doce

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Esta noche, para celebrar que llevamos una semana de campamento, el grupo de los mayores vamos a hacer una hoguera cerca del lago y supuestamente luego acamparemos por grupos pequeños al raso como una actividad extra. Lo de hoguera no me importa, ya que al menos estaré con Niall, Shawn y los chicos de mi cabaña, pero lo de tener que dormir una noche en medio del bosque con otras tres personas que nos van a asignar no me hace tanta gracia.

El resto de actividades de la tarde han transcurrido con normalidad, y ha sido todo un detalle que Harry no me haya dirigido la palabra en ninguna de ellas. No creo que hubiera soportado ninguna discusión hoy con él, no sé por qué.

Cenamos hamburguesas que preparamos en una especie de barbacoa mientras hablabamos con con los compañeros. Yo pienso en entablar aunque sea una conversación con alguien, pero el miedo se apodera de mí con solo imaginarlo, así que me quedo con Niall todo el rato. Al contrario de mí, él no tiene problemas con socializar, por lo que me limito a escuchar.

Cuando terminamos de cenar, el monitor de nuestro grupo, Sonrisa Emocionada, y la del grupo de las chicas nos piden que nos sentemos alrededor de la hoguera que ya está ardiendo. Nos reparten malvaviscos, los clavamos en un palo y las acercamos al fuego para que se derritan un poco. Sí, esta es la típica imágen de campamento de verano que a todo el mundo le encanta. A todo el mundo menos a mí; yo solo quiero volver a mi casa.

—Chicos, antes de repartirnos en los grupos en los que se dividirán para dormir esta noche, vamos a hacer una última actividad —explica el monitor.

Miro a Niall asustado. Cualquier actividad a estas horas de la noche tiene pinta de ir en mi contra. Seguro que es alguna actividad física —como el juego de atrapa la bandera— vamos, que ya he conseguido que mi equipo pierda y ni siquiera hemos empezado.

Algunos lanzan gritos de entusiasmo y empiezan a levantarse de los troncos donde estamos sentados, dispuestos a agruparse con sus amigos para jugar a lo que sea que han planeado los monitores. Sin embargo, estos alzan las manos intentando recuperar la atención que han perdido en un momento.

—No tan rápido —pide Sonrisa Emocionada, y la gente se detiene a mitad movimientos para volver a sentarse. Todos miran extrañados—. Esta noche no se trata de un juego físico —explica, y yo choco los cinco conmigo mismo internamente al escuchar esto—. Lo que vamos a hacer antes de dormir es un pequeño ejercicio de reflexión que queremos instaurar como hábito a partir de ahora en el campamento.

—Se llama La rosa y la daga, y se trata de que compartáis con el grupo alguna experiencia que les haya sido placentera hasta ahora, la rosa; y alguna otra que no les haya hecho sentir tan bien, la daga — explica monitora tomando el relevo.

¡¿Qué?! ¿He entendido bien? ¿Tengo que abrirme al grupo? ¿Expresar mis sentimientos? Ya me empiezo a encontrar mal; me duele el estómago... ¿En qué momento acepté venir a este campamento? Un año en Francia no lo veo tan mal, tendría que haber escogido eso...

—Por cierto, es voluntario, así que puede hablar quien quiera —añade Sonrisa Emocionada—. Pero los animamos a que hablen cuanta más gente, mejor. Ya veran como se sienten bien y seguramente descubran que otra gente se siente como ustedes.

En cuanto escucho estas palabras, siento que vuelvo a respirar con un poco más de normalidad. No voy a hablar, no tengo por qué hacerlo. Dejaré que otra gente lo haga y ya está, problema resuelto.

Los demás se miran entre ellos; algunos bajan la vista y otros se encojen de hombros. Yo me uno al primer grupo, ya que prefiero evitar cualquier contacto visual hasta que alguno empiece a cortar su rosa y su daga. Por supuesto, Niall tiene la mano levantada, y con una sonrisa, todo hay que decirlo.

this is our summer | larry stylinsonWhere stories live. Discover now