DEDICATORIA

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DEDICATORIA

A mi pequeña hermanita.

Porque incluso cuando nuestros caminos se separen, el tiempo no rompera lo que no rompió la distancia, no lo olvides.

Por ese maravilloso minuto que compartimos solo y yo.

Y por ese fantastico final del mejor día de mi vida, en el que mis ojos se toparon con los tuyos casi por accidente, ambas en llanto, y no hicieron falta palabras, nos fundimos en un perfecto abrazo.

Sabes que te quiero, pero que esto sirva para recordarlo @Marta_SM

PRÓLOGO

Existe una gran diferencia entre el destino de una persona, y la realidad que le ha tocado vivir.

Los recuerdos de mis días en España eran apenas un fantasma del pasado. Nací allí, aunque en mi memoria no queda nada de aquella época. Ni del apartamento donde vivíamos, ni del color de sus paredes, la vista desde el balcón de ese quinto en pleno centro de la capital o el prominente cielo, azul en la mayoría de sus días. 

Cuando apenas tenía dos años, mis padres mis hermanos y yo nos mudamos a una preciosa casa roja y azul marino de dos pisos y enorme jardín a las afueras de Doncaster, en un barrio tranquilo, repleto de casas exactas a la nuestra donde vivían idílicas familias, con varios hijos pequeños que andaban siempre correteando detrás de un balón en el jardín, un enorme perro y domingos de barbacoa entre todos los vecinos.

Mis padres, entusiastas del ideal de vida británico, no tardaron en acoplarse a dicha fantasiosa rutina. De un día para otro, los vecinos de al lado se habían convertido en sus mejores amigos y compartían absolutamente todos y cada uno de sus planes. 

No recuerdo el momento exacto en el que decidí seguir sus pasos. Mi hermano mayor Carlos dedicaba sus horas al "estudio intensivo" de sus materias escolares, probablemente un burdo pretexto para zafarse de dedicarme su atención. Y aun así todo era mejor que intentar que Jorge reparara en mi.

Absorto en sus violentos mundos infantiles con apenas ocho años, viéndome como un estorbo en la familia y conteniendo su odio hacia mi frente a mis padres.

Tal vez fuera la soledad en casa la que me motivó a dejarme caer también yo en casa de aquella familia de, por aquel entonces tan solo cuatro miembros, tal vez, estaba escrito en alguna parte. Y es que aunque no sea de las que creen en el destino, no me imagino una realidad en la que él no existiera en mi vida, ese pequeño mocoso apenas dos años mayor que yo que encontré entre la hierba y el barro del jardín de al lado y que, desde el primer día, se convirtió sin pretenderlo en mi mejor amigo.

Louis Tomlinson.

Por aquel entonces solo eramos dos críos inocentes, pero él me hacía feliz. 

Incluso cuando sus berrinches me hacían llorar y en mi pequeña y candorosa cabeza aseguraba odiarle con todo mi corazón, me llenaba como ninguna otra persona lo había hecho. Aunque no entendiera lo que implicaba eso, aun sin ser consciente de lo mucho que le quería. 

Me cuidaba como a una más de sus hermanas, pero siendo la versión más plena de si mismo, esa que en casa no sacas a relucir, ni delante de la mayoría de tus amigos. Esa que te guardas para ti mismo y para los pocos afortunados que realmente te conocen de verdad.

El tiempo también hizo gran parte del trabajo. Pasábamos la mayoría de las horas de día juntos. Días que se convirtieron en meses, que se convirtieron en años.

Crecimos juntos. Él era parte de mí y yo era parte de él.

Cuando él empezó el instituto, se encargó de recogerme cada día a la salida del colegio, y cuando, dos años más tarde, también yo seguí sus pasos, el siempre estuvo ahí. 

Aunque lo bueno, siempre termina por ser efímero. Aún si ha durado la mitad de una vida.

En mi ultimo curso de secundaria, algo ocurrió...que cambio nuestra amistad y que sin saberlo, cambiaría mi vida PARA SIEMPRE

¿Amor?, imposible...(Louis Tomlinson)Where stories live. Discover now