ғɪɴᴀʟ

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Empezó a desplomarse. Esto le pasaba todos los días, todos los meses, todos los años. Especialmente; ese día.
Lloraba como desgraciado.
Sus lágrimas eran tantas que llegaba a quedarse seco de estas.
Rápidamente sus mejillas se tornaban de un color carmesí; su cara se hinchaba como nunca.
De su nariz caían algo como mocos líquidos, un asco la verdad.
Él daba asco. Y se daba asco.
Sabía que por esas fechas necesitaba contención de sus seres queridos, amigos, demás.
Pero jamás le iba a ser suficiente.
Su corazón estaba vacío, algo que nunca podría rellenar con alguna otra cosa, o persona.
Intentó ir a varios psicólogos, incluso terapeutas.

Nadie podía ayudarlo.

Se sentía miserable, sin un objetivo claro en la vida desde lo que le pasó.
Algo que lo atormentaba todas las noches.
Tenía sueños y pesadillas recurrentes respecto a ese tema.
Y ambos dolían por igual.
Sus sueños porque creaba escenas sobre ellos, y al despertar... se sentía tan vacío.
Sus pesadillas porque simplemente imaginaba aquella situación una y otra vez.
Y la culpa, la culpa que había estado cargando todos estos años... menos.

Si tan solo se hubiera dado cuenta...

Si tan solo hubiera dejado de ser tan cobarde...

Si tan solo se hubiera fijado por un puto segundo todo lo que le pasaba...

Si tan solo, no hubiera mantenido su relación 𝗮 𝗲𝘀𝗰𝗼𝗻𝗱𝗶𝗱𝗮𝘀, nada de esto habría pasado...

Eso, y mucho más, era por lo que año a año cada vez tenía menos ganas de vivir.
Año a año, su mente y cuerpo se desgastaban poco a poco... y era consciente de eso.

Se había mantenido fuerte por sus amigos.
Se había mantenido fuerte por intentar superarlo.

Pero, ¿como superas algo insuperable?

Sus esfuerzos eran siempre en vano.
Su depresión empezó a tan siquiera unos días después del acontecimiento... y la había escondido y reprimido por unos largos y pesados años.

Justo como a su relación.

[...]

Estaba desplomado en aquella cama. Era un muerto en vida. Comía obligadamente, gracias a su mejor amigo. Odiaba estar así, porque le daba tiempo para pensar. Pensar en lo que pasó.
Sus ojos se cerraban por sí solos; también muerto de sueño. Pero no quería dormir. Y menos porque su mente era la más traicionera y la que le jugaba siempre una mala pasada, soñando o teniendo pesadillas sobre el tema.
Se levantó soltando un suspiro pesado.

Hoy era el día.

Se acomodó sin interés sus púas. Y se miró en aquel roto espejo de su cuarto.
No podía presentarse así.
Por una vez en su maldita vida, tenía ganas de arreglarse.
Así que se dió un baño rápido, y se vistió de una manera formal.
Intentó maquillarse torpemente las enormes bolsas que tenía debajo de sus ojos, es decir, sus ojeras.

Terminó colocándose sus zapatos de una manera mediocre. Tenía listo todo; el ramo de rosas y las notas.

Lo tomó todo y con pesar salió de su casa. El sol lo estaba matando, pues al haber estado tanto tiempo encerrado en la oscuridad de su casa, se había puesto de un pálido tono, y sus ojos aún no se acostumbraban a aquella estrella brillante.
No tenía ganas de expresar algún gesto. Pero cuando su mejor amigo de dos colas apareció... hizo una sonrisa forzada, solo para no preocuparlo.

[...]

La ceremonia de todos los años había terminado. Sus amigos empezaron a irse; los más débiles llorando, los más fuertes solo expresaban una mueca de angustia y consolaban a los demás.
Él intentaba estar en el segundo grupo, pero claramente se acrebrantaba de una manera horrible, siendo el que daba más pena de todos.
Uno por uno empezaron a irse de aquel lugar. Dejando como siempre; obsequios y su condolencia.
Algunos era porque no soportaban aquel ambiente denso y triste. Y otros porque simplemente sentían la necesidad de irse de allí, no aguantaban la idea de la situación, no aceptaban que era real, y mucho menos podían aguantar ver a los mismísimos héroes, Sonic sobretodo, tan frágiles y débiles como estaban en aquellas ceremonias.

【🥀】A escondidas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora