Capitulo 40

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Susan era buena para esconderse.
Su cuerpo era demasiado pequeño y, podía acomodarse de las formas mas extrañas. Escucho el silbido de la tetera al hervir y, los apresurados pasos que iban y venían, preparando un plato con galletas para acompañar la bebida caliente. Era una noche de mediados de otoño, el camisón de su madre se movía al compas de su cuerpo, como un extraño espectro danzando en el viento. Sus pasos eran como los de una gacela, delicados y, risueños, la niña esperaba el momento justo en que viera sus pies alejarse para robar una de sus preciadas galletas.
Su padre se habia retirado hace un par de horas para llevar a su hermano mayor al medico y, Helen confiaba en que todos sus otros hijos estaban en sus respectivas camas durmiendo aunque, no contaba con la extraña manía que habia adquirido su hija de cuatro años de robar una de sus galletas como un refrigerio nocturno antes de ir a la cama.
El sonido del timbre retumbo en toda la casa ¿Su padre habia llegado ya? La niña oye los pasos de su madre alejarse al cuarto de al lado, donde se encontraba el recibidor.
-¿William?- inquirió su madre antes de abrir la puerta, mientras la pequeña niña corría sigilosamente por su galleta.
-Helen, soy Eliot vengo de parte del general. Tengo una carta para Will
Eliot Warren era el mejor amigo de su padre. Se habian criado los tres juntos en una pequeña ciudad cerca de Inglaterra, eran grandes amigos y confidentes junto con Maisie Donner y Lian Silvert. Cuando tenían diecisiete años, sus padres habian pasado de la fase de solo amigos pero, un año mas tarde, su padre y Eliot se habian anotado en el ejercito. Cuando regresaron, ambos se desposaron para sorpresa del tercero.
-Oh Eliot querido, ¡Pasa! ¡Pasa! ¡Debes estar congelándote!- oyó decir a su madre mientras daba los últimos mordiscos a su galleta. A la señora Pevensie no le importaba realmente que cualquier de sus amigos cercanos la viera en camisón, prácticamente eran sus hermanos de otro vientre. Era una mujer encantadora con sus veintitrés años, Susan realmente creía que era la mujer mas hermosa que existía.
-¿Puedo ofrecerte una tasa de té? Will ha llevado a Peter al medico, mi pobre niño volaba de fiebre
Susan vio desde su escondite como las relucientes botas negras del soldado entraban en la cocina, detras de los pies descalzos de su madre. Realmente no podía culparla, su casa era pequeña pero demasiado acogedora, uno realmente no sentía las inclemencias del clima desde allí.
- Claro ... ¿Porque no? - su madre volvió hacia la mesada y, se vio repentinamente rodeada con los brazos de Eliot- ¿Sabes? Creo que tu y yo podríamos divertirnos un poco antes de la llegada de tu esposo
-¿Que diablos crees que estas haciendo?
-¡Por el amor de dios Helen! ¡Te deseo!- gruño con voz ronca. La niña estaba estática ¿Era ese alguna clase de juego? Los observo con curiosidad, sin entender realmente que estaba pasando
-Déjame tomarte aquí y ahora, tu marido no tiene por que enterarse- gruño con enfado mordisqueando el lóbulo de su oreja.
-He dicho que me sueltes ¡Joder! ... Sal de aquí ahora y, olvidare esto en honor a todos nuestros años de amistad ... estas borracho Warren
- Jamás he estado mas sobrio "querida" ... eres una pequeña perra desvergonzada. Siempre recibiendo a tus visitas con esta delicia de atuendo que resalta tus exquisitos pezones ¡Déjame enseñarte lo que es el placer zorrita!
El hombre empezó a tironear de los hilos que mantenían fijos su atuendo mientras la mujer intentaba alejarlo desesperada, mientras incontables lagrimas surcaban sus mejillas.
-¡Te lo suplico! ¡Por favor detente, mis hijos están arriba!
-Eso lo hace mas excitante- jadeo besando su boca de manera feroz- no tienes idea cuanto he querido hacerte mía, cada vez que te bamboleabas por la sala con tu perfecto trasero amamantando a tus bastarditos.
-¡Suéltame! ¡Mi marido llegara en cualquier momento!
El hombre desgarro su vestido de un tirón y, la arrojo sobre la mesa rompiendo la porcelana en decenas de pedacitos. La niña lloraba en silencio con su rostro lleno de tierra, no entendía lo que ese hombre hacia con su mami o, porque ella lloraba de aquella manera. La mujer le solía decir a sus hijos que la violencia física estaba prohibida y, ese sujeto estaba lastimando a su mami ¡Quería que su padre llegara en ese instante!
