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—Buenos días, milord —Ruth lo saludó con una amplia sonrisa.   

Yoongi rodó en la cama de Jungkook con aire soñador.   

—Buenos días. ¿Qué hora es?   

—Las diez. ¿Quiere que le traiga una bata? —Preguntó la criada, lanzando una risueña mirada hacia la  reveladora confusión de ropas esparcidas por el suelo.   

Yoongi asintió, pero se sentía demasiado lánguido, además de deliciosamente exhausto, como para sentirse algo más que ligeramente abochornado por haber sido sorprendido en la cama de Jungkook, totalmente desnudo.

Habían hecho el amor dos veces más, antes de adormecerse en los brazos el uno del otro y, todavía, una vez más por la mañana.   

—No te molestes Ruth. Creo que voy a dormir un poco más.   

Apenas la criada salió, Yoongi se puso boca abajo y enterró el rostro en la almohada, con una sonrisa en los labios. Los miembros de la ton creían que Jungkook era frío, cínico y  cruel, pensó, divertido. Como quedarían de sorprendidos si conocieran al amante tierno y apasionado que era en la cama. Tal vez, eso no fuera un secreto, pensó, un poco perturbado. 

Vio con sus propios ojos la codicia en las miradas de tantas mujeres casadas que, como jamás podrían desearlo como marido, sólo podían estar interesadas en tenerlo como amante. Al pensar en eso, recordó  las tantas veces que había oído el nombre de Jungkook conectado al de mujeres casadas y hermosas, cuyos maridos eran viejos y feos. Y no había la menor duda de que había tenido muchas parejas sexuales, antes de él. Finalmente, Jungkook sabía exactamente cómo besarlo y dónde tocarlo, para volverlo loco de placer.   

Yoongi trató de alejar esos indignos pensamientos de su cabeza. No importaba cuántos habían disfrutado de las delicias de hacer amor con Jungkook, pues de allí en adelante, era suyo y solamente suyo. 

Sus ojos ya volvían a cerrarse, cuando finalmente notó la cajita de terciopelo negro sobre el velador. Sin mayor interés, extendió el brazo y la abrió. Un magnífico collar de  esmeraldas reposaba en su interior, acompañado por una nota de Jungkook: »Gracias por la inolvidable noche».    

Yoongi frunció el ceño. 

Deseaba que no hubiese protestado al oírlo decir que lo amaba. Quería que le hubiese dicho que también lo amaba. Y, más que todo, quería que dejara de darle joyas cada vez que lo hacía feliz. Aquel presente en particular parecía un pago por servicios prestados...   

Yoongi despertó con un sobresalto. Ya era casi mediodía y Jungkook había dicho que su reunión terminaría a esa hora.

Ansioso por verlo y disfrutar de la intimidad de aquella contagiosa sonrisa, escogió un vestido lila, de mangas apretadas y aguardó con gran impaciencia, mientras Ruth peinaba sus cabellos, entretejiendo los cabellos sedosos con cintas del color del vestido.   

Una vez que estuvo listo, salió apresurado hacia el pasillo y, entonces, trató de  mantener la compostura al descender la escalera. 

Northrup sonrió, lo que era un tanto extraño, cuando Yoongi le preguntó el paradero de  Jungkook. Y, al pasar junto a O’Malley, de camino al despacho, podría jurar haberlo visto cerrarle un ojo. 

Aún reflexionaba sobre eso, cuando golpeó la puerta del despacho de Jungkook y entró.   

—Buenos días —lo saludó con una sonrisa—. Pensé que hoy te gustaría almorzar conmigo.

Jungkook apenas lo miró.   

—Lo lamento mucho, Yoongi. Estoy ocupado.   

Sintiéndose como un niño indeseado que acababa de ser puesto en su debido lugar, preguntó vacilante.   

Una vez & Para siempre ▪︎KOOKGI▪︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora