2015: cuatro

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Por unos segundos pasa por mi mente que no es buena idea lo que hacemos, que debería regresar de inmediato.

Tengo dos sencillas opciones: abrir la puerta del auto y saltar, aunque e se encuentre en movimiento y pueda morir; o decirle que me regrese a casa de mis tíos. Ambas son terribles, en una fallezco y en la otra quedo como una cobarde. Daila es todo, menos una miedosa, así que desecho ambas ideas y sigo en silencio, muevo la cabeza al ritmo de la música y observo el paisaje por la ventana.

Ninguno de los dos dice algo, no es un ambiente agradable, pero tampoco incómodo; ambos nos centramos en nuestros pensamientos. No dejo de pensar en todos los lugares posibles a donde me podría llevar, pero deshecho cada uno al ver que salimos un poco de la ciudad, me resulta demasiado extraño. Es una cita, lo más normal es ir por un helado, a comer o hasta ir a un parque de atracciones.

Alec se concentra en manejar, aprovecho para mirarlo. Su cabello rizado castaño se encuentra perfectamente desarreglado y su mirada penetrante concentrado en la carretera, lo que me hace pensar cómo es posible que soporte su vista cada vez que platicamos. Luego de cuarenta y cinco minutos, frente a nosotros, se encuentra el lugar.

Hay dos arcos que indican la entrada, tienen escrito en grande, el nombre Parque ejidal San Nicolas Totolapan. Miro a Alec, intento entender lo que ocurre a mi alrededor, estoy perdida, él ignora las ansias que tengo de entender el plan que tiene. Avanzamos hasta adentrarnos al lugar, el cual se vuelve más sorprendente, hacia donde volteé, cientos de árboles nos rodean, me encuentro fascinada.

Estaciona el automóvil, me quito de inmediato el cinturón para bajar, pero al ver que estoy por abrir la puerta, estira su enorme brazo e impide que lo haga, lo miró confundida solicitando una explicación.

—Me dijeron que una de las cosas que más querías, era acampar rodeada de la naturaleza —sonrío alegre—, así que por eso estamos aquí. Tengo todo un plan hoy, lo irás averiguando poco a poco.

—Dime de una vez por todas, quiero saber, necesito saber. —suplico, junto mis manos, las coloco en mi pecho e intento verme lo más tierna posible, lo que hace que él sonría increíblemente, hace que quiera lanzarme a él para llenarlo de besos.

—Si te lo digo, se arruina lo divertido.

Baja del carro y lo imito, lista para averiguar lo que está por ocurrir.

Avanzamos juntos por el camino marcado, no paro de mirar a todos lados, trato de ver lo mayor posible. Logro ver varios venados caminar libres, tomo la mano de Alec, nos encaminamos a acercarnos, intentando no asustarlos. No despego mi vista de los venados hasta que escucho el sonido de la cámara tomar una fotografía, es Alec con el celular, sonríe mientras ve la foto que acaba de tomar y le pido que muestre el resultado, duda unos segundos y gira su móvil para enseñarme lo fascinada que salgo mientras miro a los animales.

Estoy emocionada por estar aquí, siempre les pedí a mis papás venir a un lugar parecido para pasar la noche, pero debido a sus ocupaciones nunca se pudo hacer nada. Que Alec se haya tomado el tiempo para averiguar a dónde ir en nuestra primera cita, que no fuese común y quedara encantada, es algo que me sorprende demasiado, aprecio muchísimo el detalle, no cualquiera lo hace y él lo hizo.

Llegamos a la tirolesa, sin comentarle nada, hago que nos formemos en la fila.

dos veces he estado en una, no fue tan alta como e , esas dos experiencias fueron suficientes para que me encantara y quisiera repetirlo; el rostro de Alec no se ve convencido, aun así, no pronuncia palabra y mira todo preocupado, por unos segundos pienso en decirle que no lo haga, pero recuerdo cuando tampoco quería estar en el tobogán y resultó amarlo, siempre hay que darles oportunidades a las cosas, lo más probable es que nos sorprendan.

A 137  kilómetros de ti [DISPONIBLE EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora