Capitulo 21

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Los caminos en el cual la mente de Altagracia la llevaba estaban llenos de ira e desconfianza. Cada vez que sus parpados se cerraban solo podría ver esa mano enredada en la cintura de esa abogada. Era como una serpiente preparándose para tragar a su presa. Ángel podía notar que su maestra estaba ausente, el sentía la necesidad de llamarla mama. Sabía que si su padre tomaba la decisión de no estar con Altagracia el perdería la única oportunidad de tener una madre. Sus pequeñas manos se abrazan al cuerpo de Altagracia, dejando que sus miedos se desvanezcan cuando la delicada mano de esa mujer acariciaba su cabello.

Matamoros en cada segundo que podía miraba a su sobrina, su mirada verdosa todavía perdida en ese laberinto de incertidumbre. Nota como el niño desconocido para él se aferra a ella como si su vida en ese momento dependiera de ella. Un suspiro de preocupación deja que se escape de sus labios posando su mirada en el camino. Preguntándose ¿que habrá pasado en su ausencia? No pudo evitar dejar que su memoria se aventura a recuerdos de su hermana menor, aquella que un hombre le había roba su vida por sed de satisfacer sus deseos sexuales. Altagracia era idéntica a ella, eran la misma persona él sabía que su hermana había enviado a esta niña que el adoraba tanto para vengar a todas las personas que les hicieron daño a las Sandoval.

-¿está bien Mi doña?- pregunta matamoros al detenerse en una luz de tráfico.

-ese hombre me desarma, no sé cómo pude ser tan estúpida.- dice Altagracia olvidando que ángel aún estaba en su regazo e al escucharla pudo sentir como su cuerpo se tensa.

-Mama tú no eres una estúpida, mi papa solo está confundido- Ángel responde ignorando la mirada de pregunta que matamoros le envía a su sobrina.

-Tal vez tengas razón Ángel- dice Altagracia haciendo señas a su tío, dejándole a entender que después hablarían más del tema.

Al llegar a la casa se podía notar un ajetreo, Altagracia sabia en un día su hermana se iría dejándola sola nuevamente. La soledad la abrazaría con tal fuerza que esta vez no la dejara escaparse. Ella dejara que  haga morada en su cuerpo, no es la primera vez que la soledad se adueña de sus adentros. Es una vieja amiga que se disfraza de desconocida cada vez que retorna a su usual morada. Matamoros abre la puerta del auto para su sobrina e el niño que nunca suelta la mano de ella. Matamoros no puede evitar ver lo hermosa que se veía su sobrina tan maternal, le recordaba cuando esos mismos ojos verdosos se desbordaban con alegría al ver a una niña correteando por el jardín.

-Buenos tardes mi niña- dice su tía magdalena

-Tía- deja que su cuerpo se abrase al de su tía. Esa mujer que posee el don de llevarla en un viaje hacia el tiempo. Donde ella en sus brazos encontraba un perfume parecido al de su madre. Donde los besos en la frente nunca faltaban y donde los concejos eran su especialidad.

-Pero que hermosa estas mi vida- posa suavemente una mano en su mejilla. –esta mañana no te pude ver te habías escabullido igual que lo hace tu tío. – la mirada tierna de magdalena se posa en el niño rubio que se escondía detrás de las piernas de Altagracia. -¿y quién es este pequeñín? –

-Él es Ángel contreras- dice Altagracia haciendo que el niño tome valor y se pose enfrente de la mujer con cabello rizado negro como la noche.

-Ángel ella es mi tía, ella me crio desde que tengo 14 años. Es como mi mama- dice Altagracia sonriéndole a su tía.

-Hola- dice ángel tímidamente aferrándose en la mano de su maestra que le brindaba el valor que necesitaba.

-Hola Ángel es un gusto conocerte. Eres muy guapo.- dice magdalena agachándose para poder hablar con ángel.

-Mama ya puedo ir a ver qué hace Isabela- dice ángel queriendo librarse de conocer nuevas personas y la mirada de sorpresa de magdalena se posa en la de Altagracia.

Una segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora