Capitulo 23

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Elizabeth salió de la casa acompañada de sus padres y de Zayn.
-Voy sola.- insistió ella.
-No queremos que vayas sola, Elizabeth, esta es mi última palabra.- dijo Harry en tono de reproche.
Todos subieron al auto y ella intercambió una larga mirada con Zayn.
Llegaron a la casa de Lorena y bajaron. Ella llamó al timbre y apareció la morena de la larga cabellera y ojos oscuros y Alejandro, de cabellos castaños, cortos e intensos ojos verdes.
-No dijiste nada de él.- reprochó Louis.
-Es el hermano de Lore.- ella no tenía ganas de pelear así que Louis no insistió.-Adiós.- dijo y entró en la casa dirigiéndoles una mirada.
La morocha la abrazó por los hombros pegándola a ella y entraron a la casa.
-El alma de la fiesta.- se escuchó que gritaban varias voces desde el interior. Había voces femeninas y masculinas. Les molestó pero decidieron que lo mejor era irse.
Apenas llegaron entraron al cuarto de ella, vieron todo lo que ella había dejado. Había un nombre que se repetía en varios de sus cuadernos "Brian", pero no era todo lo que estos contenían. Historias, frases, textos, dibujos llenos de colores donde la muerte predominaba.
Liam leía los cuadernos con el corazón en el puño y luego se los pasaba a Louis cuyos ojos comenzaron a aguarse. Zayn se quedó mirando los distintos albumes de fotos y Harry y Niall recorrían la habitación encontrando distintos filos y sacapuntas desarmados. Los juntaban para luego deshacerse de ellos.
Mientras tanto en la casa de Lorena todos hablaban animadamente ignorando lo ocurrido el día anterior, queriendo olvidarlo, pero se veía el dolor en cada par de ojos. Elizabeth se sorprendió al encontrar a casi toda la división ahí pero se alegró un poco de verlos "Juntos, como en los viejos tiempos, solo que ahora falta ella". Los chicos arreglaban todo, querían salir a bailar, pero ella no, no tenía animos para eso. Cuando todos empezaban a prepararse Josefina se le acercó.
-Dejaste esto en casa antes de irte.- dicho esto le tendió su campera de cuero negra y un short tiro alto color negro.
-Gracias.-dijo ella.
-¿Vas a venir?- preguntó.
-Si, pero tengo que ir a un lugar antes,- mintió.- prestame esta,- dijo tomando la bandana que su amiga tenía en la mochila.- decile a los demás que los veo allá.
Antes de salir de la casa se puso la campera de cuero sobre su camiseta de tirantes y se sacó el pantalón largo que tenía para ponerse su short negro. Se ató la bandana en forma de vincha y salió de la casa.
Eran las siete cuando llegó a la casa. Entró al garaje, no quería que sus padres la vieran. Dejó ahí su buzo y su pantalón y destapó su moto. Negra, potente, hermosa. Agarró el carnet que le daba permiso para usarla (ventaja de los contactos que tu mamá puede tener) y la encendió con las llaves que había llevado con ella desde que salieron de su casa en Londres.
Se compró un paquete de cigarrillos y un encendedor y volvió a la moto. Manejó hasta que las calles se volvieron desiertas. Se quitó el casco y aceleró sintiendo ese viento que asotaba sus piernas, hacer lo mismo con su rostro y su cabello.
Se detuvo a cargar combustible y fue al boliche. No quería que Josefina llamara a alguien diciendo que no aparecía. Se fumó un cigarrillo antes de entrar. El lugar estaba lleno pero no le costo mucho trabajo encontrar a sus compañeros.
Bailó un poco con ellos y dijo que iba al baño pero salió del boliche.
-Hola, muñeca.- dijo un chico atrás de ella.
Elizabeth lo miró, pero no había rastro de su hermosa sonrisa que se había esfumado al pisar Buenos Aires. El chico se la quedó mirando mientras ella subía a la moto y arrancaba.
Sus amigos rieron ante el rechazo que él acababa de recibir y se decidieron por volver a entrar al boliche.
Eran las tres de la mañana cuando volvió a detenerse en las afueras de la ciudad al costado de la ruta. Se apoyó en su moto mientras le daba largas caladas a su cigarrillo, lo había extrañado. Se sentía mal por hacerlo pero era Buenos Aires con todos los malos recuerdos que le traía.
Así se terminó su primer paquete de cigarrillos mientras veía el amanecer. Se compró otro sintiendo el celular vibrar en su bolsillo.

Harry

El nombre de su padre brillaba en la pantalla. Cortó la llamada e ignoró las casi noventa llamadas perdidas que tenía. Volvió a subir a la moto y siguió su camino.

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