III

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Aquella noche...

"Oye, Santiesteban"

Estaba más cerca de lo que debería estar, su hombro presionado contra el de ella, su voz baja.

Victoria volvió la cara hacia él.  Sus narices casi se rozaban. El mundo que los rodeaba era más que un poco confuso.

Los dos apenas eran consciente de que Osvaldo estaba sentado frente a ellos, con un brazo alrededor de Helena y el otro sosteniendo un trago de whisky en alto, compartiendo al resto del grupo una anécdota. Victoria había perdido la cuenta de cuántas bebidas había tomado, pero Osvaldo definitivamente había tomado más que ella si sus mejillas enrojecidas y su voz resonante eran alguna indicación.

Todos estaban centrados en él, el cumpleañero, con sus cuentos escandalosos y delirantes. Nadie notó a Victoria y Heriberto, acurrucados juntos en la esquina.

"¿Quieres salir de aquí?"  Susurro Heriberto.  Podía sentir su aliento en la cara. Su mano aún descansaba sobre su pierna, se había deslizado por encima de su rodilla y le apretó la mitad del muslo. Su cercanía la intoxicaba, era tanta su proximidad que contuvo su respiración por unos segundos.

¿Es esto real? ¿Acaso el alcohol me esta haciendo imaginar cosas que no son?

Heriberto inclinó su cabeza al cuello de Victoria dejando un camino de suaves besos que quemaban su piel. Ella entrecerró sus ojos y se dejó llevar.

Si tan solo hubiera pensado en la oferta por más de unos segundos.  Si tan solo hubiera estado lo suficientemente sobria como para darse cuenta del error que estarían cometiendo, el impacto que podría tener una noche con este hombre, a quien valoraba mucho como una especie de amigo (no del todo)

"Está bien", respondió Victoria mientras suspiraba. Los dos compañeros de trabajo se miraron intensamente a los ojos, notando sus pupilas dilatas y mejillas sonrojadas.

La besó afuera, a la luz azul neón del letrero del bar, sus manos apretaron fuertemente a su estrecha cintura. Él tomó la iniciativa de ella, dejándola marcar el ritmo, guiándose cuando parecía perdida, dejando a la vista su evidente inexperiencia. Victoria nunca imaginó que su primer beso será tan...

¿Excitante? ¿Pasional? ¿Hambriento?

Y menos aún que el hombre que cuyos labios estaban sobre los suyos eran del mismísimo Heriberto, su compañero. En respuesta a su evidente diferencia de altura, Victoria se puso de puntillas en sus tacos y profundizó más el besó, sus brazos se enrollaron en la espalda de el; cada vez que el beso se profundizaba Victoria gemía en su boca y sus manos lo atraían mas a ella. Heriberto no se quedó atrás, con una mano sobre su mejilla y la otra en su cadera atrajo su cuerpo al suyo. La besó de nuevo en el taxi, con los dedos atrapados en su cabello, y luego en su puerta, después de preguntarle una vez más si estaba segura.

"En verdad, ¿quieres esto, Morena?" le preguntó mirándola directamente a sus oscuros ojos verdes por la pasión.

"Si... Heriberto. Te quiero ahora" No habia vuelta atras. Con la punta de los dedos arrastrándose por su mandíbula, con los ojos fijos en sus labios.

Sí, sí, sí.

Y él sonrió suavemente mostrando sus blancos y perfectos dientes, con los ojos brillantes, y la siguió hasta la casa.

Podía recordarlo todo, en su mayor parte, incluso a través de la bruma del alcohol. Había sido tan amable, acariciando lo que parecía cada centímetro de su cuerpo con manos suaves, como si ella se rompiera. Le dio mucha atención a sus senos, acariciandolos hasta que sus pezones se pusieran erectos, y los humedeciera con su boca, esta nuevas sensaciones eran tan desconocidas para ella. Heriberto le mostró un mundo de placer completamente inexplorado por ella. ¿Acaso Heriberto notó su falta de experiencia? Recordó la agradable sensación de su rostro recién afeitado en su cuello, sus senos, el interior de sus muslos.  Recordó haberle metido una mano en el pelo, jadeando y estremeciéndose de placer, el peso de su brazo arrojado sobre sus caderas sujetándola hacia abajo mientras se retorcía bajo sus atenciones. Se había quemado, solo un toque, mientras él sumergió dos dedos en ella, pero luego había hecho algo... escandaloso con su boca y ella había olvidado la pequeña incomodidad, sollozando su nombre una y otra vez.

