El Cumpleaños de Candy

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—¡Papá! ¡Papá! ¡Papá! ¡Papá! ¡Papá! ¡Papá! — Llamaba una rubia traviesa de 3 años a su papá mientras él hacía unas compras en una exclusiva tienda en la quinta avenida.

— Respira…cuenta hasta diez Grandchester…uno, dos, tres, cuatro, cinco…— el famoso actor recargado en el mostrador, solo esperaba a la resbalosa vendedora para pagar el regalo de cumpleaños para su esposa, mientras él se masajeaba sus sienes.

— ¡Papá! ¡Papá! ¡Papá! ¡Papá! ¡Papá! ¡Papá! ¡Papá! ¡Papá! ¡Papá! ¡Papá! ¡Papá! ¡Papá!

— Miranda, ¿Por qué eres tan odiosa? — Dean, su hermano de 5 años, la miraba fastidiado tapándose sus oídos con las manos.

— Dean, no me molestes, es que ya me quiero ir, me prometiste un helado papi lindo chulo ¿Sabes que eres el más guapo de todos los papis? — le dijo con su carita dulce, sonrisa embaucadora, haciéndole ojitos tiernos y abrazándose a su pierna izquierda.

— Corazón, ya casi acabamos. Sólo necesito pagar, pero la vendedora no sé qué carajos fue a buscar.

— Papito lindo, dijiste una palabrota, mami te va a castigar. Yo la otra vez repetí esa palabrota que le dijiste a un señor que traía una cámara y nos tomó fotos, esa, la de “hijo de pu…— Dean tapó la boca de la niña— Dean, quítate, déjame hablar, bueno después de que dije “eso”,  mami me lavó la boca con jabón ¡Puaaaj! — sacaba la lengua mientras hacía sus caras de monita, su padre sólo soltó la carcajada imaginando que así fue su esposa a la tierna edad de 3 años. Dean, que era la réplica de Terry tanto físicamente como de carácter, enfurruñado y cansado se fue a sentar a una esquina de la tienda con el ceño fruncido.

La coqueta vendedora por fin se decidió a salir de la bodega, Terry juró que se había cambiado de vestido, ahora traía uno con un escote mucho, muchísimo más profundo. No es que se fijara en esas cosas, pero esta mujer se había pasado de la raya en su descaro.

— Señor Grandchester— decía la muy pérfida, inclinándose y no dejando mucho de su escote a la imaginación— disculpe la tardanza, sus paquetes ya están envueltos ¿Va a pagar en efectivo o con cheque? — le dijo empalagosamente mientras se inclinaba aún más, Terry solo la veía con sus ojos fríos y despectivos.

— ¡Papá! ¡Papá! ¡Papá! ¡Papá! ¡Papá! ¡Papá!

— ¿Qué pasó Monita?

— Cárgame porfis— Miranda subía sus bracitos dando pequeños saltos y Terry lo hizo sin discutir, ya le urgía irse.

La fiesta “sorpresa” de cumpleaños de su esposa era esa noche. Annie su ahora cuñada la estaba organizando, cada año desde que se casaron, los Cornwell y Albert venían a Nueva York y Annie trataba de hacer que la celebración fuera sorpresa, pero nunca lo lograba.

-- Oye señorita…— Miranda se dirigió a la vendedora desde los brazos de su padre, pero con aires de autosuficiencia y altanería, herencia exclusiva de los Grandchester.

La pecosita observaba a la vendedora con sus ojitos entrecerrados, Terry entonces reconoció en su hija esa mirada que solo él poseía antes de lanzar un gran ataque.

— Dime preciosa— La vendedora solo le contestó por contestar, no le ponía atención.

— Sabes señorita, mi mami es una princesa, es la más bonita de las princesas -- la vendedora solo levanto un poco la mirada dejando de registrar la venta que acababa de hacer, hubiera querido fulminar a la escuincla aquella, pero su guapo padre también la estaba observando.

— Y pues como ella es una princesa, mi papi es su príncipe y ellos se aman y viven felices en un castillo.

— Ajá—solo respondió secamente la vendedora mientras daba la nota a Terry.

