yoongi movió la cabeza, pero antes de que pudiera pronunciar una palabra siquiera, él ya se volvía para lanzar su ira sobre dos hombres, vestidos con ropas de trabajo de campesinos, que cogían sus sombreros apretados contra el pecho.

—¡Malditos idiotas! ¿Cómo entran en la carretera de esta manera? ¡Vean lo que hicieron! ¡El eje de mi carruaje se quebró!

Continuó gritando, recitando una retalía de palabras. Delicadamente, Yoongi dio de lado al hombre airado y a su lenguaje ofensivo, e intentó sin el menor éxito limpiar la suciedad de su falda.

Una vez & Para siempre ▪︎KOOKGI▪︎Where stories live. Discover now