Su madre chillo sin podre evitarlo mientras el hombre la abofeteaba para mantenerla quieta. Susan vio como sus pantalones caían al sueño de un golpe seco mientras una de sus manos sostenían las piernas de su madre y, la otra su cabello.
-Por ... por favor- tartamudeo la mujer con la cara desfigurada del terror
-Suplica querida ... ¡Suplica! ¡Anda! ¡Mis ganas de poseerte se incrementan con tus gemidos! Llora perra desgraciada o, subiré y, le hare esto mismo a tu adorada niña de ojos azules
Y sin mas la penetro con dureza, como un animal embravecido, cegado por la lujuria y el deseo. La mujer lloraba desconsolada ante la impotencia y, el dolor.
-Dime que me deseas ... ¡Dímelo!
Su madre no respondía solo lloraba, rezando porque todo terminara pronto. Ninguno fue consiente del chirrido de la puerta de entrada al abrirse pero, de un momento a otro, el sujeto estaba tendido en el suelo, su sangre manchando todos los azulejos de la cocina, mezclándose con los restos de las galletas. Su padre estaba allí, golpeando al sujeto sin piedad desfigurando todo su rostro. La mujer con el rostro hinchado se bajo como pudo de la mesa, su vestido de noche colgaba sin gracia de su cuerpo desnudo. Temblaba como una gelatina y, por sus piernas corría sangre; se dejo caer junto a su esposo tironeando fuertemente de su camisa para detenerlo mientras lloraba desconsolada.
Esa fue la primera vez que Susan Pevensie vio la muerte a los ojos.
Veinte minutos mas tarde, el piso inferior de la casa estaba lleno de gente. Su madre estaba envuelta en una bata, mientras relataba una vez mas los eventos al asistente del juez, parecía que habia envejecido diez años en unas horas. Su rostro sucio, su cabello enmarañado, sus piernas bañadas con sangre seca ...
-¿Señor Pevensie?- escucho una voz cercana decir y, luego, el conocido rostro de su padre apareció en su campo de visión. Era un hombre realmente alto y musculoso, con quien compartía el mismo color de ojos, aunque su cabello era tan rubio como el de Peter. Su rostro era una mascara de horror al verla sentada allí. La niña esta en la parte mas lejana de la vieja alacena, su rostro era blanco como el de un fantasma y sus puños estaban fuertemente apretados con los restos de la galleta a medio a comer. Se encontraba cubierta de polvo, estática como una estatua con su camisola rosa y, sus pantalones de conejitos demasiado largos para sus pequeñas y regordetas piernas.
- ¿Susi? - susurro el hombre con angustia, como si tratara con un animal herido aun así, la niña no respondió.
-Nena ... ¡Ven con papá! ...Todo esta bien ... nadie te hará daño
La pequeña gateo lentamente hacia la salida mientras el hombre la estrechaba entre sus brazos. Sintió sus lagrimas calientes en su cabello al ganar altura, un jadeo colectivo inundo la salada, seguido de varias frases que no logro entender. Cuando llegaron a la sala, podía sentir todas las miradas sobre ellos. Helen Pevensie se desmallo de la impresión y, es que de una noche llena de odio, el horror se incremento en todos al comprender que una niña de cuatro años lo habia contemplado todo.
Susan no volvió a hablar por dos años, era una niña asustadiza y, dependiente de su madre al extremo. Tres años despues del accidente, su padre comenzó a entrenarla junto a Peter en un esfuerzo de que la niña supiera defenderse del mundo y, ganara algo de valor propio. Lucy y Edmund, jamás supieron lo ocurrido aquella noche.
-¿Mamá?- inquirió una noche la niña, cuando su madre peinaba su cabello para dormir
-¿Si cariño?
-¿Por que los niños son diferentes a las niñas? ¿Por que las lastiman con "esa" parte de su cuerpo?
La mujer suspiro, resignada a tener esa conversación con su hija a tan temprana edad, a fin de cuentas, la niña lo habia visto y, necesitaba una explicación, así que con palabras sencillas le hablo por primera vez de sexualidad a su pequeña.