— En cambio, tú… tú solo eres una bruja, entonces el príncipe nunca te va a hacer caso, porque los príncipes pelean contra las brujas, aunque le enseñes las bubis – Miranda acabó la frase sacándole la lengua y abrazándose a su papá.

— ¡¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!!—Terry no pudo reprimir su carcajada, solo atinó a salir rápido de la tienda cargando a su pecosita, el regalo de su esposa y tomando de la mano a Dean.

La pequeña reunión de los Grandchester transcurrió muy feliz, Candy fingió sorprenderse para no hacer sentir mal a Annie Cornwell, Terry, según él, fue muy “amable” en su escala personal de cortesía porque fue capaz platicar con Archie durante casi 20 minutos seguidos, Bert se la pasó jugando y correteando con todos los niños. Eleanor no pudo asistir porque acababa de salir de gira.

Al final del día, cuando las visitas se hubieron ido, Candy arropó a sus hijos, los llenó de besos y los abrazó. Se durmieron de inmediato después de jugar toda la tarde. Se quedó en su habitación observándolos dormir, tan parecidos a ella y a Terry físicamente, pero con una infancia completamente distinta. Recordaba que a la edad de Dean anhelaba con toda su alma tener unos papás que le cuidaran y amaran. Y a la edad de Miranda entendió el significado de ser huérfana, que sus madres le habían cuidado desde bebé, pero que ella debió haber tenido unos padres que por causas desconocidas le habían abandonado en el Hogar de Pony.

Lágrimas traicioneras cruzaban sus mejillas, y un sentimiento agridulce por no saber con certeza la fecha de su cumpleaños era un sentimiento que ocultó a todos por muchísimos años, sólo se atrevió a compartirlo con su confidente, con su alma gemela: su amoroso esposo.

Terry la observaba desde el marco de la puerta, sabía de los sentimientos encontrados que provocaban en ella la desconocida fecha de su cumpleaños.

--Hermosa Hada de Mayo—decidió acercarse.

-- Amor mío — Candy se secaba sin pena las lágrimas, ella solo se permitía ser débil con su esposo.

--¿Ya se durmieron tus demonios? — Preguntó Terry deshaciendo el nudo de su corbata.

-- Cuando se portan bien son mis hijos, cuando se portan como salvajes como el día de hoy, son únicamente tuyos—le contestó Candy ya con una sonrisa.

-- No te ofendas Pecas, pero el aristócrata de sangre azul aquí soy yo, los nobles ingleses siempre tenemos un comportamiento adecuado y mesurado.

-- ¡JAJAJAJAJAJA!!! Lo dice el rebelde hijo de Duque de Grandchester, eres un engreído.

-- Eres una mona pecosa.

Ella caminó al encuentro de su esposo y él la envolvió en sus brazos, salieron del cuarto de sus hijos, Terry cerró la puerta para empezar a tocar descaradamente a la cumpleañera mientras se dirigían a su habitación.

-- Señora Grandchester, si usted se porta complaciente en la alcoba, quizás le platique una anécdota de su celosa hija en una tienda en contra de una resbalosa vendedora.

— ¿Es en serio? — dijo ella con voz sorprendida y divertida— señor Grandchester, es mi cumpleaños, es usted quien deberá comportarse muy, MUY complaciente en la alcoba conmigo, y si no me quieres contar qué cosa hizo Miranda, ella solita lo va a hacer mañana antes de que acabe el desayuno — él ya le besaba el cuello mientras con ansiedad le quitaba el vestido.

-- ¿Me quieres complaciente Pecas? – su cabeza ya iba desapareciendo entre las piernas de la rubia que ya se encontraba tendida en la cama -- Me tendrás tan complaciente, que quizás mañana no podrás caminar — le lanzó una mirada perversa arrancándole la ropa interior —feliz cumpleaños Pecas...  — alcanzó a decirle antes de perderse en la entrepierna de su esposa, Candy no pudo contestar, solo se aferró a las sábanas para poder abandonarse en el placer.

FIN ❤️

Casada con Terry GrandchesterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora