Capítulo 6

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Escuché un sonido realmente agudo, y luego, otra vez, y otra vez más. Sorprendida, miré alrededor rápidamente, pero no vi quién o quiénes habían sido los emisores de ese sonido.

—Arriba—dijo Hoeni.

—¿Eh? —pregunté, dirigiendo mi mirada hacia ella.

—Mira hacia arriba...

Como me había indicado Hoeni, miré hacia arriba, y entonces vi quiénes habían emitido aquellos sonidos. Eran unas criaturas enormes, y de sus costados había alas, las cuales no se movían, permanecían allí, estáticas. Mientras estas bellísimas criaturas de rostro alargado y pico, surcaban los cielos.

—Son Eicis—dijo ella con una sonrisa, y luego, emitió un sonido parecido al que había escuchado. En ese momento, un Eici le respondió con el mismo sonido, y en movimiento tan rápido que mis ojos apenas captaron, uno de ellos bajó y se quedó flotando en el aire a unos pocos centímetros del suelo—. Vamos—dijo ella sin dejar de sonreír.

—¿Qué?

—Sí, vamos. ¡Sube!

Hoeni levantó una de sus piernas, subiéndose así en el Eici. Como casi siempre, muy poco convencida, me subí al lomo del animal y, antes de siquiera poder tomar aire, la bestia se alzó en vuelo. Mi corazón dio un vuelco y comenzamos a elevarnos rápidamente. Delante de mí, solo podía ver el cabello verde de Hoeni que, a causa del viento, me acariciaba el rostro.

Pronto, subidas sobre el lomo del Eici, comenzamos a surcar los cielos; tan azul y hermoso sobre nosotros. Tan magnífico y brillante como su gobernador, como ese espiral hecho de polvo de estrellas. La sensación: Desbordante emoción en mi pecho, desorbitante alegría recorriendo cada centímetro de mi piel. El viento, azotándonos cada vez más fuerte.

Yo estaba sobre el lomo de un Eici, volando en los cielos de Mirum. En los cielos del lugar en el que había llegado de la nada, vacía. Volando en los cielos del lugar que comenzaba a conocer, y ya no tan vacía.

Yo había nacido en la tierra, en un árbol; pero ahora, curiosamente, volaba. Y en esa pequeña aventura de no sé cuánto tiempo, había estado en el cielo: Flotando, volando.

Mis ojos no veían más que el dulce panorama azul. Y era precioso.

A veces, de vez en cuando. Solo de vez en cuando, mi panorama era el cabello verde de Hoeni, y su espalda... Mis oídos escuchaban a mi corazón latir; sin duda alguna, desesperado por salir.

Durante un largo tiempo me quedé observando Hoeni cuando ella voleó su rostro para verme. En su rostro había una amplia sonrisa; de esas que desaparecían cuando sus ojos perdían el brillo y ella empezaba a carecer de emoción. Había en el rostro de Hoeni una auténtica sonrisa. Y entonces, me dije: Hoeni sí tiene emociones, lo veo. Estaba equivocada; pero entonces, ¿por qué a veces desaparecen? ¿Por qué se van? ¿Por qué se esfuman? ¿Por qué se los lleva el viento?

De repente, mientras me perdía en mis pensamientos y en los ojos de Hoeni, un ruido ensordecedor me sacó del trance. Un ruido realmente aterrador, el cual, fue seguido por algo que mi mente nombró como un rayo. Era un haz de luz brillante y agresivo. Plateado y parecía quebrar el cielo. Parecía romper la belleza y el azul, porque el cielo se tornó un poco más oscuro. ¿A caso ya iba a anochecer?

—Sujétate—dijo Hoeni.

Y sin dudarlo, hice lo que me ordenó.

Me sujeté lo más fuerte que pude, y justo a tiempo, porque cuando logré ver otro rayo, el Eici, asustado, comenzó a volar mucho más rápido. Y los rayos comenzaban a caer cada vez más y más rápido. Y cada vez eran más y más agresivos. Más feroces, y aquello me aterraba. Demasiado, y más porque el cielo se estaba oscureciendo, y lo más extraño era que el Hydand seguía ahí. No había señal alguna del Dunx. Si es que estaba anocheciendo, aquello que estaba sucediendo era muy extraño.

MIRUM: El Origen de las DríadasWhere stories live. Discover now