Capítulo 20

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¿Qué ocurre cuando el amor llama a tu puerta pero tu corazón ya le pertenece a otra persona? ¿Debemos lanzarnos al vacío para darnos la oportunidad de ser felices o alimentar la esperanza de que las piezas de las que estamos hechos encajen con las de la persona correcta, completando el apasionante puzle del amor? La respuesta está dentro de nosotros, aunque hay ocasiones en las que no se muestra clara y cometemos el error de aceptar un amor que no queremos. 

Busco algo que llevar al mercadillo solidario en una de las estanterías del cuarto, mientras Iván recoge el correo que ha dejado el cartero en el buzón. Todo aquello que sé que no voy a utilizar como libros que ya he leído, juguetes de mi niñez y una baraja de cartas, lo voy guardando en el interior de una caja de cartón. Mamá irrumpe en la habitación y viene hacia mí para envolverme desde detrás y besar mi mejilla.

 —¿Qué tal está el niño de mis ojos?

 —Estoy muy ilusionado porque hoy vamos a hacer un mercadillo solidario en el instituto para recaudar fondos destinados a una fundación dedicada a la investigación del cáncer de mama— empiezo a sacar cosas de la caja y a enseñárselas muy cerca de sus ojos. Ella observa atenta todo lo que tengo que mostrarle y sonríe—. Voy a llevar todas estas cosas para vender.

 —Eso está muy bien. Gracias a tu aportación muchas personas van a poder recibir un tratamiento para su enfermedad el día de mañana.

 —Me gusta ayudar a la gente. Me reconforta.

 —Claro que sí, cariño mío. Y, además, aportar nuestra granita de arena hace mucho bien en este mundo. Estoy muy orgullosa de ti.

Besa repetidamente mi mejillas mientras yo me dejo simplemente querer. Los mimos de mamá siempre hace que todo sea mejor. No sé qué haría si ella no estuviera en mi día a día. Es el sol de mis días de lluvia y el arcoíris que aparece tras ella.

 —Mañana es la representación teatral, ¿vendrás a vernos?

 —No me la perdería por nada del mundo. Estaré allí, en primera fila, dándoos todo el ánimo del mundo.

 —Tengo muchas ganas de que sea mañana y al mismo tiempo los nervios me comen. Llevo mucho tiempo practicando y me encantaría que saliera bien.

 —Los nervios siempre nos acompañan cuando vamos a hacer algo nuevo por primera vez. Ya verás como todo esfuerzo tiene su merecida recompensa.

Recojo la caja de cartón y salgo de la habitación en compañía de mamá, que sigue todos mis pasos hasta la planta baja, donde encontramos a Iván revisando las cartas que ha recuperado del buzón. Va dejando los sobres encima de la mesa del salón, quedándose únicamente con uno de ellos, que le entrega a mamá.

 —Es una cita médica. El resto son facturas.

 —Gracias, Iván— le acaricia la mejilla a modo de agradecimiento y procede a abrir la carta. El chico me saluda dándome un golpecito con el codo en la costilla—. Es una prueba diagnostica a la que debo someterme por estar en un rango de edad donde suelen predominar los casos de cáncer. Tengo que hacerme una mamografía en un par de semanas. Nunca viene mal hacer un chequeo para comprobar que todo está ok.

 —¿Y yo tengo que hacerme esa prueba?

 —Si supieras la que tienes que hacerte no te hará mucha gracia...— añade Iván, haciendo referencia al tacto rectal en la prueba de detección de cáncer de próstata.

 —No os comáis la cabeza ahora con esas cosas, tenéis que tener la mente despejada para atender en clases. Todo va a salir bien. Sólo es una prueba rutinaria. Yo estoy fuerte como un roble.

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