-Jamás estaré con nadie- exclamo cuando termino con su explicación- no pienso enamorarme nunca
-No debes temerle al amor princesa, llegara el día en que conozcas a un muchacho maravilloso con el que quieras compartir el resto de tu vida y, eso te hará muy feliz. El amor no duele cariño, el amor te complementa y engrandece tu mundo, no dejes que una mala experiencia marque tu visión del mundo.
La reina no comprendió en su momento las palabras, sin embargo, años más tarde fueron cobrando poco a poco sentido. Ahora estaba allí, a poco tiempo de ser madre y, anhelaba mas que nunca los consejos de sus progenitores. Añoraba por su niño que jamás podría llamar "abuela" a su madre arrojando a sus brazos o, que quisiera aprender de pesca con su abuelo. Los necesitaba con mas fuerza que nunca, es irónico pensar que hay un momento en que nos creemos independientes, libres de ataduras y capaces de hacer todo bien. Susan comprendió aquella tarde, que jamás dejaría de necesitar a sus padres, añoraba con el alma tenerlos a ambos para acompañarla en aquel momento de su vida. Anhelaba que conocieran a su bebe ... a Caspian ... Eran su familia y, los amaba, los cuatro hermanos parecían requerir mas que nunca el norte que sus progenitores les brindaban.
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Peter veía a su hermana pequeña tratar de alcanzar las manzanas en el árbol. Horas atrás, Caspain lo habia buscado para revelarle una verdad desgarradora. El joven se odiaba a si mismo y, de no necesitarla se habría cortado la mano allí mismo
¿Cómo pudo haber sido tan estúpido?
¿Con Edmund?
¿Con Susan?
¿Con Lucy?
Era una patética excusa de rey, definitivamente cualquier persona merecía mas el titulo que él.
¿Qué diablos habia echo?
Casi podía oír a la bruja riendo en su castillo.
-¿Vas a seguir martirizándote o me ayudaras a bajar las manzanas para la tarta?- cuestiono la niña dejándose caer a su lado. El muchacho no podía ni si quiera mirarla a los ojos -No ha sido tu culpa Peter ...
-Ahi Lu ... tu siempre tan inocente ¿Llegara el día en que no veas solo lo bueno en las personas?
-Estas siendo necio, no hay nada que perdonar ¡Te amo y, eso no cambiara!
-Lo se- murmuro el rey con una sonrisa triste- simplemente ...
-No necesito perdonarte por algo que te impusieron hacer
-Nadie estaba apuntándome con un revolver en la cabeza Lu ... debería haber sido mas fuerte, debería ...
-¿Es que acaso no lo entiendes? La bruja nos quiere separados, débiles, vulnerables ... nosotros no le daremos ese placer. No soy yo quien debe perdonarte, eres tu quien debe hacerlo. Suelta el pasado Pet, perdónate a ti mismo- murmuro la niña con su infinita sabiduría antes de pararse, para conseguir más manzanas.
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El muchacho se paseaba de un lado al otro de la puerta sin decidirse a entrar. Los eventos de aquel día le pasaban factura, como una vieja película de mala calidad.
La tensión en el reino no hacia mas que aumentar con el correr del tiempo, la gente estaba irritable e incontrolable.
Los monarcas mismos se sentían sumamente fastidiosos, por mas que lo intentaran, el odio no dejaba de circular por sus venas. Habian pasado tres semanas y, la situación parecia estar llegando a un punto critico.
-¡Majestad!- dijo la niña corriéndolo por el pasillo
-No tengo tiempo ahora Julliet
-Mi rey, por favor ... es importante
-Pide una cita, mi agenda esta ocupada
La niña tropezó y cayo al suelo, mientras el monarca avanzaba varios pasos en el pasillo.
-¡Caspian maldita sea! ¡Escúchame! -Jadeo- ¡Todos están en peligro! ¡El suministro de agua esta envenenado! ... ¡Estas dejando desprotegida al amor de tu vida!
-¿Disculpa?- exclamo el muchacho volteando lentamente, mientras la joven agradecía mentalmente
-¿Te has sentido irritable y molesto? ¿Incapaz de controlar tus emociones u acciones? ... Sin entender tu forma de actuar, pero sin poder corregirla
-¿De que estas hablando?- dijo levantándola del suelo y, mirándola fijamente a los ojos.
-Es un hechizo- se apresuro a explicar- he estado mirando a tu gente desde que llegue a aqui y, algo no cuadra ... tienes un traidor aqui adentro ... tu gente esta bajo un conjuro que se reactiva cada hora cuando beben agua ... Déjame ... déjame probártelo
El muchacho asintio, aun con desconfianza mientras la muchacha pasaba sus manos por su cabeza murmurando algunas palabras. Le tapo los ojos y, al retirar la mano, todo su mundo se tambaleo a su alrededor.
