62. Deuda.

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Emma.

Que bonita se veía Madrid de noche. Se escuchaba el silencio absoluto desde allí arriba. Aquel era mi lugar, donde acudía siempre que había llegado a un límite. Allí me cargaba las pilas y volvía a la realidad como si nada hubiera pasado, pero ese día era diferente. Le había fallado a Sophie, a mi padre y a mis amigos que seguramente estaban esperando a que llegara a casa para cenar.

Tenía llamadas perdidas de Marco y Carla, el teléfono vibraba en mi bolsillo, pero no tenía fuerzas para cogerlo. Quería y necesitaba estar sola, salirme de mí misma para ver con objetividad todo mi entorno. Tenía que perdonarme a mí misma por lo que había hecho al mediodía para poder mirar a mi gente a los ojos.

¿Era una hija horrible? ¿Había hecho lo correcto? ¿Estaba siendo egoísta?

Enjuagué una lágrima que caía por mi mejilla izquierda y me llevé las manos al pelo frotándomelo desesperada. No tenía más alternativas, había estado ahí para todo el mundo, durante todos estos meses y ya no podía más. No era una superheroína como Sophie pensaba. Comenzaba a estar cansada de mí misma, de mi vida imperfecta que cada vez se iba más a la mierda.

Escuché el motor de un coche subir por el camino de piedras, el tiempo se había acabado, necesitaba terminar con lo que había empezado este mediodía. El coche aparcó al lado del mío mientras yo buscaba en mi móvil el contacto de Marco. Lo dejaría desbloqueado y si pasaba algo extraño solo tenía que pulsar la tecla de llamada y meterme en el coche que había dejado previamente abierto y con la llave puesta.

Mi padre se bajó del asiento del copiloto. No venía solo y no sabía si eso podía ser bueno o malo.

-Cariño...

-No digas nada papá - le miré de frente y no le reconocí. Aquel hombre alegre que me había visto crecer y se había ocupado de Sophie durante sus primeros años había desaparecido. En su físico se podía ver hasta qué punto había llegado la adicción. - Dame los papeles, los firmo y me voy.

Estiró su mano temblorosa y yo saqué un bolígrafo de la chaqueta. Agarré los papeles pero él no los soltó.

-No lo hagas más difícil, has sido tú quien ha elegido este camino - le reproché. Sabía que tenía que mantenerme callada para que todo esto fuera fácil y se acabara lo más rápido posible, pero la ira corría por mis venas. - Has preferido la vía fácil en vez de luchar por tus hijas. Tienes suerte de que Sophie sea pequeña porque a lo mejor cuando crezca recordará los momentos felices, pero yo lo único que voy a recordar durante el resto de mi vida será esta imagen tuya, papá.

No le dolió en absoluto nada de lo que le dije. Tiré un poco más fuerte de los papeles y al final los acabó soltando.

-¿Si firmo esto la deuda quedará saldada y dejarán de ir a por ti? - la voz comenzaba a temblarme y el pulso también. Sería el frío o un calambre que recorrió mi espalda. Eché un vistazo al coche en el que había venido mi padre, había alguien más a parte del conductor.

Avancé unos pequeños pasos para quedarme más cerca de mi coche, no me fiaba de mi propio padre.

-Sí, y te dejaré en paz cómo te he prometido esta mañana.

-Papá, no quiero que me dejes en paz, simplemente quiero que te recuperes y vuelvas con nosotras.

-Eso no es posible cariño, ya he elegido. - Noté cómo mi corazón acababa de romperse.

-Has elegido la adicción antes que a tus propias hijas ¿no?

Se quedó callado. Era una batalla perdida. Cogí los papeles y empecé a escribir mi firma. Con eso se irían todos los recuerdos felices de mi familia, de los cuatro juntos. Nunca debí irme a EEUU, nunca tuve que ser tan jodidamente egoísta.

-Hay algo más - su voz sonó tan fría que se me cayó el bolígrafo al suelo. Mi padre dirigió la mirada hacia su coche y yo aproveché para acercarme más al mío. Salieron del coche tres hombres en total.

-¿Qué has hecho papá? - sollocé. Metí la mano en el bolsillo, desbloqueé el móvil y pulsé la pantalla táctil, esperaba con todas mis fuerzas que mi pulso no me hubiera traicionado y hubiera apretado el botón de llamar.

-Tómate esto cariño, no te dolerá y cuando te despiertes no recordarás nada.

Me tendió una bolsita que dentro contenía dos pastillas. Mi mente era incapaz de procesarlo todo. Escuché un susurro que provenía de mi bolsillo, perfecto, había pulsado el botón correcto.

-No, papá, por favor, he hecho todo lo que me has pedido - las lágrimas habían comenzado a rodar por mis mejillas.

-Pasará rápido, no quieren hacerte daño, solamente disfrutar.

No me lo pensé dos veces, me lancé a la puerta del conductor de mi coche y los tres hombres se abalanzaron literalmente sobre mí, pero yo fui más rápida. Puse el seguro de las puertas, las ventanillas comenzaron a vibrar de los puñetazos que estaban dando para romperlas y sacarme de allí. Arranqué y aceleré.

Miré mi ventanilla y pude ver rastros de sangre de uno de los hombres, seguramente había apuñalado el cristal hasta que sus nudillos sangraron.

-¡Ah! - los cristales salpicaron el asiento del copiloto llegando junto a mí. algunos me rozaron la mejilla derecha. Habían tirado una jodida piedra. Maniobré y me metí en el camino de tierra dejando a mi padre allí a merced de aquellos psicópatas, pero se lo había buscado. Había...había intentando venderme.

-¿¡Emma!? - otra vez ese susurro. Joder, saqué el móvil del bolsillo y puse el manos libres, se me había olvidado por completo que había llamado a Marco. - ¿¡Dónde estás, joder!?

-Llamad a la policía de forma anónima por favor. Decidles que habéis oído gritos. - agudicé la vista y, por suerte, ningún faro me seguía. - Dadles la dirección del mirador de Paracuellos.

-Estamos de camino Emma - la voz de Carla sonó al otro lado, me conocía demasiado bien y debería haber adivinado que irían allí a buscarme.

-Daos la vuelta, por favor - sollocé. - Podemos quedar en un punto medio, estoy entrando en la carretera principal. 

Carla me dio una dirección que conocía demasiado bien y antes de dirigirme allí directamente estuve dando un par de vueltas para comprobar que no me habían seguido. Pero había otro motivo, no estaba preparada para mirar a Marco a los ojos. 

En cuanto lo hiciera estallaría porque mi límite había llegado. 

Mentiras. // Marco Asensio //Where stories live. Discover now