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6. Cheongyecheon

Daniel enfocó su cámara una vez más y empezó a dar clicks repetidas veces intentando captar todas las fotos posibles antes de que su modelo se moviera.

Una vez comenzó a ver los resultados sonrió satisfecho por su trabajo, volvió a darles otro vistazo para al instante fruncir sus labios y soltar un pequeño quejido, ya no le parecían tan buenas como antes. Ni él mismo se entendía.

Nuevamente comenzaba a sentirse impotente, respiró hondo y luego soltó el aire despacio. ¿Qué se supone que haría?, su madre confiaba en él, pero Kang había dejado de hacerlo desde ya hace tiempo. Tal vez ese era el problema.

¿Sería mejor dejar de lado su más grande ilusión desde joven?, ¿debía quitar la idea sobre ser fotógrafo profesional de su cabeza?

-En realidad no son tan malas -opinó al respecto mientras volvía a observar las fotografías, intentando darse ánimo a sí mismo -¿A quién engaño?, esto es un fiasco -hizo un puchero a la vez que fruncía el ceño con molestia.

Cerró los ojos para intentar adquirir algo de paciencia, al abrirlos posicionó la cámara en su ojo derecho e hizo click, en ese instante el ave voló logrando captar una foto increíble.

Daniel estaba tan sorprendido de haber podido captar algo tan majestuoso como aquello que dejó caer la cámara sin más, afortunadamente esta colgaba de su cuello. No había caído al piso como él creyó, por lo que suspiró aliviado.

De haberse estrellado contra el suelo, el chico seguro estaría sufriendo un colapso mental gigantesco. Esa cámara había sido un regalo especial de su madre cuando decidió mudarse a la capital. Era un obsequio valioso. Atesoraba esa cámara con su vida.

Con ambas manos levantó el aparato a la altura de sus hombros y observó fijamente aquella foto segundos atrás tomada.

-Es tan buena -sonrió sorprendido -Si tan sólo fuera de una persona y no de un pájaro todo estaría perfecto -formó una línea con los labios y arrugó la nariz -¿Debería hacer audiciones para encontrar una modelo como esa chica del novio falso? -rió fríamente.

No se sintió gracioso en absoluto así que borró la sonrisa de su rostro en cuestión de segundos.

Suspiró y dejó de sostener la cámara, metió las manos en los bolsillos de sus jeans para calentarlas un poco. Vaya que hacía frío. Y su delgada camisa de manga corta no lo ayudaba en nada.

Observó con nostalgia cómo el atardecer caía de a poco, pensó en lo qué estaría haciendo su madre, si se encontraría bien.

Quiso llamarla y preguntarle en ese momento, pero no quería preocuparle con sus inseguridades. Si la llamaba estaba claro que se quebraría contándole todo lo que le abrumaba, porque no se trataba sólo del hecho de no poder tomar una fotografía, había más, él sabía que no podría siquiera hablar. Era cierto que la extrañaba.