Nos reencontramos y volví a soñarte.
En el sueño nos sabíamos y nos enfrentábamos con miradas furtivas.
Yo quería marcharme, pero me atraías.
Me dejabas atrapada entre tus dramas y melancolías.
De vez en cuando me mirabas. Sonreías con esa mirada tuya tan perdida.
Y entonces me tentabas y yo caía. Nos besábamos a oscuras.
Yo quería marcharme, pero no me movía.
Notaba tus caricias, tus susurros y me estremecía. Estaba a ratos conmigo y suspiros contigo.
Quería marcharme y no podía.
La cadena estaba tensa. No se rompía.
Mientras tus lágrimas se clavaban en mi espalda.
Dolían.
Me daba la vuelta. Te sentía.
Palma con palma.
Mejilla con mejilla.
Tus problemas me cubrían y yo, idiota, los adoptaba, daba forma y renombraba. Los acariciaba y atraía cuando tú más sonreías.
Y ahí estaba yo. Entre caricias y besos llenos de ironía. Llenándome de mimos y puntigudas mentiras. Floreciendo en zarza y marchitando en espina.
Yo quería marcharme y recordé que solo estaba dormida.