Por su mente corrían miles de imágenes, lo ultimo que recordaba era visualizar el castillo a lo lejos. Poco a poco su mente fue tomando el control y, las imágenes comenzaron a tener sentido ¿Que diablos le habia pasado? ¿Que habia echo? La imagen de su novia mirándolo con lagrimas en los ojos lo golpeaba una y otra vez como un cuento oscuro y siniestro que no recordaba.
Sus piernas flaquearon y, se apresuro contra el piso, sentía que podría vomitar en cualquier momento. La muchacha palmeo su espalda tratando de reconfortarlo.
El privarse del sueño le paso factura de repente, habia pasado noches en vela custodiando los sueños de su amada sin que ella lo supiera. Era el único momento en el día en que podía estar realmente a solas con ella sin enfurecerse al mirarla a los ojos, habia tomado el turno de la noche de los guardias despues de su noche con sus hermanos, aunque a diferencia de la seguridad, se acomodaba en un sillón dentro de la habitación y la contemplaba dormir. Sus sueños eran intranquilos y, la mayor parte del tiempo se quejaba tocando sutilmente su vientre, el muchacho incluso a la distancia podía notar que el bebe le estaba dando batalla cosa que le preocupaba bastante pero, su mente paralizada por el veneno no lo habian permitido superar su orgullo para hacer algo al respecto. Una parte oscura y egoísta de su interior, retorcida por aquel brebaje le susurraba que se lo merecía. Debía sufrir por ponerse en peligro.
El rey se iba antes de que los primeros rayos de sol asomaran y, la muchacha despertara. Dejaba su puerta custodiada por dos guardias mientras, dormía tres o cuatro horas antes de arrancar el día
-¿Quién ha echo esto?- murmuro clavando los dedos en el piso, la niña solo negó con la cabeza apretando los labios- ¿Puedes corregirlo?
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Edmund sostuvo la cintura de la muchacha mientras se desplomaba en sus brazos. Tardo mas de cinco horas en restablecer el agua a su estado original, quitando cada rastro de aquella pócima. El rey estaba perturbado en mas de un sentido, sentía que habian puesto su cabeza en una licuadora. La joven les habia explicado en una reunión privada, nuevamente todo, el muchacho habia visto a su hermano mayor caer de rodillas en un ataque de nervios al recuperar el control de su mente mientras le suplicaba a la reina valiente una y, otra vez que lo perdonara.
-¿Estas bien Jullie?- susurro el muchacho quitando el cabello sudoroso de su frente. Su piel pálida resaltaba en la oscuridad de la habitación, ¿Como podría agradarle o si quiera considerar bella a aquella criatura? ¿Cómo podía sentirse tan atraído a ella, sabiendo quien era su madre?
-Si ... estoy bien majestad- murmuro intentando incorporarse- solo algo cansada
-Te llevare a la cama- insistió aferrándola en sus brazos. La muchacha toscamente habia insistido en dormir en una carpa en el comedor, junto al resto de sus súbditos y, la población de Calormen. Por los pasillos, podía contemplar a las personas en el suelo, tratando de comprender que habia pasado tal como él, horas atrás. Caspian habia tenido que dar una reunión de emergencia ante todos para aclarar lo sucedido, el salón del trono se habia vuelto una batalla campal tras su declaración, los guardias tuvieron que detener a la gente que comenzó a discutir entre ella sobre el paradero del traidor.
Con cuidado deposito a la muchacha en su tienda, estaba completamente dormida.
-Dulces sueños linda- susurro sin poder evitarlo.
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La muchacha estaba acurrucada en un banco, sus zapatos yacían abandonados en el piso, casi tapados con la manta blanca que la cubría precariamente. Llevaba una remera oscura, color vino, que apenas rosaba sus muslos a causa de su abdomen y, bucaneras negras a media pierna. Miraba sin ver hacia el horizonte, con su cabello danzando a su alrededor. Era una noche oscura y, silenciosa aun así, su mente no lograba conciliar el sueño, la compañía de las estrellas le brindaban cierto resguardo de sus pesadillas.
Un aire de tristeza y, nostalgia la rodeaban, sin embargo, el joven no pude evitar pensar que jamás la habia visto mas hermosa.
