VIII: Noche de advertencias

196 27 53
                                    

༻VIII: Noche de advertencias༺
─━━━━━━⊱🌖🌕🌔⊰━━━━━━─

Encuentro a una sonriente Medea sentada en la pequeña isla de cocina y sentí una mezcla de ira y emoción nerviosa.

—¿Acaso te preocupa que no haya conciliado el sueño?

—¿Preparada? —Me preguntó, ignorándome completamente.

—¿Acaso hay otra opción? —Contesté con desagrado.

Nea me mira desde una de las esquinas de la cocina, muy erguida con el rostro serio.

Mientras, Medea me respondía con una sonrisa maliciosa.

Por un momento me viene a la cabeza la noche anterior, cuando la vi por primera vez. Sin duda no parecía la misma.

Le devolví la sonrisa.

Yo tampoco lo era.

—Voy a por mis cosas, y de paso le cuento lo sucedido a mi madre —Cortó Nea el silencio, inquieta.

—Yo subiré a mi habitación por las mías —Concluí.

—Agnes —Interrumpió mi madre.

Las dos nos miramos, y entendí su advertencia silenciosa.

Di media vuelta y subí las escaleras a trote. Abrí la puerta de mi habitación y clavé mis ojos en la bola de pelo roja que, esta vez, tenía sus pupilas rasgadas puestas en mí.

'Está aquí.' Retumbó en mi cabeza.

Asentí.

Me dispuse a sacar ropa de mi armario. Cogí una maleta y empecé a colocar todo lo necesario. Incluí el libro de mi madre y el que me había regalado Nea.

'Agnes, esa mujer tiene mucho interés en ti. No creo que sea quien parece.' La voz femenina de Kirara dejaba ápices de preocupación en lo más hondo de mí.

Suspiré lento.

—Ya lo sé, le gustó mi magia.

'Creo que es algo más.' Replicó.

Cerré la maleta con fuerza y miré a Kirara sonriente.

—Sea lo que sea, lo vamos a averiguar. Vamos.

Maleta en mano volví a bajar las escaleras a paso firme. Esta vez, acompañada de Kirara.

Miré hacia la cocina y allí estaba, sentada pacientemente en el mismo lugar. Su pelo caía en mechones diferenciados sobre su hombro. Su mirada era gélida a pesar de su rostro angelical. Sus rasgos creaban un aura hipnotizante y denotaba cierta prepotencia.

Estaba lista.

—Bien, ¿Nos vamos, querida? —Medea se levantó con energía.

—Falta Nea, ya te dije que no me voy sin ella —Espeté.

Caminó hasta mí y me acarició una mejilla con dulzura.

—Aún estás a tiempo de salvarle la vida a tu amiga —Me aconsejó como una madre a un hijo.

Aparté su mano dispuesta a hablar y mi madre bloqueó desde el otro lado de la cocina con intención de protestar.

—No hace falta —Saltó Nea.— Aquí estoy. Podemos irnos.

Nea recuperó el aire, al parecer, se había dado prisa.

Sonreí a mi amiga y volví mi atención a Medea.

—Ahora podemos irnos.

A la mujer de rizos azabaches no pareció molestarle que Nea hubiese aparecido. Y eso, en cierto modo, me transmitía un mal presagio.

La noche de las brujas | Noches Oscuras IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora