"Como dividir las aguas del Mar Rojo."

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Crónicas del feroz sobreviviente humano, Samuel Adeodato.

...

No escuchaba ruido alguno y tampoco podía observar el ambiente en el que me encontraba, estaba en la nada. Trataba de dormir, me sentía sumamente cansado después del día alocado que había tenido y aún así, en el fondo de mi corazón, sabía que todo había sido real.

A veces simplemente quería despertar y que todo fuese un sueño, tal vez renacer en un mundo diferente o incluso en el pasado, del cual siempre oí cosas buenas. Me habían contado alguna vez de un mundo en donde los animales no hablaban, uno donde no había guerras y la gente, a pesar de todo, era más feliz; muchos dicen que los problemas políticos y ambientales desmentían eso, pero me hubiese gustado saber cómo se sentía vivir en un mundo como ese por cuenta propia y sobre todo...

Descubrir que tan auténtica era aquella felicidad.

Tener esos pensamientos no me dejaba recuperar el sueño y nuevamente abría los ojos, viéndome rodeado por las mismas paredes vacías y tristes, donde tan solo me acompañaban las conversaciones que fuera de ellas acontecían. Escuché que me llevarían a una especie de prisión, aunque no tenía idea de cuándo se daría mi traslado, había permanecido encerrado en aquella habitación durante más de 10 horas después de mi "enfrentamiento" con Silas;  y cada que alguien entraba se me erizaba la piel,  relajándome de inmediato, porque siempre era el mismo sujeto.

— Hola Samuel, te traigo tu cena. —me volvía a saludar aquel molesto androide de color amarillo.

No me agradaba, pero lo prefería a él que a un montón de guardias sin rostro, solía venir de vez en cuando para ver cómo me encontraba y pese a que era sumamente irritante, al menos me traía comida y esta vez no era la excepción. Tenía en sus gigantescas manos de metal un plato, cuyo contenido era simple, aunque lo suficientemente nutritivo para mantenerme con energías: Habían un par de huevos revueltos y un tocino ligeramente inclinado, lo que hacía que el dichoso platillo se viese como una carita contenta.

— ¿Acaso crees que tengo 5 años? —pregunté sarcásticamente, refiriéndome al detalle que acababa de presenciar en mi comida.

Más que molestarle, mi comentario pareció hacerle gracia; no entendía a ese pedazo de chatarra santurrón.

— Lo lamento, pensé que podría subirte el ánimo... —se rascó su cabeza— Después de todo, no sé si lo sabes, pero—

— Lo sé, lo sé... —suspiré profundamente, dando un bocado a mi tocino— Me iré a la prisión y esta es tu manera de decir: "despídete de tu vida como la conoces o algo así". —traté de imitar su voz estoica y pasiva.

— No, simplemente quiero que te acostumbres a mí. —se sentó al frente mío sirviéndome un vaso de limonada.

— ¿Y porque yo querría pasar tiempo contigo? —pregunté con honestidad, sintiéndome bastante extrañado ante su, aparentemente sacado de la nada, aprecio por mí.

— Porque de ahora en adelante pasaremos mucho tiempo juntos. —explicó dándome unas palmaditas en la espalda— Así que ten por seguro que no importa que tan solo te sientas o en que peligroso lugar estés...

Yo velaré por ti.

...

Nuevamente en soledad, reflexionaba sobre las palabras que Drake me había dicho. No importaba que tanto lo pensara, fallaba en entender su aprecio por mí además del porqué insistía en anteponerse a su señor por un chiquillo cualquiera. En definitiva era extraño, ¿pero, debía quejarme o aprovechar su bondad? Allí estaba el verdadero dilema.

Planet Chronicles: Levántate y pelea.Where stories live. Discover now