Condescendencia Delicada

2.2K 232 55
                                    

La puerta se abrió. Me encontraba justo delante de ella, erguida tanto como la valentía de horas atrás recuperadas a la fuerza.

Los ojos de Jony se dirigieron a mis espaldas, donde estaba nuestra cama. La había trasladado de nuestra habitación hasta el living con un solo propósito final de relación; al mismo momento, dejé en la puerta de entrada del edificio una nota doblada en cuatro para Frank. Sabía que vendría.

— ¿Hiciste cambios? —pregunta con la voz tomada por el alcohol rancio que solía ingerir.

Asiento con la cabeza en alto. No tenía una sola gota de maquillaje. Todas las heridas enmarcadas en mi piel estaban tan desnudas como yo en ese momento, no en un sentido literal ya que me cubría el mismo short que la mañana anterior y la misma playera sin mangas, pero había algo que ese día estaba bien al descubierto en mí misma: era lo que verdaderamente quería. Y eso no era seguir estando con el hombre que amaba tanto que dolía, Jony.

Comienza a acercarse, medio mareado, medio alucinando. Me toma de la cadera con tanta brutalidad como la de siempre, que me hacía sentir protegida, amada… hasta que descubrí lo que es ser verdaderamente querida.

—Acuéstate, amor —pedí con sigilo, bajo sus brazos y su barba incipiente de días de no ducharse.

—No me mandes, perra —Comienza a tomarme el cuello con su mano enorme.

Sus anillos se clavan en mis tendones, profiriéndome un dolor atroz.

—No te mando, sólo quiero que te acuestes para poder complacerte —digo con el poco aire que me queda.

Él me suelta de a poco, dubitativo. Sin pensar siquiera por un momento en el cambio repentino que había tenido. Antes lo miraba cabizbaja, ahora lo miraba de frente.

Se tambalea hasta llegar a la cama donde habíamos sido más que una pareja. Ahí donde me gritaba esa mentira que tanto parecía no importarle: su nombre. El nombre de esa persona que lo había hecho sufrir tanto por amor que necesitaba demasiado para poder curarse, pero no era yo la culpable ni era yo quien tenía que curarlo.

Ya no más.

Se tira en la cama, esperando a que me acerque. Se queda dormido antes de lo que me proponía, mientras me miraba alejarme.

Voy despacio a la cocina. Prendo las hornallas hasta que despiden, todas y cada una, lenguas de fuego que parecen que acabaran con todo. Enciendo con el fuego de una de éstas una cortina de la habitación. Pronto acabaríamos encerrados en medio del fuego.

Se lo merecía. Merecía sufrir tanto o más como él me había hecho condenarme a mí misma a esclavitud indefinida.

Me acerco a la cama, donde él seguía durmiendo sin siquiera saber qué estaba por ocurrir.

Como un felino me acerco a su entrepierna. Como un felino sonreí cuando abrí su jean, saqué su miembro que antes parecía grande. Lo puse al filo de la cuchilla con la que una vez me había amenazado.

Pensé que no sería capaz de hacerlo pero pronto estaba con su miembro en mi mano. Salpicada de sangre nuestra cama estaba celosamente esperando un grito de placer más que de dolor.

Las llamas comienzan a encerrarnos. Los gritos de desesperación ya no los oía, aún con el arma en la mano derecha estaba a punto de matarlo. Allí, sin otra necesidad que verlo pidiendo paz por su vida, una muerte que él quería viendo que su masculinidad fue arrebatada, lo único que le importaba en su vida verdaderamente.

— ¡Eres una perra! —Escuchaba a lo lejos, en un lugar en que solía estar.

No estaba allí realmente.

Estaba en los brazos de Frank, hoy a la mañana. Bajo su protección cálida, refrescante. Esperando con cierto anhelo que me besara, como una niña adolescente podría esperar del chico que le gusta.

Pero no sucedió.

Escuchaba los gritos de Jony, que me hacían volver a la realidad. La sangre seguía brotando de su herida, pero no podía pararse debido a la falta de fuerzas que poseía por esta misma pérdida.

El calor que hacía en el departamento era insostenible.

El fuego seguía acaparando la atención, esperando devorarnos de una vez por todas.

Observo a Jony, en nuestra cama de mentiras, como ya debería llamarla. Su piel pálida, trasparente, había dejado de luchar. Estaba recostado, mirando el techo enmarcado de fuego.

Tiro su miembro que aún estaba aferrando en mi mano, tiro el arma. Me recuesto sobre su pecho, esperando que las llamas devorasen todo mal que nos había quedado entre ambos. Pero algo sí teníamos, ese algo se llamaba amor enfermizo.

Recuerdo el beso en la frente que solía darme Frank cuando estábamos viajando. Siento su calor corporal una vez más mientras cierro los ojos, buscando con desesperación aquel contacto suave tan tranquilizador que hacía que me sintiera bien conmigo misma. Me daba fuerzas para continuar.

Me aferro al cuerpo inerte de Jony, desangrado. Cubierta de sangre y sábanas en la cama cómoda que tanto me había visto sufrir.

Todo acaba cuando el fuego nos alcanza, en el único lugar donde, supuestamente, habíamos sido felices, allí recostados en nuestra propia cama de mentiras.

Querido Frank:

Nunca he sido una joven bastante entusiasta. De hecho, siempre me ha dado igual la vida. Supongo que es por eso que me enamoré de Jony en un primer momento. Deberías haberlo visto (supongo que sí, eras su amigo incondicional en ese momento), parado frente al Instituto privado de niñas al que asistía, con su campera de cuero, su maldad de la mano… sentado en su moto, que parecía querer más que a mí. Él era lo que cualquier chica quería: malo, rebelde, que te amara y que te haga descubrir un nuevo mundo.

Podría hablarte muchas páginas enteras sobre todo lo que él hizo por mí… y lo poco que hice por él… pero no sería por loó que te escribo estas últimas palabras a ti.

Si te preguntas, en este momento quiero gritar al mundo que estoy feliz. Tú me has hecho feliz casi sin tocarme lo suficiente.

Pero, aunque no sea verdadero el amor que sentías por mí, si sólo lo habías hecho para ayudar, quiero agradecerte porque realmente sí se sintió como tal.

Me curaste del amor enfermizo que nos enredaba a ambos. Eres como la cura a cualquier mal, con tus ojos que parecen guardar cualquier misterio que haya en el mundo, cuidando de que nadie se lastime si los ve demasiado.

Tú eres la curación que más amé en toda la vida. Y estoy enamorada de ti. Pero también lo estoy de él, y estoy demasiado enferma como para amarte puramente sin hacerte daño, por lo que decido irme para no corromper tu alma como lo hice con Jony. Porque la culpa de todo esto era de ambos…

Y te amo tanto que me curé de la pesadilla en la que vivía, dándome fuerzas para continuar viaje a una nueva.

Gracias.

Atte, Liz.

PD: antes de irme, sentiré una vez más uno de tus besos en mi frente. Es lo más cercano que estuve de la felicidad, del Cielo. Y quisiera recordarlo antes de que me vuelva nada.

Gracias por hacerme sentir amada sin pedir nada a cambio.”

Bed of Lies [Proyecto HipHopRapFem]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora