4. El incendio.

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El príncipe baja de su caballo y se acerca a ellos lentamente.

— ¿Qué crees que haces? — lo juzga con la mirada. La presencia del príncipe intimida a todos.

—Alguien tenía que ser castigado, mi señor. — Vittorio agacha la cabeza al igual que todos los pueblerinos presentes.

—El único que saldrá castigado de aquí serás tú si no bajas ese maldito látigo. — puede sentir la furia en sus palabras y guarda el látigo. — Será mejor que regreses al castillo.

—Pero señor...

—¡Largo! — el príncipe Alan le grita y no le queda de otra que acatar la orden. Jason y Lucas son liberados y ayudan a Helen a levantarse. — ¿Qué pasó aquí?

—El campo que empezaba a prosperar se incendió mi señor. — Benjamín responde.

—¿Quedó algo intacto?

—Todo indica que no pero sería justo esperar hasta mañana.

—De acuerdo. Pueden regresar a sus casas. — les ordena y así lo hacen. — Todos menos tú...linda. — le dice a Helen, antes de que se marche. Su voz retumba algo en su interior, algo que la consume y que no sabe explicar. No tiene el más mínimo interés en hablar con él pero aun así, se da la vuelta lentamente.

Jason y Lucas observan con confusión pero regresan a sus casas. Confían en el príncipe Alan.

—¿Cuál es tu nombre? — da dos pasos más hacia ella.

—Helen. — mantiene la cabeza agachada mientras él la fulmina con la mirada.

—¿Por qué Vittorio estaba a punto de castigarte, Helen? — nadie había pronunciado su nombre con tanta presión y sutileza.

—Aparte de porque es un imbécil, no sabría qué más responderle. — sube la mirada pero la baja de inmediato.

—Qué lenguaje. — frunce levemente el ceño. No había conocido a una doncella que dijera alguna grosería jamás.

—Solo intentaba defender a mi padre de un injusto castigo. — aclara.

El príncipe no puede apartar su mirada de ella.

—No sé porqué tengo la sensación de que te he visto antes. — camina a su alrededor, como si estuviera examinando cada uno de sus movimientos. Lo que hace que se ponga nerviosa porque sabe perfectamente que es cierto. — ¿Puedes dejarme ver tus ojos, por favor? — vuelve a estar frente a ella.

—No estoy segura de que pueda hacerlo.

—Hazlo, te lo estoy pidiendo. — y solo así, Helen lo mira. Ahí es cuando se da cuenta de que ya había visto esos hermosos ojos azules en su cumpleaños. Aquella que tuvo la osadía de ponerse de pie entre tantos arrodillados. — ¿Por qué no me sorprende que seas la misma que intentó pisotear mi honor?

—¿Pisotear su honor? Pensé que lograría más que eso. — Helen comienza a sacar su verdadero carácter.

—¿Ah sí? — cruza los brazos. — ¿Cómo qué?

—Como hacerle entender que no todos estamos a sus pies y que existen personas que no les tenemos miedo. — para Alan es surrealista escuchar estas palabras, ya que nadie había tenido el valor de decirlas jamás, al menos no en su presencia.

—¿Y por eso lo hiciste? Sabes que podrías morir por esto, ¿no es así? — sigue acercándose.

—Pero aún sigo viva. — el príncipe no tiene claro qué le fascina más, si su osadía o su belleza. — ¿Piensa torturarme? Tal parece que eso es lo único que saben hacer. — Alan la sujeta fuertemente del brazo y la acerca más a él.

La Séptima ConstelaciónWhere stories live. Discover now