El Lunático

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Tal vez sean delirios psicóticos de un escritor en la indecisión de si vive o muere,
quizás son recuerdos clandestinos que aprovechan tales momentos de limbo para salir a lucirse.

No sé si duraré lo imprescindible para ver mi obra triunfar,
sin embargo,
mi muerte puede ser el abono definitivo para su florecimiento;
como las grandes piezas artísticas,
conquistadoras de la fama ante el fallecimiento de sus creadores, algunos alcohólicos,
dogradictos,
pervertidos,
o en este caso,
enamorados, pero bueno,
cada alma decide el veneno con el cual matarse lentamente.

Tal vez la muerte les otorgaba algún valor más singular que la vida.
Tantas veces me interrogué sobre cuál de ambas se disfrutaba más.
A lo extenso de mi corta trayectoria me movía entre diferentes criterios :

Algunos pequeños susurros de quejidos y reproches en base de lo difícil que resultaba
"el regalo de Dios",
que tan insufrible podía llegar a ser,
al punto de atribuir adjetivos que despojaban al exquisito diccionario de su magistral clase, inoportunos para tal poesía.

Al contrario,
en raras ocasiones escuchaba a alguien refunfuñando sobre
"El trabajo de la Parca",
se le cualificaba como un lugar mejor,
el paraíso de la tranquilidad y el descanso eterno para los atormentados.

Algunos sujetos la pedían a gritos desesperantes,
diferentes de quienes le huían como la presa al depredador.
Mas aún aguardábamos la minoría...
los nombrados "valientes", sinónimo de "locos" para los cobardes.
Esos éramos nosotros, y la perseguíamos.

Queríamos saber que tan dolorosa o relajante podían llegar a ser sus dominios,
sus misterios,
sus destinos.
Únicamente quedaba idear el plan y el método para buscarla o atraerla,
en mi caso,
decidí enamorarla...

Tal estrategia resultaba interesante al principio y parecía ser fructífera.
Las noches de poeta noctámbulo,
pensando en ella y
en nuestro codiciado encuentro,
me llevaban cordialmente de la mano hacia mi futura residencia en el sarcófago de la locura.

Las decepciones que sufría, lograban que la deseara en ocasiones como un pedido en la taberna, pero la mesera nunca aparecía, estando yo dispuesto a dejar mi vida como pago y mi amor como propina.

Mientras iba andando,
investigándola,
mis pensamientos causaban distorsiones entre la cordura y la razón.
No comía, tan solo tragaba.
No suspiraba, tan solo respiraba.
No vivía, tan solo caminaba.

Para anesteciar tales dolores hasta que mi oportunidad se presentara,
bebía, y mucho, tenía más alcohol que sangre en mis venas...
Y fumaba, demasiado, tal parecía hermano de una locomotora,
viendo como en el humo bromeaba y figuraba su rostro tan inalcanzable,
asfixiándome en ocasiones... intentando poseerla en mi.

¿Que le costaba hacerse omnipresente ?
¿Las maniobras que empleaba no era las adecuadas?
¿Que estaba haciendo mal su amor platónico?

La buscaba por las calles,
en los accidentes, en parques,
en las masacres, en guerras,
en los suicidios, en crisis,
en los incendios, en bosques.
Tan solo residía su perfume y firma en todas y cada una de las escena... pero ni pista de su próxima estación.

Mientras el reloj trabajaba y las horas se gastaban,
me dedicaba a escribir.
Necesitaba desahogar tal penuria.
Y a muchos le encantaba,
y a mi no.
La lógica no se satisfacía en mis escritos.
Era el diario de un lunático enamorando a la muerte,
un payaso que no veía la prudencia en sus pupilas mediante sus actos,
mientras relucía su llamativo sombrero de copa que le daba su toque elegante aún siendo bufón,
ocultando la ideas que en su cabeza flotaban como nubes.
Pensamientos fugaces astronómicos que transitaban en todas direcciones,
ideas y pensamientos para las que el mundo no estaba preparado...

Y me rendí.
Dejé de indagar.
Y tan solo la esperé...como si fuera la fecha de mi juicio.

Hasta que un día alguien tocó a mi puerta.
Un par de golpes secos sin ningún llamado...

¡¡Era inédito...!!
La tenía frente a mis ojos.
Estaba tan nervioso,
tan ansioso por conocerla.

La tuve a mi deleite por minutos...
¡¡ Que hermosura !!
Creí absurdo que tanta sublimidad,
tuviera un empleo tan inmerecido.

Yo, tartamudo por el júbilo de observar mi anhelo...
Ella, miraba con lástima que se extendía como epidemia en sus ojos al ver un pobre diablo tan contento por su visita.

Ninguno habló, uno no podía y el otro no quería.
Tan solo se acercó y me abrazó.
Por instantes interminables sentí la temperatura más ínfima que había podido existir.
Miles de últimos alientos se pasearon por mi tímpano,
cuanto sufrimiento podía cargar la inversa de la vida.
Lágrimas que por su rostro corrían estáticas.

Se fue arrimando despacio mientras el abrazo eterno proseguía y consiguientemente susurró con una voz meliflua :

"Escogiste la única forma de morir sin tener que dejar este mundo"

Despegó su cuerpo suavemente de aquel muñeco inservible,
inerte al ser participe del tal expresión.
Seguía congelado mientras ella saqueaba mi interior,
excavaba buscando algo,
y lo encontró...y la sonrisa dibujada pasaba a ser puro maquillaje tan perfectamente colocado y de buena calidad.
Conforme así se fue despidiendo, poco a poco,
a mi desconocimiento de lo que se había llevado.

Me registré completo,
tenía la cartera,
el reloj,
la ropa,
mi sortija...
Revisé y tenía todos y cada uno de mis recuerdos,
los órganos estaban en su lugar,
Todo estaba intacto,
pero no sentía miedo,
y debía.

Tan solo sentí un vacío,
Faltaba una pieza, el núcleo.
Faltaba mi alma y con ella mis ambiciones,
mis vicios,
mis emociones,
todo lo robó.

Desde ese entonces se contaron muchas historias a partir de aquel suceso.
Relatos sobre un chiflado que merodeaba de un lugar a otro, tratando de encontrar su todo.

El demente que se atrevió a seducir a la Sirvienta del Cementerio...y lo rompieron, al igual que a su corazón.

El Mimo de las Emociones Pintadas,
que bromeaba sobre sus desgracias,
escribiendo un relato de la hazaña que lo llevo al abismo,
la que lo enseño a no jugar con la muerte,
y menos con algo más peligroso y devastador,
el amor...

Motivos de Sombras Where stories live. Discover now