Las circunstancias de ambas, 02:13.

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Estaban en silencio, un silencio cómplice dónde entendían que la otra necesitaba silencio sin siquiera haberlo dicho. Hitoka por su parte se mostraba más inquieta, observaba a la muchacha desconocida de reojo, quería hablarle pero tenía miedo de molestarla. Tal vez fue el olor a vainilla, tal vez el café con leche dulce que calentaba su alma, tal vez ver a la chica de oscuros cabellos mordiendo constantemente el dorso de su lapicera. La razón no era importante, ella rompió el hielo.

— ¿Cómo te llamas? —preguntó Yachi.

— Oh, ¿yo? Pensé que me había presentado, me llamo Kiyoko, aunque mis amigos me dicen Yoko. —su sonrisa era amable.— ¿Qué estás estudiando?

— Filosofía, historia de la filosofía. —Yachi contestó nerviosa.— ¿Tú estás estudiando?

— Por desgracia o por suerte no, estoy haciendo papeleos de la oficina. A mí jefe se le ocurrió que sería buena idea dejarmelos a último momento.

Los cafés siguieron circulando al igual que los minutos, ambas conectaron y terminaron hablando más que trabajando o estudiando. Era natural, era fresco, ese tiempo parecía años, era una conexión extraña que hacía que sus pancitas hormigueen.

— ¡Lo juro! Ella presumía del buen sexo pero jamás habló de cómo se comunicaban. Cómo si hablar con tu pareja no fuese algo igual o más importante que lo físico. —le contaba Yoko a Hitoka sus problemas en la oficina.— No me imagino estando con alguien con quien no pueda hablar, a quien no pueda contarle mis problemas o que tenga la confianza de contarme los suyos, es como si me falta de una parte importante.

— Lo entiendo. Preferiría mil veces poder hablar a tener sexo, no podría imaginar una vida a futuro sin alguien que me escuche. —entre ambas había una conexión, una sonrisa cómplice escapaba constantemente de sus labios.

Los temas de conversación se enlazaban unos a otros, la charla era fluida y los espacios de silencio también eran disfrutables. El café vacío se llenó de suspiros y risas, el café vacío se volvió el lugar en donde dos chicas conectaron sus almas.

— Lo juro, sentí campanitas, como si un picaflor tuviese cascabeles en sus alas o como si estuviese atada a una cinta de la que tiraron para avisarme que me alejaba. Cuando mire a los lados ví e café. —le contaba Yachi.
— Tal vez era nuestro destino encontrarnos. Estoy cien porciento segura de que mejoraste mi día.

—  Fue el mejor regalo de cumpleaños.

— ¿¡Era tu cumpleaños!? —Yoko se paró de la mesa eufórica, casi podría decirse que molesta.

— Lo fue hace algunas horas.

Shimizu abandonó su lado de la mesa para envolver con sus brazos el cuerpo ajeno, Yachi correspondió el abrazo escondiendo su rostro en el cuello ajeno.  No era incómodo, abrazaba a una desconocida y se sentía cálido, se sentía completa. Ambas estaban disfrutando de aquello, una noche monótona se había convertido en una noche mágica. "Feliz cumpleaños, bonita". La chica de rubios cabellos recordaría por siempre aquella voz, una voz que sonaba a cascabeles movidos por una suave brisa.

CircunstanciasWhere stories live. Discover now