Bad Timing

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Para ser una persona relativamente alta sus zancadas no parecían lo suficientemente largas ni sus pasos lo suficientemente rápidos en este momento. En serio, el trayecto del estacionamiento a hasta su salón nunca le había parecido tan largo.

Cuando Nayeli le había dicho la noche anterior que sólo estarían en el antro un ratito y se irían pronto a casa, ella realmente lo creyó. ¿Cómo iba a saber que terminaría, una vez más, bebiendo más mezcal del que debía en un martes por la noche y despertando 10 minutos antes de que su tercera clase del día comenzara? Digo, tampoco era de extrañarse, pero igual.

Valentina se detuvo para analizar sus opciones, tratando de decidir el camino más corto hasta su destino. Si tomaba el atajo por dentro de la alberca llegaría más rápido, pero tendría que soportar los silbidos y desagradables comentarios del equipo de nado que se sentía todopoderoso porque su entrenador no se atrevía a decirles nunca nada, pero si seguía la ruta predeterminada por los pasillos de la escuela le tomaría por lo menos cinco minutos más el lograrlo. Lo que significaba que pasaría del tiempo de tolerancia que la profesora Ortiz había establecido desde un inicio, que la llevaría bajar aún más las notas que seguramente ya tenía con ella, y tomando en cuenta que ya había faltado a las dos primeras clases, esto no se veía muy bien para su semestre que de por sí ya no lucía tan prometedor.

Eva la iba a matar si terminaba por fallarlo.

Okay.

Lidiar con el estúpido equipo de nado tendría que ser.

La espigada joven suspiró profundamente, preparándose para hacer oídos sordos a lo que se venía a continuación.

Cuando atravesó la enorme puerta, le sorprendió encontrarse con nada más que silencio. Seguramente había alguna competencia de natación de la que ella no se enteró, porque bueno, no era algo que le interesara en lo absoluto honestamente. Maravilloso.

En fin, Valentina soltó el aire que no sabía estaba conteniendo y recuperó su acelerado andar por un costado de la enorme alberca de la escuela.

Justo estaba por atravesar el recinto por completo cuando algo llamó su atención. En contra de lo que le decía la razón detuvo el paso para tratar de ver qué era lo que había en el fondo. Aunque no estaba en la zona profunda no alcanzaba a distinguir más que una especie de borrón multicolor.

Estaba a punto de darse por vencida cuando un leve movimiento de la mancha le ayudó por fin a saber de qué se trataba. Esos eran brazos. Y el color negro era en realidad una oscura cabellera que se movía en ondas con el casi imperceptible movimiento del agua.

Al fondo de la piscina, completamente estática, estaba una persona.

Valentina volteó a su al rededor tratando de encontrar alguien que ayudara. Ahora estar completamente sola en aquél lugar no le parecía lo mejor que le había pasado en el día.

Bien. Era ella y nadie más, y si no actuaba pronto quién sea que estuviese allí dentro podía morir. Y Valentina no quería eso en su conciencia. Se deshizo de sus zapatos en tiempo récord, se sacó la chaqueta de piel que llevaba puesta, arrojó su teléfono a la pila de prendas que se formó a sus pies, y se lanzó al agua sin pensarlo dos veces agradeciendo el ridículo presupuesto que la escuela destinaba a éste deporte pues podían disfrutar incluso de una alberca semi olímpica climatizada.

Cuando llegó hasta su objetivo, rápidamente apoyó los pies en el fondo y buscó una parte del cuerpo de la persona por la cual jalarla hacia arriba encontrando rápidamente su cintura, dándose cuenta de que se trataba de una mujer a juzgar por la delgadez de la misma. Perfecto, eso haría aún más sencillo le poder llevarla. La chica no estaba resistiéndose, pero tampoco se sentía desesperada por volver a la superficie. Quizá había llegado demasiado tarde.

Bendita tu luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora