Pueblo vs. Estado

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Les voy a contar una historia, quizás no del todo agradable; tampoco pretendo agradarles con la misma. ¿Que si termina con un típico final feliz? No podría afirmarlo, porque la historia ha comenzado pero aún no tiene fin. Pero dejémonos de parloteos, y que comience la aventura.

Primero, vamos a situarnos en el planeta Tierra. Para ser más específicos, en uno de los 194 países que hay en el mundo. En ese país la vida no era sencilla, pero los jóvenes encontraban una forma de escaparse de una realidad tan bélica, por medio de diversas formas de arte. En esos días, la guerra civil se había hecho presente, quizás no en un nivel tan violento, pero era inevitable que no siguiera ese camino en un futuro no tan lejano.

El Pueblo se debilitaba con el paso de los meses. Se habían cerrado las exportaciones, y en cierto punto las importaciones, ya que países vecinos se negaron a negociar con un país en crisis, por miedo a caer con él. Por lo tanto, el hambre reinaba, no sólo por esto, sino porque el Estado se quedaba con la mayoría de los productos, y no se los daba a los mercados. Esto también ocasionó el cierre de grandes empresas de comercio. Pero esto no es todo. Con los cierres, vinieron los desempleos. Gran cantidad de personas quedaron en la calle (la mayoría de grandes familias); y los saqueos se hicieron presentes, dando comienzo a la guerra.

Después de un año, la situación se había complicado demasiado. No se podía salir a la calle, ni siquiera poner un pie, ya que si salías, no volvías, o volvías de alguna manera "herido". El Estado había opacado al Pueblo, poniéndolo entre la espada y la pared. Si el Pueblo se revelaba, el gobierno en seguida iba a responder con una inevitable matanza. Este había podido desarrollar un tipo de tecnología avanzada, con algunos "productos" que habían importado, en secreto... de un país vecino que no había podido descifrarla.

Sí, y la guerra recién había comenzado. Era un uno contra uno. Estado contra Pueblo. Pueblo contra Estado. Sólo uno podía gobernar, y sólo por luchar por aquel puesto de líder, la sangre que estaba por derramarse iba a ser demasiada.

Cada día que pasaba parecía que el sol se ocultaba más rápido, y cada vez más seguido.
"Lo último que se pierde es la esperanza", pensaba el abatido Pueblo.
"Lo último que se pierde es la guerra", pensaba el Estado.
Las personas estaban encerradas en una jaula, tal como un pájaro que quiere ser libre, pero no se le es permitido por su dueño, sólo porque este adora escuchar cómo aclama por él.

Todos los días el Pueblo, bien temprano en la mañana, debía ir a buscar su ración de comida: un mísero pedazo de pan, y un pequeño bidón de agua. Y como el Estado era tan generoso, a las familias que tuviesen cinco integrantes o más se les daba doble ración. Pronto, el Pueblo moría por desnutrición. La guerra donde se suponía que el Pueblo se revelaría, terminó siendo un contraataque por parte del Estado. Todos tenían miedo. Era la sensación del momento. MIEDO. Miedo a no sobrevivir. Miedo a no volver del trabajo. Miedo a que por las noches irrumpieran en la casa de uno, y se llevaran a alguien.

Por ahora el Pueblo estaba solo. ¿Irónico, no? Teniéndose a ellos mismos, ¿cómo podrían estar solos? Una voz puede ser mucho más potente que veinte juntas. El Pueblo debía hablar, pero había perdido su valor. Hablar era un riesgo. Vivir en contra del Estado era un riesgo. Si tan solo alguien se levantara y hablara a favor del Pueblo... ese alguien entonces dejaría de existir, porque lo matarían en el momento justo cuando éste pronunciase su primera palabra. Era escalofriante pensar que todo estaba perdido, porque no todo lo estaba. No aún.

El poder del Estado aumentaba con el paso de los meses, de las semanas, de los días, incluso de las horas. Comenzaron los toques de queda por las noches. Persona que no estaba en su hogar a partir de las siete de la tarde, quedaba detenida. Se le hacía un interrogatorio; si mentía acerca de estar a favor del gobierno, se la fusilaba. Si decía estar en contra del gobierno, también. De seguro se preguntan cómo interpretaban si alguien estaba mintiendo o no. Bueno, déjenme decirles que todo dependía del estado de ánimo del jefe militar, el cual la mayoría de las veces tenía necesidad de matar. ¿Injusticia? ¡POR FAVOR! ¿Cómo se atreven a pensar que eso es injusticia?

Pueblo vs. EstadoWhere stories live. Discover now