-No pretendo escapar- le susurro sorprendiéndolo, una nube blanca y fantasmal se desprendió de su boca, al proferir aquellas palabras. Sus labios tenían un tono rosa pálido y, sus mejillas estaban enrojecidas por el frio. El doctor Cornellius le habia comentado que no habia hablado desde que llego al castillo- el aire libre me ayuda con las nauseas.
Caspian estaba recostado sobre la ventana, contemplándola hacia mas de media hora sin que ella se hubiera percatado. Era pasada la media noche, cuando tomo el valor de ingresar en su alcoba y, la encontró sentada en el balcón.
-No creí que lo hicieras-respondió con cariño mientras la joven solo asentía- ¿Te has sentido mal últimamente?
-Rillian esta inquieto, se mueve mucho y, mi estomago parece rechazar cualquier clase de alimento despues de dos horas ... me la paso vomitando a todas horas- murmuro frunciendo la nariz. Quiso enojarse con ella por no haberlo llamado, pero realmente era estúpido ¿Cómo podría reclamarle algo si no le dirigia la palabra? ¿Si solo iba a verla bajo el manto de la oscuridad?
Con paso lento se acerco a ella, arrodillándose a sus pies. La vio saltar ligeramente asustada cuando tomo su mano con delicadeza, aun podría apreciar el leve rastro de los moretones que le habia provisto. Se odio incluso mas a si mismo.
-Lo siento tanto princesa, jamás fue mi intención dejarte sola- confeso acomodando uno de sus mechones rebeldes detras de su oreja- Perdóname por favor, eres lo mas importante en mi vida Susan ... no no se como pude haberte tratado así ¡De verdad lo siento! ¡Nada de lo que dije era real!
-¿Por que ahora?- dijo tan bajo que casi no la escucho- ¿Que ha cambiado?
El joven le explico apresurado lo sucedido, queriéndole transmitir con los ojos su dolor y arrepentimiento, sin embargo, la muchacha no lo miro a los ojos ni una vez desde que entro.
-¿Eso es todo?
- Mi amor ... por favor
- Entiendo lo que dices Caspian, pero, realmente no puedo estar contigo ... una parte de tu mente, aunque sea pequeña pensaba en todo eso. Nuestra relación avanzo demasiado rápido desde un primer momento, quemamos demasiadas etapas en el nombre del amor y, no digo que no este irrevocablemente enamorada de ti ... yo solo, necesito tiempo para aclarar mis ideas ... no quiero atarte a mi por el simple hecho de compartir un hijo juntos.
-Susan ...- suspiro el muchacho con un hilo de voz, reprimiendo las ganas de largarse a llorar. Aun así la entendía, mas allá de que su corazón estuviera destrozado, la entendía. Sintió el peso del anillo, que le habia entregado tiempo atrás, contra la palma de su mano mientras la muchacha lo miraba finalmente a los ojos.
- Los últimos meses no hemos dejado de pelear y, por el bien de Rillian no puedo cargar con mas estrés en este momento. Nuestro bebe debe ser siempre la prioridad Caspian, te amo pero es momento que piense más como madre que como mujer. Estamos lastimándolo.
-¿Puedo ... puedo pedirte un último favor?- susurro resignado con lagrimas en los ojos- Se que no lo merezco, pero, ¿Me permitirías pasar una última noche junto a ustedes para velar por sus sueños?
La muchacha se incorporo lentamente tomándolo de la mano sin decir palabra. Juntos caminaron al interior de la habitación, Susan dejo caer la manta y, el muchacho pudo contemplar las dos aureolas casi invisibles en sus ante brazos.
-Estas demasiado delgada- murmuro acariciando su cintura, deseando sentirla. Deseando desvestirla y, acurrucarla sobre su cuerpo, sin embargo no necesitaba sacarle la ropa para demostrar su punto. Tenia seis meses y medio de embarazo y, su abdomen parecía de apenas cuatro meses. Sus labios temblaron y, las lagrimas finalmente trazaron su camino por sus pálidas mejillas. Sin palabras el muchacho la atrajo a sus brazos, tratando de deshacer con un abrazo parte del gran dolor que le habia causado.
No supo cuanto tiempo estuvieron en aquella posición, Susan lentamente se separo de su pecho y lo atrajo hacia sus labios. Era un beso agridulce, el último que compartirían en mucho tiempo y, ambos lo sabían.
Era un beso de despedida.

Las Crónicas de Narnia: MarcadoWhere stories live. Discover now