03.

28 3 2
                                    

—Te he traído estos chocolates, espero que te gusten.—murmuró apenas cuando Chloé abrió la puerta de su habitación. Ella se limitó a asentir con una sonrisa triste en su rostro, la noche anterior apenas había logrado descansar un par de horas, su mente la torturaba un poco, la atormentaba saber que era lo que J realmente quería de ella.

—Respecto a lo de anoche...— comenzó a decir Chloé cuando se vio interrumpida por el mayor.

—He venido por eso, bonita. Sé que quieres respuestas y te las daré. —la fémina abrió sus ojos con sorpresa, ya se había resignado a que quizás jamás tuviera las respuestas que tanto anhelaba.—Vamos a mi despacho, te hablaré más cómodamente allí.

Chloé se apresuró para seguirle el paso por el pasillo de la casa, no sin antes haber dejado los chocolates encima de su mesa de noche. Estando en la puerta de aquél salón el abrió la misma para dejarla pasar primero de forma educada, y cualquiera diría que con toda la caballerosidad. Aunque Chloé había estado en ese lugar no más que un par de veces, nunca se atrevió a detallarlo y le inquietaba algo. ¿Quién era realmente J? Toda la casa en la que ahora vivía se veía llena de lujos aunque claro, no era tan grande ni llamativa por fuera, suponia que J no quería llamar demasiado la atención.

—Siéntate, Chloé. — ella se limitó a hacerlo, en uno de los sillones cómodos y grandes que había frente a un escritorio repleto de papeles y donde también se encontraba una laptod. J sentado al frente de esta se veía empoderado y quizás hasta un alto empresario, pero no lo entendía, todo para Chloé era demasiado confuso como para poder especular siquiera algo.—No busco que tengas una pizca de lástima por mi. Soy lo bastante fuerte como para enfrentar mis propios demonios. Solo que cuando te vi por primera vez, me di cuenta que toda esa barrera que había creado hace tantos años se me venia abajo.

Chloé soltó un suspiro pesado mientras solo lo escuchaba nerviosa, no tenía el valor de verlo a la cara y ella no sabía porque se debía aquello.

—Desde niño no soy muy bueno socializando, Chloé. Lo mejor que se hacer es esto, y perdona si suena brusco.

—No te entiendo, J. Creo pudimos habernos ahorrado todo esto. Sé que no eres mala persona, lo siento, lo veo en tus ojos.—J se tensó bajo las delicadas palabras pronunciadas suavemente por Chloé.— Pero ahora mismo la policía debe estar buscandonos y tarde o temprano nos encontrarán. ¿Qué es lo que realmente quieres?

J se recostó sobre el espaldar de su silla para ver con más detenimiento a Chloé, si creería que se dejaría encontrar tan fácilmente estaba muy equivocada. Ella ya había convertido en su todo, y eso no cambiaría.

— A ti, por siempre. —su voz gruesa le puso la piel de gallina a Chloé, una parte de ella se sentía tan intimidada ante él, y otra parte se derretía ante tanto dominio y masculinidad. —Desde que te vi por primera vez, mi corazón sintió tu calidez, Chloé, no podía ni quería separarme de ti.

Chloé volvió a bajar su mirada nerviosa hacia su regazo. Absolutamente nadie le había dicho semejantes palabras, se sentía querida, si, pero hasta un punto que podía llegar a ser controlador y eso la asustaba.

—Y-yo solo quiero volver con mi familia...— tartamudeó, tenía miedo, queria ver a su familia, a su madre, a su padre, estaba segura que no habían podido dormir bien en todos estos dos meses. Al menos, si se quedaba con él para siempre, debía mandarles un mensaje para hacerles saber que seguía con vida.

—Ahora yo soy tu única familia.— demandó sin una gota de tristeza en sus palabras, y Chloé se llenó de rabia, sin embargo, tenía claro que si se desataba una discusión entre ambos ella tenía todas las de perder. Era su secuestrador y ante eso, estaba consciente que no podía ganar. Le doblaba en fuerza y musculatura además de todos los hombres que trabajaban para él con armas custodiando la casa, los cuales apenas se habían acercado a ella cuando intentó escapar.

