Nueve.

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La semana fue bastante dura, vivir con América no era tan fácil como creyó que lo sería. La morena despertaba temprano y hacía tanto ruido que no podía seguir durmiendo. Acostumbrarse de nuevo a Londres era difícil, pero pudo con eso.

No había visto a Alex desde aquel día en que regresó, no le importó demasiado, pero a Alex sí. Ahora él también estaba confundido, sentía que debía hacer algo, comenzaba a sentir ganas de estar junto a Miles Kane. Quería besarlo de nuevo, porque sus besos le parecían algo fuera de lo normal, sus labios eran como el borde de una galaxia. No estaba seguro de que le gustara, pero no le importaba, quería tenerlo y besarlo. Alexa no le hacía sentir todo lo que Miles sí. Necesitaba comprobar una vez más todo, necesitaba saber si en verdad sentía algo por él o si sólo era deseo, como Kane había dicho en el cubículo del baño.

—Alex —dijo del otro lado de la línea—. ¿Has visto la hora?

—Sí, um... Siento molestarte pero quisiera hablar contigo —miró el reloj que colgaba en su pared, 00:35—. Quizás mañana, pero me gustaría que fuera ahora.

Miles Kane salió de su cama y se vistió sin hacer ruido para no despertar a su amiga que dormía en el cuarto contiguo. Salió de la casa y tomó el primer taxi que encontró. Estaba seguro de que trataría la charla que Alex quería tener, era obvio, pero aceptó porque quería terminar con eso de una vez por todas. Alex estaba apoyado en el marco de la puerta, esperándolo, así que entraron y se sentaron en el living de su casa.

— ¿Y bien?

—Quiero que hablemos de lo nuestro. —soltó Alex en un susurro con la voz cortada.

—Ya dije que fue una confusión, tenías razón.

— ¿Recuerdas la vez que te dije que cuando estaba con Alexa sentía que flotaba? —Miles asintió, recordaba ese día perfectamente —Lo que siento contigo es aún más extraño que eso.

No entendía a que quería llegar, no entendió el punto de Alex. ¿Qué era lo que estaba diciéndole?

Alex bajó la mirada, ¿podía ser tan tonto de no entender lo que le estaba diciendo? —Cada vez que estoy contigo quiero que me beses, cada vez que lo haces me siento en una galaxia.

— ¿Qué? —dijo Miles, no podía creerlo. Su corazón latía rápido y sus mejillas se colorearon en un instante.

— ¿No entiendes? Algo me pasa contigo y no lo entiendo, maldita sea.

— ¿Una galaxia? —preguntó Miles riéndose un poco —Estás loco.

—Eso creía de ti, pero al parecer ya no eres el único loco.

—Tienes novia, Alex. —le recordó.

—Lo sé, no estoy pidiéndote matrimonio, imbécil.

— ¿Y entonces? ¿Qué es lo que quieres?

—Miles, de verdad, creo que eres estúpido o tienes graves problemas de comprensión.

Sí, le había entendido, sabía lo que quería, pero quería que se lo pidiera, pero Alex no iba a hacerlo, se estaba humillando solo y ya no podía seguir. Miles sonrió y se acercó a Alex tomando su rostro entre sus manos y buscó con desesperación sus labios. No lo había olvidado. Alex ayudó tirándose al sofá mientras se besaban, había quedado bajo Miles que estaba sentado a horcajadas arriba suyo. Se sentía bien la manera en la que ahora se deseaban y se necesitaban mutuamente. Alex estaba lleno de sentimientos. Todo era perfecto. Comenzó a quitarle la camisa a su mejor amigo que jadeaba en busca de aire, tocó cada músculo de su torso como deseaba, y recorrió su espalda mientras él volvía a besar su cuello con las pequeñas mordidas que lo encendían. Llegó el turno de su camiseta, que tardó poco en quedar junto a la de Miles. Podía sentir su excitación contra su estómago, estaba igual que él.

— ¿Por qué tardaste tanto en regresar? —dijo Alexander, mientras Miles chupaba cada parte de su cuello.

—Necesitaba olvidarme de ti, pero ahora no lo haré. —le sonrió y lo besó.

Sus pantalones habían desaparecido, sólo quedaban sus boxers, que comenzaban a ser incómodos. Alex ayudó a Miles con eso, lo quitó y comenzó a probarlo por primera vez. Lo querían todo. Después de algunos minutos que parecieron horas para Miles, finalmente pasó. Se movía dentro de él con suavidad, intentando no lastimarlo a pesar de que ya estaba llorando, cuando notó que Turner comenzaba a disfrutar, subió la intensidad y llegaron juntos a la cima. Había sucedido al fin, en el momento correcto, había sido la mejor noche de sus vidas.

No era un juego, se amaban en secreto, ninguno era capaz de admitirlo. No era algo pasajero, se necesitaban.

00:35 a.m › milex Onde histórias criam vida. Descubra agora