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Jade

Me senté con mi cóctel junto a un tipo gordo que sudaba a chorros. Según Alay el alcohol, en su justa medida, me ayudaría a soltarme. Y debía ser verdad, porque de pronto no se me ocurría lo malo de todo aquello. Le di el último trago y se lo dejé a una camarera que pasó por allí sobre la bandeja.

Luego me centré en el tipo que tenía al lado. Había robado ya varios fajos de billetes y cada vez me parecía más fácil. Esperé hasta que sacó la mano del bolsillo con un par de billetes para colocarlos en el tanga de una bailarina y luego metí un par de dedos en el mismo bolsillo, mientras él se aseguraba de engancharlos tocando el culo lo máximo posible. Por suerte, tenía los dedos finos y largos, y no me costaba mucho colarlos en los bolsillos dados de sí de esos gordos salidos y sudorosos.

La conciencia la había anestesiado con alcohol, así que tampoco me costó moralmente. Guardé mi nuevo botín en mi bolsillo de traje y me levanté para buscar a la siguiente víctima.

Alay me vigilaba desde lejos. No estaba muy segura de si quería asegurarse de que no me pasaba nada o quería saber si intentaba rajarme. En cualquier caso, sentía su mirada fija sobre mí, distrayéndome ligeramente.

Vale, me distraía mucho. Sus ojos oscuros parecían atravesarme y saber lo que pensaba en cada momento. Y yo no estaba segura aún de que lo que había decidido pudiera estar bien de alguna manera. ¡Pero es que mi padre había colmado mi paciencia! ¿Por qué tenía que hablar con todas Las Vegas y a mí ignorarme? No era justo. Yo estaba allí porque me lo había pedido. De hecho, toda mi vida estaba dirigida a sus deseos. ¿Y él no podía ni concederme un momento?

Estaba a punto de sentarme junto a mi siguiente víctima cuando un movimiento junto a la puerta captó mi atención. Quizá es que llevaba mucho tiempo huyendo de ellos, pero no me costó ver a uno de mis guardaespaldas. También era posible que tuviera que ver con que sobresalía dos cabezas del resto y, al menos, un cuerpo de ancho.

Maldije en silencio y me escondí detrás de un grupo de clientes para que no me viera al revisar la sala con los ojos entrecerrados. ¿Cómo era posible que me estuviera buscando allí? De todos los sitios de Las Vegas... Aquel no era un sitio al que yo fuese a ir voluntariamente... ¿Cómo era posible que lo supiera?

Pasé agachada tras uno de los sofás y llegué hasta Alay, que me miró con una ceja alzada al reparar en mí.

―¿Qué haces? ―preguntó demasiado alto.

Yo le chisté y le hice un gesto para que centrase la vista en otro lugar. Luego me atreví a mirar sobre su brazo para ver al guardaespaldas, que había entrado del todo en el local y miraba tras la barra.

―Si ese tío me ve, se va a acabar la fiesta para nosotros ―expliqué.

Alay clavó la vista en el guardaespaldas, que me buscaba entre las cortinas del escenario. ¿Qué se creía que estaba haciendo yo allí? ¿Pensaba que me había puesto un tanga brillante y estaba moviendo las tetas delante de salidos? ¿Y por qué sabía que yo estaba en ese sitio?

―¿Es tu novio?

―No, es mi guardaespaldas ―expliqué con sinceridad―. No tengo ni idea de cómo me ha encontrado.

―Tranquila, espera ahí.

Se levantó colocándose el traje oscuro y la camisa negra, con toda la calma del mundo, mientras yo seguía acuclillada en un suelo muy cuestionable. A saber la de fluidos que habían caído ahí... ¡Qué asco!

El ladronzuelo se acercó a una de las camareras y le murmuró algo muy cerca del oído. Ella apoyó la mano en su pecho con toda la confianza del mundo. Yo resoplé sin darme cuenta apenas. Asintió finalmente, miró al guardaespaldas y luego extendió una mano hacia Alay, que colocó unos billetes encima con cierto disimulo.

Cuando vueles en alfombra - *COMPLETA* ☑️Where stories live. Discover now