— Eres un maldito egoísta.-—escupió casi llena de asco y rencor, mientras apretaba sus manos cerrandolas en un puño, estaba realmente molesta. Era obvio que él desconocía totalmente lo que era la palabra amor, negándole todos los derechos de ella para con su familia. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas desconsoladamente, no le cabía en la cabeza porque justo tenía que ser ella la que vivía este infierno.

J se paró de su lugar para encaminarse hacia ella. Vestía elegantemente ropa de ejecutivo muy fina, apenas su camisa tenía los tres primeros botones ligeramente abiertos dejando al descubierto su torso varonil. Se puso de cuclillas para verle directo al rostro de Chloé y pasar la yema de sus dedos por sus mejillas limpiandolas así las lágrimas llenas de dolor.

Chloé se intimidó un poco bajo su tacto, pensaba que le diría algo hiriente o en el peor de los casos la golpearía, luego de las palabras que escupió ella sin pensarlo siquiera. J estaba allí mirándola tiernamente sin importar que minutos antes ella estaba maldiciendolo por todo lo que cambió su vida los últimos meses.

—No llores mi bonita.— continuó limpiando cada una de las lágrimas que se deslizaban por su rostro sin cesar. Ella ya no lo podía contener, se sentía indefensa y sin ninguna opción para volver a su vida.

Las caricias de J fueron a parar hasta su cabello, castaño sedoso y con olor a vainilla. Lo enamoraba hasta el punto que para él era irreal tanta belleza en una sola persona, la admiraba fascinado tratando de consolarla en su llanto. A pesar de que era él su opresor, ni en el peor de los casos le pasaba por la mente liberarla, nunca. Ella era suya.

Volvió a bajar sus caricias hasta tomar entre la yema de sus dedos una lágrima que se había colado traviesa por sus labios delicados y suaves, por lo que J se vio imaginando como sería besarlos y llenarlos de su calidez.

Chloé volvió a subir su mirada para conectarla con la del mayor cuando se dio cuenta que los dedos ajenos fueron a parar hasta sus labios, deteniéndose allí por minutos que parecieron eternos. Se sintió como un pequeño gato en manos de su depredador, sin embargo, el miedo que sintió hace algunos instantes de repente pareció haberse esfumado por completo, y se vio añorando que se quedaran así en silencio por un rato más.

Su mirada quiso bajar hasta los labios masculinos, y por instinto una oleada de valentía la hizo acercarse un poco más al rostro de J. A ese punto, podía saborear el aroma de su shampoo y el fuerte olor que desprendía su ropa aquella mañana. Su corazón ahora amenazaba con salirse de su pecho y la emoción cerró su estómago por inercia.

J volvió a acariciar ese labio, que hora no tenía ninguna lágrima, percibió que la fémina había dejado de llorar, y se mantenía expectante ante él. Por lo que se permitió acercarse un poco más, temiendo que ella se alejara por su atrevimiento. Se sorprendió cuando ella no tomó más espacio entre ambos, si no que por el contrario se acercó aún más. Rozando ambas narices en un gesto tierno.

El corazón de J se desbocó totalmente para tomar el último ápice de valentía que le quedaba para apoderarse de los labios delicados y mantenerlos atrapados entre los suyos con sutileza. Chloé no esperó mucho tiempo para corresponder el beso, lo hizo en cuestión de segundos posando su mano en la mejilla varonil, como si deseaba acariciarlo tiernamente.

Fue suave, sutil, como si tuviera miedo de hacerle daño al tesoro más preciado para él.

—Eres todo lo que siempre he querido, Chloé.— susurró al separarse de ella unos pocos centímetros. Sabía que ella se asustaria y estaba preparado ante cualquier reacción de parte de la menor. Sin embargo, ella solo lo miró con ojos brillosos y una risita traviesa se coló de sus labios.

—No sé lo que siento pero creo que me gustas, J.


stockholm sindrome ➳ jackson.Where stories live. Discover now