CAPÍTULO VEINTIDOS: YO ME VOY CONTIGO

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Me mira y siento cosas en la piel,

Si tú me miras y me dices que me quedé; sé que no me faltará nada.

Ahora, me haces falta tú.

Café, ese día tenía café en su mesa y alrededor todo era un griterío, desde las seis de la mañana de un lunes la revista A todo color había dado la bienvenida a Septiembre, no había ninguna parte del país que esa revista estaba siendo comprada, y mucho menos en otros países.

Eran pasada de las doce del día cuando Marite entró sonriendo, diciendo que debían celebrar, que A todo color había sido acogida tal y como esperaba, le dijo a Caro que estaba en el lugar correcto, que no mirara atrás, que ahora mantuviera una sonrisa en la boca; que se venían cosas buenas.

Tanto ella, Luz y Leo salieron a comer, pidieron más de una bebida con alcohol, más de un piqueo y luego estaba ahí, bailando y celebrando. La chica era feliz, si le hubiera dicho que él salir de su país le traería muchas alegrías; no lo hubiera creído. El camino hacia los sueños es difícil, las caídas y esas largas noches donde el dolor no para, donde las lágrimas bajan sin pedir permiso. Esos días donde al hablar tu voz se rompe, tus labios tiemblan, solo era el pago para ir por tus sueños.

Lo comprendió, y aunque cada herida a veces dolía, había aprendido a vivir con ellas.

Sonrió golpeando la puerta de la casa de su amiga, cuando Alondra se asomó soltó un grito mientras en sus manos sostenía la revista y atrás estaba León, orgulloso. Él la trataba como una hermana y eso estaba bien, muy bien.

Entró y León fue vino para celebrar mientras ella quedaba atrapada en sus brazos, ambas amigas se abrazaron con fuerza. Mucha.

— ¿Recuerdas las copas de plástico? —Caro soltó una carcajada y asintió mientras su amiga le pasó una de cristal—. ¿Los días donde nos escondíamos por qué no había para pagar la renta? ¿Los días donde solo había pan y huevo?

—Claro que sí, ¿cómo olvidarlo?

—Fue nuestro pago y mira las recompensas. El éxito en nuestras carreras, la vida tranquila y el amor —entrelazaron sus manos, y aunque eran poco de demostrar su amor la una a la otra, había momentos donde eran necesario—. Felicidades, eres la mejor.

—Felicidades señorita pintora que expondrá en el centro de Chicago —Alondra abrió la boca y negó viendo a León entrando con vino, si, su esposo ya le había contado a su mejor amiga—. Tanto golpe nos llevó al paraíso.

—Brindemos por mis chicas —el hombre grande sirvió vino en cada copa, luego la chocaron y dieron cortos sorbos—. Por ustedes, siempre por ustedes.

—Tan grande y llorón —Caro lo molestó y León se inclinó empezando a tirar de su cabello, ambos actuando como niños pequeños. Alondra se echó a reír al ver a su mejor amiga feliz, plena y sin que nada la mantuviera con aquella mirada triste.

Caro envolvió los brazos en el cuerpo de su amiga, besó su frente con ternura, ambas se miraron pasadas de copa, pero feliz.

—Gracias por ser mi amiga.

—Gracias por estar siempre.

León llevó a Caro, bromearon en el camino y luego la dejó sana y a salvo en su casa. La chica se quitó los tacones, el maquillaje y se quedó en ropa interior. Se tiró en su cama y revisó su celular leyendo cada mensaje de felicitaciones, cada uno con una foto de su revista, cada uno diciéndole lo talentosa que era.

También había mensajes de Nicolás quien ahora había actualizado su foto de perfil con una chica, ambos sonriendo; viéndose feliz. Luego estaban los mensajes de Renzo, desde la última vez no había hablado, y ese día le escribió para felicitarla, después estaba Baptisto, que eliminó sin leer. Lucio también le escribió, felicitándola por su gran trabajo y agradeciendo las revistas que habían llegado.

Soltó el aire contenido y puso a Camilo, cantando la canción mientras volvía a servirse una copa de vino, corrió la cortina y solo encendió la lámpara que estaba en su mesita de noche.

Si estoy contigo no me hace falta nada.

Llévame contigo pa donde tú quieras, yo me voy contigo amor cuando tú te mueras.

Llévame contigo pa donde tú quieras, yo me voy contigo amor tú te mueras.

Cantó el corazón de la canción más de una vez, cuando se terminó la copa de vino, tomó su celular y buscó en sus contactos, deslizó sus dedos con lentitud, tomando ese momento como si estuviera saboreando una copa de vino. Delicada y con el corazón latiendo desesperado.

Cuando llegó a su nombre, tembló y luego le dio llamar. Se lo llevó al oído, sujetó el celular y cerró los ojos escuchando los timbrazos, esperando que él contestara. Tardó, pero lo hizo.

—Hola —la voz ronca de él la hizo temblar, sonrió y se sentó en la cama, atrajo el celular a su pecho y luego se lo llevó al oído—. ¿Caro?

—Estoy aquí.

Aquí el capítulo final, falta el epilogo. 

¿A quién llamó nuestra dulce pelirroja?  

¿A quién llamó nuestra dulce pelirroja?  

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¡Feliz días del libro!

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¡Feliz días del libro!

UNA CERVEZA Y ALGO MÁS (II)Where stories live. Discover now