El miedo, el secreto, y la amenaza

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Los dìas pasaron más rápido que de costumbre, y al cabo de seis dìas, la tan ansiada fecha, casi llegó.

Faltaba tan solo un dìa para la fiesta del aniversario número veinte de la clínica, y Miguel, iría aquel dìa -jueves-, en compañía de Manuel, a comprar su atuendo para asistir a dicha reunión oficial.

Miguel tenía aquello muy pendiente, y, hasta ya había revisado por internet, el lugar al que iría personalmente a comprar su traje; una muy distinguida tienda en el mismo Miraflores.

Y obvio, auspiciado por Manuel.

-¡Pero Manu! ¡¿Còmo que no puedes acompañarme a comprar?! -exclamò Miguel, a través de la línea telefònica, reclamándole a su novio-. ¡La fiesta es mañana, en la noche! Necesito mi traje. Tù me prometiste que iríamos hoy...

Al otro lado de la línea, Manuel echò un suspiro cargado de frustración. Parecìa estar rebosando el lìmite de su paciencia, y no precisamente por causa de Miguel.

Aquel dìa, en la unidad de urgencias de la clínica, el trabajo había estado especialmente pesado, y, como de costumbre, èl solo se había llevado la mayoría de pacientes a su cargo.

Y, para empeorar la situaciòn, había salido una reunión de emergencia, y a último minuto, tuvo que quedarse en la clínica.

-Pero amor... -le dijo Manuel, sintiéndose su voz màs apagada que de costumbre-. Saliò esta reunión a último minuto. Debo quedarme...

-¡¿Pero es necesario que te quedes?! ¡¿No te puedes ir?! -gritò Miguel, sintiéndose como un niño caprichoso-. ¡¿No pueden seguir sin ti?!

-Llegò un representante de la gerencia a la clínica; tengo que quedarme. Vamos a rendir cuentas los tres médicos de la clínica. Debo hacerlo, es una reunión importante. El representante de la gerencia llegó desde Europa, no puedo simplemente irme...

Miguel guardò silencio, y aquello lo entendió Manuel.

Miguel estaba enojado.

-Amor...

-No es justo -dijo Miguel, en tono amargo-. Yo te pedì que me acompañaras, mucho antes que ese maldito viejo huevòn de la gerencia. ¿Y lo prefieres a èl? No me parece, Manuel. Yo soy tu novio, èl simplemente es...

-Es uno de mis jefes -dijo Manuel, un tanto hastiado-. Si quieres, puedo retirarme de la sala de reuniones, y acompañarte a la tienda. El costo de eso, será el perder mi trabajo, y probablemente, tendrè que volver a Chile. ¿Estàs bien con eso?

Miguel lanzó un alarido sordo, y se quedó callado.

Entonces lanzó un jadeo, y sonò como un lamento.

-N-no, no quiero que vuelvas allá... -dijo, musitando con vergûenza-. Me pondría triste.

Manuel sonriò con ternura.

-Entonces entièndeme, por favor, mi amor. Debo quedarme. No creo que dure tanto... -Miguel asintió en un murmullo-. ¿Puede acompañarte algún amigo, o amiga? Necesitas salir a distraerte un poco. Podrìas ir...

-A Eva no le gusta salir a la calle... -dijo Miguel, con la voz pagada.

Manuel arqueò las cejas, extrañado.

-Bueno, me referìa a una person...

-No tengo màs amigos -dijo Miguel, a secas-. Solo a Eva, y a ti. Por eso quería que me acompañaras tù...

Hubo un silencio en la línea; se notò algo melancòlico.

-¿Y mañana no podràs acompañarme? -dijo Miguel-. En la mañana, quizá...

Entre el Callao y Miraflores | PECHI2PWhere stories live. Discover now