El destino ha venido queriendo robarse su felicidad, pero Izuku Midoriya no se dará por vencido y buscara la manera de tenerla a su lado.
Algunas historias de amor tienen un comienzo feliz, pero en el camino la vida siempre pondrá a prueba la fuerza...
Midoriya Izuku y Uraraka Ochako, eran los nombres de los jóvenes que conformaba una de las parejas mas “famosas” de aquella pequeña aldea, aclamaban a la pareja como un amor perfecto, solo por el simple hecho de llevar casi 4 años de noviazgo. Y como toda historia de amor, tuvo un comienzo.
La primera vez que Izuku la vio, fue una tarde de jueves. El iba camino a casa cuando se encontró con una joven sentada en la fuente, al centro de aquel pequeño pueblo.
Pensó en pasar de largo, seguir su camino, pero entonces notó el leve semblante triste de la chica y quiso acercarse, sin embargo se detuvo a pocos pasos, la timidez lo invadió y lo hizo huir.
Cuando llegó a casa se llamó a sí mismo tonto varias veces, pues aquella chica pudo haber necesitado ayuda y el prefirió irse. Esa noche Izuku se hizo una promesa, si veía otra vez a aquella dama, no dudaría en brindarle ayuda.
El cielo pareció escucharlo y al siguiente día logró verla, en el mismo lugar. Pero no fue directamente a ella, primero quiso ir a conseguir algo para no presentarse con las manos vacías ante la castaña. Llegó ante ella con tres tulipanes.
──Disculpe──. Habló tímidamente, logrando llamar la atención de la joven. ──¿Se encuentra bien? ──.
Ella le vio confundida y luego le regaló una sonrisa. A lo mejor el chico la había notado triste.
──Descuide, estoy bien──.
El peliverde pensó en insistir, sin embargo supuso que podía incomodarla y no quería eso, entonces recordó su pequeño ramo de flores y se le entregó.
──Son para usted──. Afirmó tímido, a la vez que extendía los tulipanes. ──Mi madre dice que: las flores son capaces de pintar sonrisas──.
La curva en los labios de la joven creció y recibió las flores gustosa.
──Son muy bellas, gracias──.
El joven dio como respuesta una sonrisa y luego, sin siquiera pedir permiso, tomó asiento en la orilla de la fuente, junto a ella. Jugaba levemente con sus dedos, buscando algún tema de conversación, pero justo cuando lo logró encontrar, ella se levantó.
──Se hace tarde, debo volver──.
Izuku también se puso de pie e hizo una reverencia.
──Yo…también debo regresar, señorita…──. Por supuesto que quería saber el nombre de la dama.
──Puedes llamarme Uraraka──. Prosiguió ella. ──Fue gusto, gracias por las flores, Midoriya──.
El pecoso no ocultó su sorpresa.
──¿Sabe quien soy?, ¿nos conocemos? ──. A lo mejor la había visto antes y no lo recordaba.
Ella rio levemente y luego señaló el pecho del joven, donde descansaba una pequeña placa con su nombre, un tipo de carnet.
Izuku se sonrojó, se sintió tonto al no recordar que aun llevaba su placa puesta.
Esa fue la primera vez que se vieron.
Designaron aquella fuente como su punto de reunión y con forme pasaron los meses, el ramo de tulipanes fue creciendo. Y aun después de habérsele declarado, el ramo de tulipanes estaba presente.
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