Heriberto... Heriberto... ¡Heriberto!

Luego la besó, profunda y sucia, con el sabor de ella persistiendo en su lengua, su cuerpo empujando el suyo contra el colchón.

"Victoria", él respiró contra su mejilla, presionando sus caderas con fuerza contra las de ella y haciéndola temblar, para que sintiera su ahora erecto miembro, "Por favor" pidió Victoria con clemencia, aunque estas emociones eran desconocidas para ella, quería saciar el fuego en su interior.

Una nueva sensación... Así que esto era lo que se sentía al estar con un hombre.

"Sí", dijo, aparentemente todo lo que podía decir.  Sus brazos se envolvieron alrededor de él, sus piernas entre sus caderas.  "Si."

Recordaba acurrucarse los dedos de sus pies en las sábanas mientras él la penetraba. La sensación, el estiramiento a su alrededor, había dolido y tentado en igual medida. Victoria gimió en respuesta, abrumada, por este nuevo sentimiento en su interior. Nunca había sentido algo igual, su cabeza cayó hacia atrás sobre la almohada. Se sentía tan llena. Podía sentir sus uñas clavándose en su espalda. El gemido de alivio de Heriberto, la forma en que silbó su nombre entre tartamudeos y apretó los dientes, hizo que se le encogiera el estómago. Su aliento era cálido en su rostro.

Con los ojos cerrados, sintió la mano de Heriberto en su frente, echándose el pelo sudoroso hacia atrás.

"¿Bueno?"  él jadeó.  Él estaba tratando de estar quieto por ella, pero estaba fuertemente enroscado por la tensión y se movía inconscientemente, inquieto, necesitado, entre sus muslos.

Victoria recordó haber abierto los ojos, mirarlo a la cara, sus iris como esmeraldas, el verde a su verde avellana. Estaba tocando su mejilla, las yemas de sus dedos suaves y gentiles.  Robada de palabras y aliento, ella asintió. El vaivén de sus caderas fue incrementando algo igual que sus gemidos. Victoria buscó el ritmo de Heriberto y se unió a él después de algunas embestidas. ¿Quien creería que tan solo unos minutos atrás ella era tan solo una virgen inexperta? Heriberto con una mano en la cabecera de la cama empezó a profundizar sus embestidas. Victoria sentio como su masculinidad crecía dentro de ella.

Su mirada, su virilidad, su aroma...

Victoria siente que su cuerpo se derretí. Heriberto coloca sus piernas en sus hombros y sin dejar de mirar sus ojos verde oscuro se adentra a su feminidad hasta el fondo. Los dos estaban cerca del clímax, por inercia Victoria separó más sus piernas, y Heriberto lo aprovechó para inclinarse, recibiendo un gemido seco de parte de ella. La besó, muchas veces mientras los embates de caderas seguían. Finalmente con un gemido de los dos, llegaron al clímax. Victoria no podia creer el extasis que recorría por su cuerpo desde la su cabeza hasta la punta de sus pies. Heriberto se recostó y atrajo a Victoria a su pecho, los dos podían sentir el palpitar de sus corazones.

Más tarde, en la oscuridad de la noche, se despertó, con la garganta seca y la cabeza empezando a dolerle, y vio a Heriberto parado en la puerta de su habitación, poniéndose la chaqueta.  Ella debe haber hecho algo de ruido, un susurro mientras se movía para mirarlo, porque él se volvió y se encontró con su mirada.

Ella no dijo nada. Tampoco él. Después de unos momentos cargados y tranquilos, se dio la vuelta y se fue.  Victoria se dio la vuelta, deseando el impulso inesperado de llorar, y trató de volver a dormir.

Una Aventura de una Noche- Pareja Tekilaحيث تعيش القصص. اكتشف الآن