Him

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Cielo Drive, Los Ángeles, California, 1946

Cuando el taxi me dejó frente aquella imponente mansión, me sentí intimidada. Leí la dirección que estaba escrita en el pequeño trozo de papel y suspiré arrugándolo en mi mano.

Di un paso hacia adelante y las enormes rejas que custodiaban tan elegante condominio, se abrieron solas. Miré a todas partes en busca de alguien o algo, pero estaba completamente sola.

No tenía idea por quien iba a preguntar. Elizabeth sólo me dió una dirección y un número de teléfono que me obligó a memorizar.

Me adentré calculando cada uno de mis pasos observando la puerta a la que debía llamar. Presioné el timbre y me alejé unos cuantos pasos.

—Hola.—una hermosa chica me recibió en la puerta, le sonreí a medias y ella abrió la puerta por completo dejándome pasar.—Ponte cómoda.—sujetó mi abrigo ayudándome con él y me señaló un lindo sofá rojo.

Tomé asiento observando todo a mi alrededor. Por dentro la casa era impresionante, la decoración era exquisita, estilo europeo.

Los candelabros de cristal que colgaban del techo eran Tiffanys y lo supe porque sólo había visto unos candelabros iguales en la casa de Elliot Perkins.

El hombre más rico de Hollywood.

—¿Bebes algo?—preguntó la chica.

—Bourbon, seco.

La chica desapareció por un par de minutos y cuando volvió, traía un vaso de cristal en su mano y una botella del bourbon más fino en la otra.

Me entregó el vaso y lo llenó hasta la mitad, dejó la botella en la mesita que estaba frente a mi y volvió a desaparecer.

Bebí un pequeño sorbo y miré el vaso por un largo rato.

Nunca había probado un licor tan delicioso y puro. Tenía un sabor muy dulce, característico del bourbon y ciertos matices ahumados.

Podía sentir cada sabor haciendo explosión en mi boca, mis papilas gustativas estaban siendo estimuladas en su máximo esplendor.

No era la primera vez que tomaba bourbon y tampoco la primera vez que probaba esa marca.

Era como si mis sentidos se hubiesen agudizado, mi olfato y mi gusto estaban siendo seducidos.

—Cordelia.—una voz femenina me sacó de mis pensamiento y miré hacia ella.—Ya puedes subir.

.....

Su oficina estaba decorada con el mismo estilo europeo. No había nada fuera de lo normal, detrás de su escritorio había una enorme biblioteca que abarcaba toda esa pared.

Una repisa junto a la ventana con diferentes antigüedades y un Van Gogh que adornaba la pared.

—¿Cómo estás, Cordelia?.—una voz gruesa pronunció mi nombre y me asusté porque creí que estaba sola.

Aparté mi mirada de la obra de arte que estaba contemplando y lo miré a él.

Estaba sentado detrás de su escritorio, nunca escuché que abrieran la puerta, nuca escuché pasos o alguien entrar.

—Soy de pies ligeros.—inquirió como si leyera mis pensamientos.

Era un sujeto bastante apuesto, su camisa de seda estaba abierta con los primeros tres botones, su cabello rubio perfectamente peinado hacia atrás, su piel pálida, casi traslúcida y su sonrisa inquietante.

Me cautivó de inmediato.

—Elizabeth Short, me dijo que tú podrías ayudarme con mis problemas.

—Puedo tratar.—sonrió rascándose el mentón.—Por favor, siéntate.—señaló la silla frente a su escritorio.

Asentí y tomé asiento bajando el dobladillo de mi falda que se había subido por el movimiento.

—Tienes un rostro hermoso...pero el tiempo ya se te está agotando. Acabas de cumplir veinticinco y pronto quedaras obsoleta.—Bajé la mirada.—Hollywood no es tan maravilloso como lo soñaste, ¿no es así?.

—Me acosté con media ciudad y lo único que he conseguido es un fracaso tras otro.—soltó una pequeña risa.—No es buen momento para hacer cine.—rodé los ojos.—Es lo que todos me dicen, luego de cogerme y darme dinero para el taxi.

—Si somos honestos la guerra redujo mucho de los presupuestos, las grandes productoras tienen miedo de apostarlo todo.

—Siguen haciendo cine.

—No te van a dar un protagónico, Cordelia.—pude saborear la burla en sus palabras y su risa me lo confirmó.—Dime, ¿qué necesitas?.

—Quiero prosperar, ser exitosa, tener dinero y pisotear a todos los que me han pisoteado.

—¿Lo deseas de corazón?.—asentí sosteniendole la mirada.—Quieres poder, el poder es mejor que el dinero...

—Quiero ser famosa, me he preparado toda mi vida para eso. Fui presidenta del club de teatro en mi escuela, gasté hasta mi ultimo centavo en clases de actuación costosísimas, me he acostado con hombres asquerosos para poder pagar mi renta y seguir yendo a audiciones...merezco ser famosa.

—¿Lo mereces?.—elevó sus cejas y suspiró inclinándose en su asiento.—¿Por qué crees que lo mereces?.—fruncí el ceño.

—Es lo que más anhelo en esta vida.

Frunció los labios asintiendo y lo escuché suspirar.

—A veces tenemos que tener cuidado con lo que deseamos con tanto anhelo, Cordelia. No siempre lo que queremos es lo que necesitamos.—bufé rodando los ojos, eso le hizo gracia porque se echó a reir.—¿Qué estás dispuesta a darme a cambio?.

Volví la mirada para verlo.

—Lo que sea.—asintió relamiéndose los labios.

—Eso pensé.

Hᴏʟʟʏᴡᴏᴏᴅ·s Bʟᴇᴇᴅɪɴɢ  | 𝙇. 𝙃𝙚𝙢𝙢𝙞𝙣𝙜𝙨Where stories live. Discover now