AIRES DE LIBERTAD

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Con los ojos cerrados fui apenas consciente de estar escuchando mi celular sonar. Estaba seguro de que aunque pasaran los años, yo jamás me acostumbraría a despertar antes de que la alarma de ese aparato del demonio me enrostrara el hecho de ser un perezoso empedernido, pero por más molesto que estuviese con eso, la musiquita no dejaría de atormentarme a menos que yo mismo la detuviera, así que aun medio dormido y sin poder dejar de revolverme entre las sábanas, saqué mi brazo de la cama y tanteando la mesa de noche, logré ponerle fin a mi suplicio matutino.

Abriendo un solo ojo confirmé que eran las cinco de la mañana y aunque levantarme antes del alba no era algo que acostumbrara a hacer, me repetí mentalmente un par de veces que el sacrificio valía la pena y no hice más que confirmarlo cuando al voltearme con la cabeza sobre la almohada, me encontré a Amelia con los cabellos revueltos y plácidamente dormida a mi lado.

El solo hecho de mirarla me sacó la primera sonrisa del día.

—No te vayas —suspiró adormilada y sin siquiera abrir los ojos, apoyó su cabeza en mi pecho.

—Me gustaría quedarme —Dejé de sonreír solo para besar su coronilla. Últimamente la felicidad se había vuelto un estado permanente para mí— Pero ya sé cuales son tus condiciones.

La boda de los ahora señores Truman −aunque más bien lo que había ocurrido ese día y no la ceremonia propiamente tal− había marcado un antes y un después en mi relación con Amelia.

Producto de cada una de las circunstancias que habían rodeado lo nuestro desde un principio −y hablo desde el momento en que nos conocimos, no solo desde que por fin admitimos que sentíamos mucho más que un simple "aprecio" por el otro−, no me parecía extraño que mi chica mantuviera ciertas reservas y no se mostrara todo lo relajada y cómoda que esperaba que nuestra relación la hiciera sentir. Incluso en algunos momentos hasta me cuestioné, creyendo que era yo quien estaba haciendo algo mal, pero preferí no seguir enredándome en mis propios pensamientos y opté por darle algo de tiempo para que se acostumbrara a su nuevo estatus.

Admito que cuando ella directamente pidió aún más tiempo del que yo creí que era prudente y además le sumó una distancia que no me parecía necesaria, estuve al borde de perder la cabeza. Incluso antes de que su amnesia pasara a ser parte del pasado, yo ya pensaba en nosotros como dos partes de un todo, un equipo que no estaba dispuesto a ver desaparecer, aun cuando ella era quien me pedía hacerlo. O al menos eso creí hasta ese día, en que el tiempo y la distancia trajeron los resultados que no se si ella esperaba, pero yo, contundentemente sí.

Aquel día, no solo Charlie y Robert se unieron formal y legalmente, sino que también se convirtió en el día en que Amelia se reveló ante mí como la mujer que siempre debió ser. Me resultaba increíble imaginar como un acto sexual podía estar tan lleno de significado, pero solo ella me hacía entender cada cosa de una forma diferente a la que yo había forjado por años.

Aquel día y entre mis brazos, Amelia pareció exorcizar de forma categórica y aplastante, cada cosa que la mantenía virtualmente lejos de mí y por fin pude sentirla completa, libre e integralmente entregada a cualquier cosa que el destino nos deparara, pero siempre juntos.

Solo ese día supe cuan real podía ser eso del "si tu saltas, yo salto".

— ¿Qué fue diferente esta vez? —Había preguntado cuando aún la contenía contra mi pecho, esperando a que su existencia regresara de la dimensión paralela en la que un orgasmo parecía haberla sumergido.

—Yo —Suspiró, pero no hubo duda en su respuesta— Yo soy diferente.

Confieso que esa aseveración pasó por tres momentos diferentes en mi mente y provocó tres sentimientos igual de contrapuestos.

FIRST LADY - Trilogía Cómplices II [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora