Capitulo 21

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Si estáis deseando oír jugosos cotilleos sobre ReadySet, me temo que os voy a defraudar. Ahora que sé lo que significa que violen tu intimidad, entiendo por qué los famosos odian a los paparazzi.
Tal vez entiendan que es el precio que han de pagar por su fama, pero eso no hace la persecución constante menos intrusiva y enojosa. Y si bien es verdad que Tim, Dominic y Chris no se quedaron sentados después del concierto toqueteando sus anillos de castidad, tampoco se desmelenaron tanto como dijeron los medios. Se conformaron con relajarse en nuestra compañía después de ducharse y cambiarse de ropa. Nosotros tres no bebimos. Corey no podía, porque tenía que conducir, y Jane y yo nos contentamos con refrescos. Tampoco se escandalizaron cuando rechazamos la cerveza, pero salió a relucir el tema de nuestra edad.

—¿Cuántos años tenéis? —preguntó Tim como si se lo estuviese preguntando.

—Corey tiene dieciocho, yo diecisiete y Jane dieciséis pero todos vamos juntos a bachillerato.

—Es curioso que estéis en el mismo curso —comentó Dominic.

—Yo perdí un año —dijo Corey con naturalidad, aunque yo sabía que le daba muchísima rabia—.

Mis padres habían leído un estudio que decía que los niños sacaban mejores notas si empezaban la primaria algo más tarde —se encogió de hombros—. No es tan malo. Me toca aguantar a estas dos — nos señaló a Jane y a mí—, pero podría ser peor.

—¿Y tú? —le preguntó Chris a Jane, y advertí que el gesto halagaba a mi amiga. Claro que basta con que alguien elogie su habilidad a la Wii para que Jane se sienta halagada. Se conforma con poco.

—Soy algo joven para estar en bachillerato. Pero nadie se acuerda en el instituto, porque Kenzie y yo llevamos en la misma clase desde, ¿cuándo?, ¿segundo?

Asentí.

—Sí, íbamos juntas al colegio Smith.

Gimió, y yo sonreí sin poder evitarlo. Las experiencias de Jane en la primaria no habían sido mejores que las mías. Ninguno de nosotros se moría por rememorar los «viejos tiempos».

—¡No me lo recuerdes!

Aquel comentario despertó el interés general al instante.

—¿Qué pasó? —quiso saber Chris.

Jane no supo cómo explicarlo, de modo que intervine para echarle una mano.

—Jane se apellida Smith, o sea, Jane Smith. Y como el pueblo donde vivimos está obsesionado con otra familia llamada Smith, los niños hacían chistes bobos a su costa. Se metían con su nombre y también con su apellido. Por eso nos hicimos amigas, en realidad.

—Yo estaba a punto de echarme a llorar —intervino Jane. Ahora que yo había roto el hielo, se animó a terminar la historia—. Unos chicos se estaban metiendo conmigo en el recreo. No paraban de decir: «Tú, Jane. Yo, Tarzán» —sonrió ampliamente—. De niña, eso me sacaba de mis casillas.

El caso es que Kenzie los fulminó con su mirada más asesina y les soltó: «Ella es Jane y tú eres idiota». Tim me obsequió con una de sus maravillosas sonrisas, que deberían incluir una advertencia: «Si} eres una chica normal, cuidado. Peligro de infarto».

—Fuiste muy valiente.

—Sí, bu-bueno —farfullé—. Desde entonces soy una mema.

Corey me espetó:

—Sí, claro. Y por eso dejaste planchado a Alex Thompson cuando te empujó en la cafetería: para demostrar que eres una cortada —sus palabras destilaban sarcasmo—. En aquel momento supe que sabías sacarte las castañas del fuego.

Un desafortunado Pero Maravilloso IncidenteWhere stories live. Discover now